La ganadería de Álvaro Domecq lidió una gran corrida en Córdoba, aunque los toreros la desaprovecharon a pesar de las cuatro orejas injustificadas que se cortaron. El cuarto fue excelente y permitió a César Jiménez cortar dos orejas que le abrieron la puerta de Los Califas aún estando por debajo del toro.  

Torrestrella / César Jiménez, Matías Tejela y Julio Benítez El Cordobés.

Seis toros de Torrestrella, correctos de presencia y de buen juego, salvo porque algunos carecieron de fuerzas. El cuarto, nº 122, de nombre “Tonto”, 560 kilos, fue extraordinario. El quinto y el sexto, buenos.

César Jiménez, de añil y oro, pinchazo y estocada corta (silencio). Estocada corta tendida (dos orejas).
Matías Tejela, de azul marino y oro, media estocada (una oreja). Estocada trasera (una oreja).
Julio Benítez “El Cordobés”, de blanco y oro, cinco pinchazos y once descabellos (algunos pitos tras dos avisos).

Plaza de Córdoba, 2ª de Feria. Menos de media plaza. Jiménez salió a hombros.

Carlos Crivell.- Córdoba

Álvaro Domecq echó una corrida de lujo en la plaza de Los Califas. Fue una corrida para torear bien, de las que necesitan toreros con ganas de salir a flote. Por desgracia, el encierro se quedó sin torear como merecía. Es el signo de los tiempos. El escalafón anda escaso de toreros de calidad.

Así las cosas, cuando un ganadero lidia una corrida tan buena, probablemente se conforma con el balance final: cuatro orejas en una plaza de primera. Espero que Álvaro Domecq quiera algo más para una corrida tan buena. Tampoco ayudan quienes se supone que son buenos aficionados, como el señor presidente de la plaza de Córdoba, que le negó el honor de la vuelta al ruedo a un toro magnífico como el cuarto y nadie le dijo nada. Le había dado dos orejas miserables a su matador, impropias de una plaza de primera categoría, pero se guardó el pañuelo azul, el que podía poner el detalle de su calidad de aficionado. Córdoba, en momentos taurinos delicados, no se salva con orejas a discreción. Se la ayuda reconociendo la categoría de un toro de clase, como ese llamado Tonto, que embistió de forma maravillosa. Hasta su matador, César Jiménez, le pidió la vuelta al ruedo, pero el presidente miró para otro lado.

César Jiménez se enfrentó a ese buen toro. Toreó bien con el capote de salida. El animal fue bravo en el caballo. Jiménez planteó la faena en el centro sobre ambos pitones. Los pases fueron templados, muy distanciados del toro, rematando por fuera, aunque con la virtud de la ligazón, algo que surgía de forma natural ante la calidad, fijeza y repetición de Tonto. Al final, César Jiménez acortó los espacios y ahogó las embestidas del burel. Fue una faena vistosa, acrecentada por la excelencia de la maravilla de presenciar el juego de un toro tan completo. El animal le puso el triunfo en bandeja al torero. Antes, con el flojito que abrió plaza, Jiménez se mostró desconfiado. Estaba en los corrales el llamado Tonto para solucionar su tarde cordobesa.

En una tarde de regalos por parte de la presidencia, Matías Tejela le cortó una a cada toro. La que consiguió del segundo es de difícil explicación. El animal tenía pocas fuerzas y la faena fue distanciada y movida. Algunas tandas con la derecha, con la planta en permanente movilidad, le gustaron al público. Con la izquierda, aún más rápido. Como mató pronto, aunque mal, le regalaron una oreja sin crédito.

El quinto fue otro excelente toro. Tejela le dio mil pases con la derecha en tandas de calidad variada, aunque de nuevo fue un torero precipitado y sin ajuste. El toro embistió siempre; Tejela toreó poco. El espadazo trasero dio paso a otra oreja que no hace honor a una plaza de primera.

Julio El Cordobés ofreció una mala imagen en el tercero, toro que tenía las fuerzas justas, pero pedía un torero seguro y templado, algo diferente a lo que mostró el hijo de Benítez. Para colmo, en pleno desconcierto, dio un mitin con la espada. El sexto fue bueno de verdad, pero el chaval no está preparado. Toreó sobre la derecha de forma mecánica y sin alma, hasta el punto de cansar a tan buen astado. Dos desarmes acabaron con el cuadro.

Cuatro orejas, sí, pero nada para el recuerdo. Una corrida de verdadero lujo que se fue sin torear. Y un toro sin premio por la insolvencia del palco. Así está también la fiesta.

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