Finito_CórdobaCarlos Crivell.- Notable corrida de Núñez del Cuvillo en la 3ª de Córdoba con un toro excelente que fue bueno en la muleta y se rajó al final, pero para el que se pidió de forma absurda el indulto. Finito no lo mató hasta después del tercer aviso. Escándalo de tomo y lomo. Bien Morante en el quinto, aunque por debajo de lo esperado. Bien Talavante en su faena brillante al tercero.

Núñez del Cuvillo / Finito, Morante y Talavante
Plaza de Los Califas, 30 de mayo de 2015. 3ª de Feria. Dos tercios de plaza. Seis toros de Núñez del Cuvillo, de presencia variada – primero y segundo mal presentados-, junto a toros perfectos de hechuras como el cuarto, pobre de cara, pero bajo y armónico. En general, bravos y nobles. Excelente el cuarto con un pitón izquierdo excepcional aunque se rajó al final. Se pidió el indulto. Bueno por noble, el quinto. Desordenado, el sexto. Saludaron en banderillas Javier Ambel y Juan José Trujillo.
Finito de Córdoba, de azul noche y oro, estocada trasera (saludos). En el cuarto, estocada tras tres avisos (ovación tras tres avisos).
Morante de la Puebla, de rioja y oro, metisaca, dos pinchazos y estocada baja (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (una oreja).
Alejandro Talavante, de azul marino y oro, estocada muy trasera (una oreja). En el sexto, pinchazo, estocada y dos descabellos (saludos).

La faena enorme de Finito fue un escándalo. Los naturales forman ya parte de la mejor historia de Juan Serrano. El toro, de nombre Laborador, fue excepcional por fijeza, prontitud y nobleza. Se fue suelto del segundo puyazo y se rajó cansado al final de la faena. Los naturales de Finito provocaron los olés más secos y rotundos que uno ha escuchado hace mucho tiempo. Pasó lo de siempre. A uno se le ocurrió pedirle al torero que no lo matara y la mayoría se contagió para pedir un indulto injustificado. El presidente le ordenó a Finito que matara al de Cuvillo, pero el torero no quería estoquearlo. Y fueron sonando avisos mientras Finito seguía toreando a un toro ya definitivamente rajado.

El tendido no entendía nada de rajadas. Se había empeñado en el indulto. Finito no quería matar al toro. El presidente no quería sacar el pañuelo naranja. Sonaron tres avisos. En ese momento, el torero debería haberse marchado al callejón. No lo hizo en actitud de claro desacato y lo mató ya en fuera de tiempo de una estocada. La autoridad le insistía en que debía marcharse, pero lo mató. La plaza era un corral de gallinas. El toro se fue con una ovación. Finito recogió otra ovación cuando ya se había ordenado la salida del quinto. Por su actitud tozuda perdió un rabo que hubiera cortado si esa estocada la ejecuta antes del tercer aviso.

Fue el escándalo de la tarde. El palco estuvo en su sitio y no permitió el indulto de un toro carente de las condiciones necesarias para semejante premio. Por la mañana hubo otro escándalo en los corrales. La corrida se sorteó cerca de las dos de la tarde. El presidente admitió toros que había rechazado por la presión insoportable de los representantes de Morante, que amenazaron con que tanto su torero como Talavante no harían el paseíllo. Según sus propias palabras, admitió la imposición porque no podía dejar a Córdoba sin toros en el sábado de la Feria. Los taurinos lo arrollan todo.

Lo bueno de la corrida de Núñez del Cuvillo, que tuvo un par de toros muy chicos – primero y tercero -, es que fue excelente. Además del citado cuarto, el primero fue noble, se movió bien el tercero y tuvo clase el quinto. Un lote que salvó los problemas de la mañana. Cuando el toro se mueve se olvidan muchas cosas.

El primero fue noble y soso. Finito dejó detalles sueltos de calidad sin lograr la ligazón adecuada. El epicentro de la corrida fue la intensa faena de Finito al citado cuarto. El toro, bajo de agujas, enmorrillado, hondo, cornicorto, era una preciosidad. Se repuchó en la segunda vara pero metió la cara con clase por ambos pitones, sobre todo por el izquierdo. Finito lo cuajó por naturales enormes. Su estética única, una muleta mecida al son de su sensibilidad exquisita, el temple y la quietud, porque confiado atornilló las zapatillas, todo fue un conjunto sublime. No quiso matarlo en el tiempo legal. Perdió el rabo de manera absurda. Esa misma estocada recetada ya fuera de lugar le hubiera permitido ver premiada su labor con todos los trofeos. Se queda uno con sus naturales, de los buenos de Juan Serrano. Quiero olvidar la petición de indulto, la actitud contumaz del diestro y el escándalo de un tendido carente de las nociones elementales de lo que debe ser un toro indultado.

Morante no se dejó ver mucho con el primero de su lote. El toro parecía mejor pero no hubo entendimiento entre ambos. Algún detalle suelto y poco más. Después del acontecimiento de Finito tropezó con un buen quinto. Le hizo una faena de varias lecturas. En algún momento se apreció cierta rigidez de formas, como si estuviera atenazado. Mejoró al natural con muletazos de mano baja y buen gusto. Se pudo ver en Los Califas algo del buen Morante, aunque en cuatro toros su balance no es muy afortunado.

Talavante estuvo muy bien con el tercero, un toro bueno que toreó con temple e inspiración. Las tandas se sucedieron con detalles muy bellos, toques precisos y pases de pecho de calidad. En algún momento volvió a surgir la improvisación que adorna a su tauromaquia. Faena bien hecha y bien contada que recibió su premio tras matarlo con habilidad. El sexto fue un toro nada colaborador. Talavante lo intentó sin fortuna y allí no pasó nada.
El impacto del toreo de Finito será imperecedero. Todo ocurrió un día que se empeñó en indultar a un toro y que lo mató cuando ya había recibido los tres avisos. Todo entre un escándalo monumental. Ya por la mañana venían las aguas revueltas. Por lo menos, la buena corrida de Cuvillo tapó los sucesos matinales.