Esta es una reunión de fuerte carácter sentimental para quien les habla. En la vida de todos los aficionados hay siempre un torero que marca su tiempo de fijación en la fiesta. Es el torero que se comporta en la plaza como nosotros mismos hemos soñado muchas veces hacerlo, porque todos los que hemos dedicado una buena parte de nuestro tiempo al toreo, en cualquier misión, hemos soñado tardes de pases maravillosos. En la vida de los críticos e informadores taurinos también hay toreros espejos, porque antes que nada somos aficionados. Después de admirar durante mucho tiempo a un torero, esta tarde me cabe el honor de poder hablar de él y con él en este recinto pegado a uno de los escenarios donde ha firmado algunas de sus más bellas obras como artista. Esta tarde está con nosotros José María Manzanares, uno de esos matadores de toros que ocupan un sitio en la historia de la Fiesta escrito con letras de oro. En mi presentación de este acto quiero eludir un exceso de datos cronológicos. A estas alturas no es fundamental saber el año ni el día de su nacimiento, son fechas que vienen en otros sitios. Vamos a recordar algunas cosas importantes que pueden marcar la forja de un torero. Intentaremos explicar porque un torero es de una forma determinada, porque José María Manzanares torea como lo hace. Nació a la vera de Mediterráneo, en Alicante, en el barrio de Santa Cruz. Su abuelo fue un pescador. Su padre era un enfermo de los toros que trabajó en el puerto, Pepe Manzanares. José María toreaba a los 3 años de salón. Aprendió el manejo de los habíos de torear al mismo tiempo que aprendía a hablar. Su padre dejó el puerto y fue banderillero y su hijo era su mozo de espadas. Los libros quedaban arrinconados porque ¿y qué importa a mi estudiar? Si voy a ser torero. Mata el primer novillo en 1970 y luego formó pareja de novillero con Galloso. No era una rivalidad en sentido estricto. José María Manzanares era ya un aspirante muy serio a torero clásico y Galloso era un torero variado, alegre. Se compenetraban, pero no había rivalidad con saña, aunque siempre quedaba el amor propio de superar al portuense. La vida de los toreros está llena de días claves. La profesión es un permanente aprendizaje, en cada momento, cada toro, enseña nuevas cosas, pero el molde básico, el fundamento, se escribe en los principios. En esos momentos del arranque, como persona y torero, está siempre la figura de su padre. Voy abriendo interrogantes para el coloquio. ¿Por qué se torea de una forma u otra? La base debe ser esencial. Es evidente que ese baño mediterráneo y los consejos del padre debieron cimentar una manera de entender el toreo. Dijo Belmonte que se torea como se es. No es cuestión de hacer un análisis muy exigente. La frase de Belmonte es cierta, pero diría algo más, se torea también como se está. Manzanares. Este torero aprendió a dar pases cuando era un niño sin poseer ni la técnica ni la sensibilidad para explicar lo que hacía. Incluso cuando aplicó la técnica, que en este torero es fundamental, aún faltaba que su estilo se impregnara de su forma de ser, para conforma una forma de torear. La base con la técnica y luego la persona para darle contenido. En este caso, no es preciso insistir mucho, de un espíritu muy sensible surge un torero especialmente artista y clásico. En el toreo, ese encuentro entre la fiera y el hombre para que éste último cree belleza, o incluso para que cree el toro, porque habría que admitir la belleza que también crea el toro al acometer contra los engaños, pues decía que ese encuentro en un proceso creativo y efímero. El toreo consiste sensaciones en los presentes. Existe el toreo solitario, pero la dimensión de arte se alcanza cuando alguien lo percibe. Se crea en la danza, la pintura, la escultura y la literatura, pero el toreo va más allá porque la creatividad se hace ante un toro. De la presencia de la fiera se ha llegado a admitir que hay toreros que son dominadores; todos los toreros tienen que tener algo de dominio. Es la técnica de torear, pero la técnica por sí mismo sólo brilla cuando el animal es muy ofensivo o sus arrancadas son de un peligro muy alto. Todos admiramos a los valientes sin cuento, a los que someten a un toro muy áspero o a los que son capaces de torearlo todo. ¿Pero es sólo eso suficiente? La presencia del toro lo transforma todo en la creación del torero. Hay que poseer una preparación, hay que saber hacer las cosas, pero al final llega el sello. Es de todas los artes, la única que se realiza ante un animal irracional. Entonces, el artista llamado torero, pone a contribución su personalidad. Se puede aprender a coger el capote, a situarse en la cara del toro, se puede aprender a tocar de forma sutil las embestidas para vaciarlas, conducirlas y rematarlas, pero lo que nadie puede enseñar es a crear belleza en cada momento. Nuestro torero aprendió a estar y hacer y con el tiempo le puso a su toreo toda su personalidad. Se torea como se es. El toreo es un arte y Manzanares apostó por el clasicismo. Es un artista clásico. Y decía que así surgieron fechas. La despedida de novillero en su Alicante con seis novillos. La alternativa el día de San Juan de 1971 con Luis Miguel y El Viti, la primera corrida de toros en Sevilla en la Feria de 1972. Hay fechas y hay también personas. Lo apoderó Pepe Barceló y en 1972 lo hace Alberto Alonso Belmonte. Pero en 1978 cambia y luego, en 1981, aparece en su vida Pablo Lozano. Antes triunfa en Madrid, porque ¿quién ha dicho que Las Ventas no se ha entregado al toreo de Manzanares. Ya Sevilla sabía de este torero. Pero hay una fecha clave: 22 de mayo de 1978. El toro Clarín de Manolo González. Ese toro aparece cuando se ha iniciado una campaña de algún crítico amarillista contra el torero. Algunos sectores de la plaza le siguen y ese toro. No lo he visto, me lo han contado cien veces. Tal vez sea uno de esos encuentros que justifican una vida para quien realiza la obra de arte y para quien la presencia en un tendido. Se torea como se está. Y yo diría que todos los toreros están hechos de carne y hueso. Y el hombre es fuerte en ocasiones, sincero, expresivo, introvertido, pasional o disparatado. Y todo eso se puede reflejar en la obra de un artista. Es otro punto de reflexión. Manzanares nos ha dejado obras cumbres de su forma de entender la lidia, también nos ha dejado con el sabor agridulce de tardes sin aparente ganas. Su trayectoria está sembrada de altibajos. Tal vez eso no pueda ser considerado de forma negativa. Es Manzanares, simplemente. Tiene una marca. Y así las cosas, después del toro Clarín siguió en triunfo. Y hay que hacer un apartado en su relación con Sevilla. Ay si este torero hubiera nacido a vera del Guadalquivir. No hace falta. Nació bien donde nació. Sevilla le mimó como nadie, pero nunca rompió sus amarras para apoderarse del espada. La eterna fascinación de Sevilla para el matador, como ha dicho en infinidad de ocasiones. Manzanares no ha sido torero de corridas fijas. También su trayectoria tiene marcadas ganaderías como Miura o Victorinos. En Sevilla lidió la de Miura en 1984. Ese año muere en Pozoblanco Paquirri, amigo suyo. El impacto emocional es tremendo por múltiples causas. Y no puede torear en Sevilla en San Miguel, pero siempre quedará el año 1985. Qué hay que hacer para salir por la Puerta del Príncipe en Sevilla. Sólo faltó que el ensabanao 88 que abrió plaza hubiera tenido algo de más fuerzas. El cuarto toro, de nombre Perezoso, cuya lidia veremos hoy es una de las cumbres del toreo del último tercio del siglo XX. En la Maestranza, que se entrega en la faena y siempre lo mide después. Será verdad que sólo le ha faltado nacer en Sevilla. Repite tardes buenas en años siguientes. Y vuelvo a pediros que perdonéis el dato prolijo. Os he hablado de la faena de Sevilla del 85, ahora os quiero recordar una de esas tardes que se quedan para uno en la memoria de lo imborrable, una tarde de las tardes que nunca se olvidan a un aficionado: 16 de julio de 1988. Seis toros de distintas ganaderías para un solo torero. Fue la corrida de Peleón, el toro de Guardiola de encaste Pedraja. La lidia perfecta, la armonía absoluta, la expresión de un cuerpo olvidado pero presente para crear belleza toreando. Lo que decíamos antes, un arte con toro en su más perfecto estado. Y sigue su vida Manzanares. Ese mismo año es la Goyesca rondeña. Hay marcos para ciertos toreros. Sevilla y Ronda, dos cosos para el toreo. Indulta a Piano. En la segunda concurso. Su última etapa. Retiradas y vueltas. Descanso en 1990. Pero Marca le apodera y se anuncia con 6 toros en Sevilla. Llevaba dos años sin torear injustamente. Y comenta que hay que seguir toreando para huir de la rutina. Y vuelve, se marcha alguna vez y siempre vuelve, la última vez en Granada el 10 de junio de 2004. Su tauromaquia. Torero de toreros. Siempre clásico, sujeto a las normas eternas. Variado. La verónica clásica, los remates a una mano, las chicuelinas de principio y las de Manolo González, los estatuarios, ayudados, trincherillas, naturales y redondos, de pecho, remates, de la firma y quiquiriquís, hasta en la suerte suprema ha tenido un sello. Y es que si se torea como se es, algunos artistas necesitan torear para seguir siendo, para existir. Debe ser como el aire que se respira. Por eso uno lo entiende ahora, en activo, más tras lo de Olivenza. Ha dicho: me queda salir por la Puerta del Príncipe.

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