La tercera de Córdoba fue insípida e incolora por el mal juego de los toros de Las Ramblas a los que la terna no ayudó en exceso. Finito se reconcilió consu gente, Bautista anduvo entonado y Castella, desaparecido con el peor lote.
Las Ramblas / Finito de Córdoba, Juan Bautista y Sebastián Castella
Cinco toros de Las Ramblas y uno de Torrestrella, lidiado como sobrero en sexto lugar por uno devuelto por inválido. Correctos de presencia los de Las Ramblas, justos de raza y fuerzas, de pobre juego. El quinto, más encastado. El de Torrestrella, complicado.
Finito de Córdoba, de negro y oro, pinchazo y atravesada (saludos tras aviso). Estocada trasera (saludos).
Juan Bautista, de gris plomo y oro, pinchazo y estocada (saludos). Dos pinchazos y media atravesada (saludos con división).
Sebastián Castella, de verde hoja y oro, tres pinchazos (silencio tras aviso). Pinchazo y estocada (saludos).
Córdoba, 26 de mayo, Más de media plaza. 3ª de Feria. Saludaron en banderillas José María Soler y Curro Robles.
Carlos Crivell.- Córdoba
Era la corrida preparada para José Tomás, se supone, pero su juego fue desesperante. Muy cornalones, los toros se quedaron en la fachada. La nobleza de algunos no es eximente en el juicio. El toro que no tiene casta es una lacra. Las Ramblas tiene un problema que solventar, aunque es posible que mientras las figuras lidien sus toros el ganadero está satisfecho. Así van las cosas.
El quinto fue el que más casta tenía dentro. Casta o un punto de genio, pero fue un toro con movilidad, precisamente lo que sus hermanos se habían dejado en la finca. Tenía casi seis años. El toro fue una buena piedra de toque para Juan Bautista, que muleteó con garra sobre todo por el pitón derecho. Tres tandas en las que fue capaz de someter al animal. Se echó la muleta a la izquierda cuando el animal había perdido gas, lo mismo que la faena que se quedó ahí algo lastrada. La siguiente tanda con la diestra ya no fue igual. Eso, y una espada deficiente, marcaron la faena.
Bautista había toreado con primor al segundo con lances de bella factura. El toro se apagó como una vela mala y apenas se dejó dar un par de tandas con la diestra muy bien trazadas, pero al conjunto le faltó intensidad.
La tarde era propicia para analizar cómo andan las relaciones entre Finito y sus paisanos. Está bien, al menos mejor que hace un año. También es cierto que Juan Serrano se mostró como un torero decidido. Sorteó dos toros tan nobles como pobres de fuerzas y raza. En ambos toreó con el capote con algún lance propio de la casa, sobre todo los del cuarto.
Al primero le dio pases buenos sin poder ligarlos. El toro no quería; Finito hizo un esfuerzo a medias. Entre los pases, algunos de calidad excelsa, la que atesora este matador de toros.
El cuarto parecía otra cosa. Finito lo brindó esperanzado pero el toro era una gaseosa vieja. Embistió con un gañafón al final del viaje, Finito no acabó de cogerle el aire del temple y algunos fueron bellos, pero el conjunto no pasó el nivel mínimo exigido. Al menos, Juan Serrano apareció con un ánimo distinto al que ofreció en festejos recientes. La plaza de Los Califas se lo agradeció y quedaron emplazados para esta tarde en el mano a mano entre cordobeses.
Castella mató un toro inservible en primer lugar. Era el que estaba destinado para salir como sexto. El toro, una absoluta birria, se quedó parado ante la porfía de Sebastián.
El sexto, de Torrestrella, no era precisamente bonito. No prometía mucho, pero Castella se lo llevó al centro, se la dejó colocada para ligar los muletazos, aguantó tarascadas y logró sacar un partido insospechado del toro en las primeras tandas con la diestra. Con la izquierda no fue posible el lucimiento. El animal embestía al bulto con la cara alta. Castella se quedó por allí mucho tiempo sin poder enjaretar una tanda completa y exponiendo más de los que merecía el animalito. La estocada definitiva fue de categoría.