Los tres toreros a hombros y el ganadero. Fueron la imagen feliz de uan corrida enorme de principio a fin. Excelente corrida de Zalduendo y El Juli, Manzanares y Perera pletóricos.

Zalduendo / El Juli, Manzanares y Miguel ángel Perera

Seis toros de Zalduendo, bien presentados y de buen juego en general. Destacó el segundo, muy bravo en todos los tercios. El sexto, fue el mejor para el torero, noble y bravo. Fue premiado con la vuelta al ruedo. La corrida planteó algunos problemas, propios de reses encastadas.

El Juli: una oreja y dos orejas.
José María Manzanares: una oreja y dos orejas.
Miguel ángel Perera: saludos tras aviso y dos orejas y rabo.

Olivenza, 2 de marzo de 2008. 3ª de Feria. No hay billetes. Los tres espadas salieron a hombros.

Carlos Crivell.- Olivenza

La corrida era un contraste de estilos. Se enfrentaron tres matadores jóvenes con una trayectoria definida. Sobre el albero oliventino dejaron su huella. A la plenitud de maestro de El Juli le siguió el aroma torero del Mediterráneo de Manzanares, para acabar con la quietud y el mando de Perera, que está en un momento dulce.

Este contraste de toreros necesitaba toros y los hubo. La corrida de Zalduendo fue el molde sobre el que los artistas esculpieron su obra. En magnitud de trofeos quedó por delante El Juli, pero en cuestiones de arte grande fue Manzanares quien se alzó como el héroe. Y como remate absoluto, una faena inmensa de Perera al sexto, presidida por un valor supremo un temple infinito. Perera es capaz de asentarse en una loseta para ligar los pases. Todo ello, con una buena corrida de Zalduendo en la más amplia extensión de la palabra.

El Juli anda sobrado por la plaza. Paró sus toros con sapiencia y poder. El quite mixto -lances diversos enjaretados- al primero levantó pasiones. Le cortó una oreja al que abrió plaza por una labor maciza sin concesiones a la galería. Siempre intentó ligar por abajo en claro gesto de dominio. La explosión llegó en el cuarto, un toro de Zalduendo engatillado y largo, cinqueño, que fue lidiado con precisión. El Juli prolongó la embestida del animal en pases largos y templados llenos de poderío. Esta entrega y ambición tuvo un colofón inmenso en la estocada. Fue simplemente perfecta y contundente. Los toros bien muertos son un canto a la grandeza de esta Fiesta. El Juli está en perfecto estado de revista para la temporada.

En otra onda, dejando los malos dengues a un lado, Manzanares se encontró con su temple y su armonía en Olivenza. Cuajó a los dos toros en faenas con destellos maravillosos por el buen gusto que imprimió en cada instante. La faena al segundo, un toro bravo de verdad, fue de menos a más con lucimiento en grado superlativo por el lado izquierdo. A tal toro, tal torero. Sólo un pinchazo previo a la estocada quitó más premio a tanto empaque torero.

Todo ello quedó ratificado en la faena al quinto, otro buen toro, que encontró en la muleta de seda de Manzanares su destino sin retorno. Nuevamente fue el toreo con la izquierda lo que marcó la cumbre de la faena, que ahora fue rematada de forma soberbia con la espada.

Perera se quedó sin cortar orejas en el tercero. La espada se cruzó en su camino. El extremeño atornilló las zapatillas para ligar de forma impávida los pases, aunque sin agobiar nunca a este toro, probablemente uno de los que presentó algunos problemas del encierro. Perera enardeció a la plaza con su temple y seguridad. La espada le traicionó en el momento supremo.

La temperatura llegó a lo más alto en el sexto. Fue un toro extraordinario que se enfrentó al temple en grado sumo de Perera. Las tandas se hilvanaron de forma mágica en una faena completa, limpia, dominadora y de una quietud excelsa. Era el final que esta Feria merecía. Con las bernardinas ajustadas hasta lo imposible la plaza se estremeció. El rabo fue el premio definitivo a un toreo casi imaginario por su templanza y valentía. Los tres espadas a hombros fueron el mejor antídoto para quien tenga dudas de la vigencia del toreo.

Foto: Toros Comunicación

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