Pablo Aguado. Foto: Juan Manuel Pérez Alarcón

Juan Manuel Pérez Alarcón.- Es muy gratificante asistir cada año a la localidad sevillana de Cantillana y ver cómo un pueblo se vuelca por completo con la fiesta de los toros y por una causa benéfica. Plaza llena para ver un festival de comienzos de temporada, en la que se lidió un interesante novillo de Prieto de la Cal, noble y repetidor en el caballo, y cinco novillos de Juan Pedro Domecq, de juego muy desigual.
El prólogo del festejo lo llevó a cabo el rejoneador Leonardo Hernández que dispuso de un buen novillo de Prieto de la Cal, un jabonero de buenas hechuras que le ayudo mucho en la lidia. Probó nuevos caballos pero quizás a la faena le faltase rotundidad y equilibrio. Tras fallar a espadas, una oreja.

David Fandila «El Fandi» tuvo un oponente de Juan Pedro Domecq al que exprimió en todos los tercios, aunque sin la explosión deseada por la escasa trasmisión del animal. En banderillas formó el delirio para el respetable y en la muleta dejó buenos momentos por la mano derecha. Lo mejor la estocada que le valió para cortar dos orejas.

Salvador Cortés, alma mater del festejo, lidió dos novillos de Juan Pedro por inutilizarse uno en el recibo capotero. Con el sobrero anduvo voluntarioso pero quizás se le notase esa falta de rodaje de principios de temporada. Faena sin los ajustes deseados, siempre al hilo del pitón, donde destacaron dos series estimables por la mano derecha. Dos orejas tras una estocada entera de buena ejecución.

El torero más taquillero del festival, Cayetano, evidenció que era su primera actuación en publico este año, y tuvo un oponente basto de hechuras, que le faltó raza y clase para que el torero pudiera decir algo e interpretarlo. Dijo más bien poco y anduvo algo vulgar y sin que aquello despegara. Tras una estocada entera, dos orejas.

El sevillano Pablo Aguado demostró clase y torería ante un animal de Juan Pedro que nunca se entregó del todo. Ya en el recibo con el capote dejó destellos de esa tauromaquia añeja y sentida que practica Aguado. Un quite por chicuelinas de manos bajas y una media provocó los primeros sinceros aplausos de los aficionados. Se veía torear con empaque. Se le picó lo justo en el caballo. En el último tercio, el diestro sevillano le planteó una faena en los medios donde destacaron tres series con la mano derecha rematados con pases de pecho y trincherillas que tuvieron un sabor enorme. El toro fue noble pero lo que le faltaba lo complementó Aguado a base de estética y toreo. Con la mano izquierda bordó el toreo en dos series con un público totalmente entregado. Los adornos finales fueron el epílogo que la faena necesitaba para redondearla. Tras un pinchazo y una estocada algo tendida se le concedieron las dos orejas y el rabo. Y es que la generosidad hay que entenderla cuando un torero, por actitud y aptitud, marca la diferencia.

El local Muñoz Rios fue otra sorpresa agradable del festejo, donde dejó claro que su concepto del toreo se basa en la naturalidad en las formas y en la templanza de sus muñecas. Se ha prodigado poco como novillero sin caballos, pero tras esta tarde su nombre debe subir enteros para próximas contrataciones, porque su toreo caló en los aficionados. Con un gran novillo de Juan Pedro, estuvo a la altura para confeccionar una faena compacta, sincera y de mucha verdad. Colocación y temple en cada serie, demostró el novillero mucha firmeza en cada serie y su toreo tampoco pasó desapercibido para los aficionados y gran público. Tras una buena estocada se le premió con justicia con dos orejas.

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