Gastón Ramírez Cuevas.-  Novillos: Cuatro de Huichapan, de excelente presentación y juego. Todos fueron ovacionados de salida y en el arrastre.
Novilleros: Salvador Barberán, gran estocada para cortar una oreja.
Roberto Morales, mató de casi entera y dos golpes de descabello: aviso y benévola salida al tercio.
Juan Francisco Almeida, mató de pinchazo y entera caída: palmas.
Xavier Gallardo, un pinchazo, estocada baja, delantera y perpendicular que atravesó al novillo, y un golpe de verduguillo: aviso y silencio.

Sábado 2 de octubre del 2010
Décimo segunda novillada de la temporada de la Plaza de toros Antonio Velázquez del restaurante Arroyo

El señor ganadero, don Adolfo Lugo Verduzco, debe estar orgulloso y triste a la vez, pues sus novillos fueron un compendio de casta buena, pero tres de ellos se fueron inéditos por la incompetencia de los espadas.

Salvador Barberán fue el único que tuvo el oficio y el entusiasmo suficientes para cortar un apéndice. El muchacho de Algeciras toreó bien a la verónica y estuvo superior en un quite por chicuelinas modernas muy templadas.

El novillo era bueno y tenía recorrido, así lo entendió Salvador y le pegó tandas muy sabrosas por ambos pitones, rematándolas con pases de pecho y martinetes de bella factura. Ni duda cabe de que Barberán tiene clase y oficio, pero a la hora de matar nunca había estado muy acertado. Afortunadamente, demostró grandes progresos y cobró una estocada magistral que hizo rodar al toro sin puntilla. La cosa no podía empezar mejor. Si ese primer cornúpeta fue de calidad, sus hermanos le superaron.

El segundo, aunque se hizo daño en la pata izquierda, fue una maravilla por su nobleza y sus ganas de embestir. Lástima que Roberto Morales, de Guanajuato, nunca se arrimó. Y dicen que ya va a tomar la alternativa…

Al tercero le dieron un puyazo feroz que hubiera matado a otros novillos con menos casta. Sin embargo, el de Huichapan todavía le regaló veintitantas embestidas de calidad al ecuatoriano Almeida, quien se dedicó a pegar mantazos sin encontrele jamás la cuadratura al círculo.

Y el que cerró plaza, un berrendo hermosísimo, tuvo también muy mala fortuna, ya que Xavier Gallardo, de Tepeapulco, Hidalgo, únicamente logró aburrir al torito y al respetable a base de enjundiosos trapazos.

Lo mejor de la lidia de este cuarto de la tarde fueron los estupendos pares de banderillas de Christian Sánchez, sobre todo el segundo, cuarteando por el pitón izquierdo y asomándose al balcón: un par que quedó ya en el recuerdo de los aficionados.

Y así volvimos a comprobar la amarga verdad del adagio atribuido al mítico Pepe Moros: “Cuando hay toros no hay toreros, cuando hay toreros no hay toros”. Excepción hecha, claro está, de Salvador Barberán, quien sí justificó con creces su inclusión en el cartel.

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