Vengo a hacer una temporada larga en México y no me voy a dejar ganar la pelea ni una tarde
Gastón Ramírez / María Eugenia Saavedra
El gran torero colombiano César Rincón, la figura americana más importante en España desde Carlos Arruza, torea hoy en la Plaza México. La víspera de esta comparecencia habló acerca de su ilusión por poder cortar un rabo en la Plaza México y compartió con los lectores de Burladero.es algunas reflexiones sobre su tauromaquia.
Si uno piensa en las grandes faenas que este torero ha hecho aquí y allá, y además escucha sus claros conceptos sobre el toreo, no se puede más que hacer una pequeña analogía: si la Real Academia de la Lengua, limpia, fija y da esplendor, lo mismo hace César Rincón en el mundo de los toros.
El maestro Rincón ha estado tentando en Tlaxcala toda la semana. Estuvo en las ganaderías de Montecristo, Atlanga, Pepe Garfias y con Hugo García Méndez.
– Parece usted novillero, maestro
-Bueno pues es que esto… a uno algo le gusta, el campo es maravilloso. He estado aprendiendo mucho de la historia taurina de México. La historia empieza en las ganaderías y luego con los toreros. Hay que enterarse de una cantidad de toreros mexicanos importantes que ha habido.
Estuve viendo faenas de Manolo Martínez en vídeo y son impresionantes. Es apasionante como es la historia taurina de México. La plaza de Bogotá hace un par de años cumplió 50 años, nosotros tenemos una afición incipiente comparada con la de ustedes.
– Cómo ve la temporada aquí. ¿Tiene ilusión?
– Sí, hombre. Estoy feliz porque nunca había hecho una temporada tan larga en México. Toreaba un par de corridas al año y ya. No había tenido oportunidad de torear más aquí y lógicamente cuando uno torea tan poco no se tiene la suerte de descubrir a la afición y de que ellos se den cuenta de qué clase de torero es uno.
-Cuéntenos de Guadalajara, sabemos que fue muy importante.
-Sí fue muy importante. Salí muy picado por Zotoluco porque es un gran profesional. Uno lo estudia y tiene una gran técnica, de la que hay mucho que aprender. Realmente, en mi segundo toro salí picadísimo porque él había cortado ya oreja y yo en mi primero me llevé una voltereta fea en las tablas que, a Dios gracias, no me pasó nada. El toro fue muy malo. Con el capote hizo cosas feísimas y con la muleta menos se dejó, apenas pude darle una tanda. El Zotoluco sale, corta una oreja y digo “Madre mía, ya me la lleva”. Salí muy motivado y hubo mucho que torear. Aun cuando en el capote me llevé un volteretón importante.
Sentir los olés de esa plaza, que me picara el amor propio el Zotoluco, quien después del volteretón que me llevé me dijo “Maestro, perdone usted que se lo diga, pero dele más importancia al toro”. Y tenía razón, aunque lo peor es que yo sí le estaba dando importancia, pero quería hacerlo pasar por donde yo había pensado y me empeñaba en quedarme en ese sitio. Pero esas son cosas de amor propio, de decir: yo no me puedo dejar ganar la pelea ni una tarde.
Esos olés que pegan aquí en México son algo bárbaro. Como digo, ahora estoy teniendo oportunidad de descubrir cosas que no había podido conocer. Los olés de la plaza México me impresionan mucho.
Por ejemplo, el otro día estaba feliz porque había podido cuajar una becerra con Pepe Huerta y eso me llenó. Fue con mucho gusto, y esos toros de aquí que se dejan y te dan como una pausita para colocarte mejor, son una maravilla.
– De la tarde del domingo en La México ¿qué espera?
– Que me pudiera salir un toro como la becerrra del otro día y lo pueda cuajar. Eso sería maravilloso. Yo tengo un pendiente, aunque sé que es muy difícil, pero lo que más me encantaría ahora sería poder cortar un rabo en la México. Esas son de las cosas que no he podido hacer. He salido por la puerta grande de Sevilla, he salido por la puerta grande de Madrid seis veces (cuatro de ellas seguidas), pero no he cortado un rabo en la México.
Aunque a decir verdad no he toreado mucho en esa plaza, sobre todo comparado con otros toreros que han hecho el paseíllo cantidad de veces aquí. Yo he toreado unas ocho tardes en la México, dos veces inaugurando la temporada cortando un par de orejas cada tarde, pero no he sido mucho de la predilección de los empresarios y por lo mismo me he ausentado por años de esta plaza. Y lógicamente he tenido pocas oportunidades y por lo tanto ha sido muy difícil que le pueda cortar un rabo a un toro aquí. Este año tengo firmadas dos tardes, pero todavía no sé el cartel de la segunda.
-Usted es un torero de poder
-Sí realmente mi carrera ha sido de poder, de técnica, de poderle a los toros. Aunque en esta etapa yo intento muchísimo más el torear bien, no estar siempre con el agua al cuello.
-Por ejemplo con Violinista, en Sevilla…
-Eso es a lo que me refiero. Esa faena fue más de distancia, de colocación, de temple y de disfrutar la embestida del toro, que iba de largo. Definitivamente es otra etapa. Aunque también me han tocado toros difíciles y duros. En Valencia el año pasado, un toro de El Pilar me pegó un arropón de miedo. Corté dos orejas. Me llevé el trofeo al triunfador de la feria y fue muy duro de torear, pero estaba feliz. Porque cuando logras cortarle las orejas a unos toros que te dejan huella, como torero es lo más grande que te pueda pasar. La faena de Bastonito, fue en 1993 y todavía ahora, en 2006, se habla de aquello. Las cosas que Dios me ha permitido hacer, ese tipo de faenas, es lo que a uno lo engrandece.
– Vemos que mata mucho recibiendo, ¿le gusta esa suerte? Por ejemplo, a Violinista lo mató así.
– Sí, de hecho, ahora al toro de Guadalajara lo maté recibiendo. Pienso que es la culminación importante a una gran faena. El volapié es fundamental, pero de todas formas la suerte suprema es en la que se pueden perder los trofeos en un segundo. Porque en una tanda, por ejemplo de naturales, uno de ellos puede salir enganchado, pero vuelves a cogerle el aire y sale bien. El entrar a matar no lo puedes rectificar. De repente puede ser una tristeza.
Pasando de esas tristezas, tengo una alegría muy grande que comentar. En la plaza La Luz , de León, Guanajuato, el año pasado, me han dado una satisfacción que nunca antes había tenido. Aquí hay una afición muy bonita, que esa tarde pude descubrir y que en esta época estoy pudiendo disfrutar: el año pasado hice una faena muy hermosa a un toro de Bernaldo de Quirós, y sin cortar oreja, me dieron el trofeo a la major faena de la feria. O sea que realmente aquí la culminación de la espada, no fue tan fundamental. La afición vio cosas que sintió que no se podían borrar con la espada. Ha sido el primer trofeo que me han dado en México, además es una zapatilla de plata preciosa y estoy muy orgulloso. Me llenó mucho. Uno ve que en México hay mucho que descubrir. Y como ahora tengo tantas tardes, contemplo una temporada por delante que me hace sentir muy feliz.
– ¿Cómo le gusta matar a los toros?
-Yo, ¡como puedo! –risas-. De las cosas que me han dolido en la vida, es perder tantas orejas por eso. Me hubiera encantado tener más regularidad con la espada. Porque también es triste pensar que después de una gran faena por una mala estocada, se pierde todo. Sin embargo, luego de una faena regular, con un buen espadazo, se corta oreja. Y desgraciadamente en esta profesión se miden las cosas por las estadísticas, aunque no necesariamente los que encabezan el escalafón son los mejores toreros. Es una pena que se midan las cosas así. Este año he hecho faenas en España muy buenas, pero por pinchar no pasó nada en el renglón de la estadística.
-¿Cuál considera usted que es el mejor torero?
– Creo que es aquel que es capaz de torear un gran número de toros. No el que toree más bonito. Por ejemplo, hay toreros que torean muy bonito, yo soy un gran admirador de Morante de la Puebla, pero necesita determinado toro. Para mí, el mejor torero es aquel que es capaz de tener la mente clara para torear a la gran cantidad de toros distintos que le saldrán en su carrera.
Algunos no hemos tenido mucho tiempo de aprender antes de convertirnos en matadores. Por ejemplo, yo toreé 15 novilladas con picadores y recibí la alternativa. A mí me dijeron en una cafetería “tú ¿qué tomas?” y digo, “yo, la alternativa”. Tomar la alternativa tan joven le impide a uno conocer la profesión, esa se conoce a través del tiempo. Esta profesión es tan bonita que todos los días tenemos que estudiar al toro como si fuera algo nuevo. De novillero uno aprende algo, pero de matador, es un estudio de toda la vida. Voy a cumplir 25 años de alternativa, tenía 17 años cuando la tomé.
– Aunque sé que le han hecho mucho esta pregunta, me gustaría que nos dijera por qué sigue usted toreando.
– Primero que nada, tiene uno que tener ambición a todo, al dinero, a querer superarse cada día, a tener celo profesional y no conformarse. Yo lo que quiero es dejar una huella importante. A mí me encantaría poder engrosar esa lista bonita de figurones del toreo y que mis nietos puedan estar orgullosos y decir “Mira lo que hizo mi abuelito”. Para mí esa es el hambre: la afición y las ganas de torear. No es que quiera ser más rico, aunque a nadie amarga un dulce, pero no lo es todo. Ahora me gusta poder escuchar un olé sentido.
-Maestro, ¿ hay algún torero con el que haya tenido más rivalidad, taurinamente hablando?
– Con Enrique Ponce es con quien más he rivalizado. En 1991 fue con Ortega Cano, pero con Ponce ha sido durante muchos años.
– Si usted volviera a nacer, ¿sería torero?
-Defintivamente, es la profesión má bonita del mundo y la que me ha llenado, me ha dado todo. Además yo pienso que hay que ser agradecido. Yo todo lo que tengo en mi vida, lo que he ganado en el toro, se lo invertí a mis dos fincas, aparte de eso no tengo nada. Creo que una vez que me retire del toro, con las dos ganaderías podré seguir ligado a la fiesta.
La de Colombia (Las Ventas del Espíritu Santo) ha funcionado muy bien, porque la conozco a fondo. La compré en 1993, me llevé las becerrras de España tentadas por mí y tuve suerte con las que escogí. La del Torreón la compré hecha y cuesta mucho más trabajo conocerla, es más difícil. Es un mundo apasionante, uno más uno no son dos necesariamente. En Colombia estoy muy feliz porque he tenido toros muy importantes. El año pasado me indultaron dos toros en la feria de Cali. Yo indulté a uno de mis toros en la plaza de Manizales y creo que es lo más espectacular que me ha pasado a mí en la vida.
Esa anécdota me gusta mucho. Es un toro de nombre Abogado, puro Jandilla (como Violinista de Sevilla) y yo desde pequeñito lo tenía visto, para mí era un semental por el padre y la madre, por reata; pero por estar en España se me pasó el tiempo de tentarlo y no lo quería mandar a la plaza porque tenía el riesgo de que no volviera. Así que a echarle la bendición y lo mandamos a Manizales.
Le dije a Luis Manuel Lozano que ojalá me tocara el toro a mí. Toreábamos un mano a mano el maestro Manzanares y yo, pero no quería que le tocara a él, a quien admiro mucho, pero uno sabe sus capacidades y sentía que no lo iba a lucir como para un indulto. Cuando después del sorteo me llamaron y me dijeron “Te tocó Abogado”, yo saltaba de gusto. Resultó un toro extraordinario, fue una maravilla desde el principio. Y para mí resultó espectacular tener en mis manos la posibilidad de que volviera a mi finca para ser semental. Todo lo tuve que hacer a la perfección y lucirlo para que la gente lo pudiera ver. Fue muy emocionante, lloraba a alegría de ver cómo el público pedía el indulto. Es un toro muy noble que ha sido el consentido desde pequeño.
Es una de las cosas más hermosas que me han pasado en mi vida como torero-ganadero. Es muy duro torear los propios toros y para mí es peor la responsabilidad que se adquiere con los compañeros. Una vez al maestro Manzanares le tocó un toro mío manso de carreta y no sabía donde esconderme. Y luego aunque no toree uno también se tiene mucha responsabilidad, porque al ser conocido, si aquello sale bueno todo mundo te felicita, pero si sale manso, todos se van encima de ti. Cuando al ganadero no lo conocen, hasta se puede sentar con el público y él mismo ponerse a pitar al toro y no pasa nada. Pero para uno como torero es muy difícil.
-¿Usted es un hombre muy apegado a la familia?
– Totalmente. Somos una familia que comenzó sin muchas posibilidades económicas. Toda la vida mi gente ha estado muy apegada a mí y a través de la profesión he podido sacarlos adelante, llevarlos a España. Mi única tristeza es que mi madre no lo pudo ver. Pero a Dios gracias el toreo me ha permitido apoyarlos y hemos podido organizar nuestra vida los cuatro hermanos. Eramos cinco, pero uno murió con mi mamá.
– Joaquín Vidal decía que el toreo es grandeza, ¿qué opina usted?
-Así es. Yo nací en una familia muy humilde y cuando iba a los hoteles a ver los toreros, con sus trajes de luces ¡qué admiración me causaban!, yo pensaba que era eso, grandeza. Por ejemplo, la plaza de México, pensar cómo la construyeron y que la inauguró Manolete, eso es grandeza. O el día que se retiró Manolo Martínez con un llenazo, eso es grandeza. El poner de acuerdo a toda la gente, eso es grandeza.
– Borges decía que la poesía es un ejercicio espiritual ¿se puede decir lo mismo del toreo?
-Desde luego, porque el toreo tiene que salir de dentro. El toreo no es una fábrica de enlatados, sale espóntaneo. Uno tiene que estudiar al toro cada vez. Hay otras artes, como el teatro que me gusta mucho, pero es distinto. Me gusta el primer día que los actores van a hacer lo que han estudiado y les sale fresco, pero luego la obra sigue siendo la misma, los actores son los mismos. Sin embargo el toreo es espontáneo, se puede pegar un muletazo parecido a otro, pero nunca igual. La nuestra es una profesión preciosa que creo que la gente todavía no ha terminado de descubrir.
– Sánchez Mejías dio una conferencia en Nueva York y le preguntaron si el toreo era una crueldad y dijo, no, el toreo es un milagro…
– Desde luego que lo es. En nuestros tiempos, no podemos decir que no hay cierta crueldad en nuestra profesión, porque la hay. Decir lo contrario sería mentir. Lo que pasa es que hay ver los contextos de crueldad y compararlos con todo lo que pasa en el mundo. Es verdad que el toro sufre con los arpones de las banderillas y con la puya. Y si el toro es manso, se duele más. Luego al matar, también existe crueldad; pero comparado con otras situaciones de la vida, ya no es tan cruel. Hay que saber que son toros de lidia, y si no existiesen las corridas, esa especie habría desaparecido. En el fondo creo que nos falta muchas veces coraje para defender nuestra profesión. Hay tanta gente que opina que somos unos salvajes, unos tercermundistas y no toman en cuenta el milagro del arte que se produce toreando. Hasta en la suerte suprema hay arte. Aunque es muy difícil hacerla perfecta y que caiga de inmediato el toro.