Carlos Crivell.- El esqueleto de este texto lo escribí el 4 de marzo para la revista Aplausos. Algunos de sus párrafos deben ser interpretados según la fecha en el que fueron gestados. Decía entonces que:

Algunos amigos me comentan que existe la remota posibilidad de que la epidemia por el coronavirus pueda llegar a afectar a las primeras ferias del año, entre ellas a las Fallas de Valencia, Sevilla y Madrid. Mientras le tranquilizo, observo lo que está ocurriendo en otros espectáculos, como el fútbol, donde se van a celebrar encuentros sin público. A estas alturas, nadie puede predecir con seguridad hasta dónde puede llegar la extensión de la infección, pero si hubiera un notable aumento del número de contagiados puede ocurrir que también la prohibición de espectáculos públicos afecte a las corridas de toros. Ni lo deseo ni lo espero, pero la posibilidad existe si se llegan a prohibir las concentraciones populares. No tanto por la propia aglomeración, sino porque nadie puede controlar qué tipo de personas se citan en los tendidos. Y la mayor preocupación de las autoridades sanitarias es la de frenar la difusión del virus.

Mientras el fútbol se puede disfrutar por televisión, por la comodidad del salón de nuestra casa y la repetición machacona de las imágenes, la corrida de toros es totalmente incompatible con la ausencia de público. Además de los pilares básicos, el toro y el torero, el público es parte fundamental en los festejos taurinos. En asuntos deportivos, aunque un estadio desierto es muy triste, al final lo que importa es el resultado. En el toreo, el aplauso, la bronca, la petición de oreja y el ole, son la esencia. Y no digamos nada de la taquilla perdida, que es a fin de cuentas lo que nunca haría factible la celebración de corridas sin público.

Estamos en un momento de incertidumbre. Se están clausurando conciertos, congresos, celebraciones, manifestaciones populares, eventos deportivos y todo tipo de concentraciones. En la parte que me corresponde creo que el toreo podría estar tranquilo… de momento. Pero también hay que estar prevenidos porque nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde puede interferir el dichoso virus en el desarrollo de la temporada. Tranquilidad, pero con reservas”.

Cuando redacto estas notas, el sábado 21 de marzo, la catástrofe sanitaria y económica es de una envergadura descomunal. Lo más grave es que se está muriendo la gente. Es también muy grave que nos ha cogido con unos dirigentes que nos han mentido y su manifiesta incapacidad ha agravado el problema. Espero que rindan cuentas cuando acabe la pesadilla. Ahora casi da pudor hablar de toros. Es una falacia contar el cuento de la lechera sobre la vuelta a la normalidad. Lo que importa son las vidas de quienes están al borde del final; la búsqueda del tratamiento de los que están contagiados; la alegría de haber podido comprobar que esta sociedad tiene verdaderos héroes anónimos, que ahora lo están demostrado; es necesario que la mayoría sintamos que hemos hecho bien las cosas ante una situación que ha cambiado la sociedad del presente y la del futuro. Habrá un antes y un después de esta etapa que estamos viviendo en todo el mundo. Por supuesto que pienso en los afectados del mundo de los toros: empresarios, ganaderos, toreros y todos los que intervienen en la Fiesta. También pienso en los aficionados que casi no pueden vivir sin acudir a las plazas de toros. Pero ahora eso casi pasa a un segundo plano. Lo que está ocurriendo tiene tal magnitud que quizás no seamos capaces de comprender sus consecuencias.

De aquel artículo de Aplausos a hoy han pasado diecisiete días. Y la vida ya no es la misma. Solo me queda insistir en que hay que quedarse en casa, pero todos, porque observo mucha gente que sale a la calle por motivos banales. Esto solo se frena si se acaban los contagios. Cualquiera, aunque está aparentemente sano, puede contagiar a otros, que a su vez contagiará a muchos más. No hemos llegado aún a la fase más crítica de la pandemia. El final será cuestión de meses, más de tres o cuatro como mínimo, y luego será el momento de volver a disfrutar de los toros; de nuevo volveremos a pisar los tendidos con ilusión; nos enfrascaremos otra vez en nuestras diatribas, tan ridículas tantas veces, pero que nos gustan casi más que la propia Fiesta; entonces, quizás volvamos la vista atrás y muchos nos lamentaremos de haber adoptado en tantas ocasiones posturas absurdas muy alejadas de la fraternidad y del respeto.

Por eso, lo repito: Quédate en casa. Si todos cumplimos con esta norma, el sol saldrá antes para todos. También para el toreo.

 

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