Foto: Fidel Arroyo para Aplausos

Carlos Crivell.– El listón que dejó la corrida de Santiago Domecq era difícil de superar y Juan Pedro no llegó a esa altura. Casta de verdad solo tuvo el segundo del lote de Ponce. El segundo embistió mucho a pesar de que se lesionó en los primeros compases de la faena de Curro Díaz. El primero fue un toro anodino sin ninguna emoción. El cuarto fue un toro de nobleza excepcional, demasiado dulce quizás, pero en definitiva un toro para soñar el toreo. No fue una ‘juampedrada’, ni mucho menos. Tenía el antecedente del día anterior.

De nuevo un tendido blanco de cal con unos cuantos aficionados dispersos por el tendido. Es lo que hay. Mejor esto que nada, pero qué pena. El primer capítulo fue insulso. Ponce le dio cientos de muletazos sin ligar a un toro carente de emoción. Fue un desencuentro en la cumbre. Como uno ve los festejos por la televisión tuvo que escuchar al torero quejarse de que no le habían dado la oreja después de un trasteo sin contendido y de matarlo mal. Las cosas de Ponce.

Con el tercero estuvo algo mejor del torero de Chiva. Fue un toro encastado, es decir que era exigente. La faena de Ponce fue larguísima. El palco, que nos había gustado el día anterior, claudicó y no cumplió con su deber. La faena tuvo de todo. En catorce minutos delante de un toro se pueden hacer muchas cosas. Fue bueno el espíritu ambicioso del torero, algunas tandas por la derecha con empaque y buen trazo, el comienzo de faena con doblones y el final con las llamadas poncinas. Entre medio, enganchones ocasionales, rectificación de terrenos, algunas dudas antiestéticas… El toro no era un caramelo. Ponce vendió la mercancía pero se vio desbordado por momentos. Al menos, lo mató bien.

Curro Díaz se llevó el lote, aunque el segundo se lesionó en el comienzo de la faena cuando el de Linares lo desplazó y el animal se desplomó. Fue un buen toro porque superó este problema y metió bien la cara con profundidad. Curro Díaz se lució al natural en una labor discontinua con perfiles muy exquisitos.

El cuarto fue el toro soñado para hacer el toreo bueno. Un carretón con el morrillo por el albero al ritmo de un adagio romántico. Curro Díaz toreó bien a ratos. Algunas tandas con muletazos muy lentos fueron gloriosas. En alguna ocasión quedó la sensación de que s quedaba corto en su labor. Hubo un toreo delicado, de regusto. Hubo demasiadas intermitencias. El toro era de lío gordo. La espada le impidió cortar las dos orejas.

Me gustaría saber si este festejo reconstruye algo. No lo sé. Fue todo muy dulce, amable y exquisito. El toreo es la emoción de toro y el torero enfrentados. Si se todo queda en lírica, si no hay ninguna épica, la fiesta se encamina a su extinción.

Plaza de toros de Cabra (Córdoba). 2ª corrida de la Gira de la Reconstrucción. Asistieron 200 personas a la plaza. Cuatro toros de Juan Pedro Domecq, correcto para una plaza de tercera, de juego desigual. Descastado el 1º; lastimado el 2º, que tuvo calidad; con casta incómoda el 3º, y muy noble y con clase el 4º. Saludó en banderillas Abrahán Neiro. El sobresaliente Chapurra no intervino.
Enrique Ponce, de rioja y oro. Estocada trasera y atravesada y dos descabellos (palmas). En el tercero, estocada casi entera (dos orejas).
Curro Díaz, de azul añil y oro. Media estocada (una oreja). En el cuarto, pinchazo y estocada trasera (una oreja).

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