El matador de toros Diego Urdiales y el antropólogo François Zumbiehl protagonizaron la edición número 54 de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol. Se trataba de encontrar la relación entre el toreo y la antropología. Era bel título. La realidad fue más sorprendente porque tanto el torero riojano como el antropólogo francés profundizaron sobre muchos aspectos del toreo, hasta el punto de que la noche fue una sucesión de confidencias entre ambos para regocijo de los presentes. Todo bajo la batuta de José Enrique Moreno, que como buen banderillero llevó la lidia para el lucimiento de los maestros.

«La antropología sólo es escuchar y observar los modos de pensar, comportarse, los rituales… no es ninguna ciencia abstracta», completó el antropólogo francés. Urdiales brindó su faena al gran maestro Curro Romero, presente en la sala. Curro es partidario, sin ninguna reserva, del torero de Arnedo.

Dijo el pensador que «Urdiales resuelve uno de los enigmas del toreo: ¿cómo se puede hacer arte con naturalidad?” Se preguntó el antropólogo. «Creo que soy más capaz de hacerlo que de expresarlo con palabras”, contestó el matador. “El primer hombre que me enseñó a coger un capote y una muleta, Rafael Guerrero, nació en Sevilla”, desveló el torero aludiendo a su propio concepto. «Ese sentir me lo supo transmitir y después conocí a Luis Miguel Villalpando, mi apoderado, con un conocimiento más amplio del toreo pero sin desviarme del mismo camino».

«Lo más difícil que hay en el toreo es dominar un toro, llevarlo como tú quieres y hacerlo con naturalidad”, completó el matador. “¿Cómo puede un hombre inteligente acoplarse a la irracionalidad del animal?”, volvió a preguntarse Zumbiehl. “Una vez escuché al maestro Curro que con los misterios no se pueden dar explicaciones”, remachó Urdiales, que habló de “una magia que va más allá de lo entendible”.

“Se torea con el alma pero también con el cuerpo”, reflexionó el antropólogo. “Es que el toreo es tan maravilloso y único porque va contra la naturaleza; contra lo que el cuerpo te pide. En la mayoría de los oficios de riesgo uno quema la adrenalina con velocidad, tensión o agresividad. En el toreo hay que poner el cuerpo en el estado contrario. Todo ese miedo tienes que ponerlo en el modo antinatural e intentar estar relajado, que cada músculo de tu cuerpo pueda estar en forma natural”. Fue la interesante y valiosa reflexión de Diego Urdiales que, de alguna manera, también ayudó a desvelar su alma torera.

“Hay algo que no se aprende. Es el don. Pero luego necesitas adquirir conocimientos para que ese don aflore de forma más intensa y lo haga más frecuentemente”, añadió el torero. El moderador, en ese punto, aludió a la faena de Madrid. “¿Ya no se torea así?”, interrogó. “No estábamos acostumbrados a ver algo eterno; a saber dar las distancias justas y estar poco a poco con el toro hasta meterlo en la canasta”, sentenció Zumbiehl. José Enrique Moreno siguió preguntando por el eco de esa faena. El matador evocó las dificultades de la temporada y las difíciles circunstancias en las que aceptó el reto otoñal de Madrid. “Me centré en lo único que tenía que hacer, que era torear”, sentenció Urdiales que señaló la mejor recompensa de aquel empeño: “sentí que la gente se había emocionado e ilusionado con ese toreo que sentían como el de toda la vida”.

Esos escollos, los de la carrera del riojano, fueron esgrimidos por el filósofo francés para dar con una clave: “cuando un artista sabe que tiene una verdad está todo hecho; después viene la vida y los esfuerzos para saber esperar”, añadió Zumbiehl. “Así es el toreo”, remachó el antropólogo puntualizando que el toreo es “sorpresa y evidencia”.

“Tienes una confianza interior que te hace saber que un día serás capaz de sentir y expresar lo que haces entrenando”, añadió el torero. “Pasas muchos momentos de soledad pero tienes a tu gente apoyándote en los malos momentos”, precisó Urdiales sentenciando que “cuando muere la ilusión nace el miedo”. El matador, dispuesto a dejar frases para el recuerdo, volvió a dejar una nueva sentencia: “hay mucha gente dispuesta a acudir a una plaza para entretenerse y pocos dispuestos a emocionarse”. Zumbiehl abundó en esa idea al señalar que “no sólo se muere el toro, también el arte”. Urdiales señaló que “puede desaparecer para la vista pero no para el alma; eso es lo que te mantiene con ilusión”.

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