El novel ganadero José Cruz soltó cuatro novillos en Córdoba para soñar el toreo. El balance de dos orejas es muy pobre por parte de la terna de novilleros.

Plaza de Córdoba, 3ª de Feria. Un cuarto de plaza. Seis utreros de José Cruz, bien presentados y de buen juego, con mención especial para primero, tercero, cuarto y sexto. Gran puyazo de Miguel Ángel Sandoval al cuarto.
Ángel Jiménez, blanco y plata, seis pinchazos y siete descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, pinchazo y estocada trasera (una oreja).
Juan Ortega, grana y oro, estocada (vuelta). En el quinto, pinchazo, media atravesada y tres descabellos (saludos).
El Zorro, azul marino y oro, estocada (una oreja). En el sexto, estocada y seis descabellos (saludos tras aviso).

Carlos Crivell.- Córdoba

La novillada de José Cruz, de procedencia Daniel Ruiz, fue ideal para unos jóvenes que quieren ser toreros. Se dejaron torear todos, unos más que otros, pero al final, a pesar de tanta calidad, el toreo bueno brilló por su ausencia en la mayor parte del festejo. A la vista de estos aspirantes, el futuro se presenta muy imperfecto.

De la terna, el que toreó con mejor estilo fue Juan Ortega, que sorteó el lote menos propicio. El problema es que este joven es de una frialdad que hiela. Con el segundo, muy apagado, Ortega estuvo sereno y dejó entrever buen corte en muletazos que no pudo ligar, aunque estuvieron impregnados de muy buen gusto.

Al quinto le hizo un precioso quite por chicuelinas, tal vez lo mejor de la tarde con el capote. Ortega, que vende poco su toreo a diferencia de sus compañeros de cartel, se colocó bien y dibujó muletazos de buen trazo. Con su ya dicha frialdad que rayó en la congelación, las tandas sobre la izquierda, sin poder ligar los pases, tuvieron el sello de la distinción, pero el tendido no entró en su labor. El animal no fue de los buenos. Ortega estuvo bien con el lote menos colaborador.

Ángel Jiménez se dejó ir el que abrió plaza que le regaló cientos de embestidas para que pudiera lucirse. A pesar de dos costaladas, fue un novillo de dulce. Al de Écija le falló el temple y le sobró el movimiento de las zapatillas. Con la espada montó un sainete.

Sorteó en cuarto lugar un mansito de calidad suprema, tanta que ahora Jiménez pudo lucirse en tandas muy estéticas en las que hubo exceso de compostura y se olvidó de llevar toreado a su enemigo. El animal fue tan bueno que el chaval pudo ahora mostrar su faceta artística con pases muy sentidos en los que se preocupó de su cuerpo en lugar de relajarse. Aún así, algunos muletazos fueron primorosos. El novillo era para bordar el toreo. Lo mató a la segunda y cortó una solitaria oreja.

El torero local El Zorro gozó del favor del tendido. El muchacho tiene tanta garra en su expresión como falta de quietud. El tercero fue otro animal de clase. Le dio pases por ambos pitones sin ajuste y con mucho movimiento de piernas. Tiene facilidad para enganchar a los tendidos, sobre todo a sus partidarios que eran muchos.
El tendido gritó ¡Zorro! a la salida del sexto. Siempre es bueno que los toreros tengan muchos partidarios. Fue otro buen novillo, que solo pedía temple sin tirones. En la primera tanda ya besó el albero y ahí perdió fuelle. El Zorro volvió a bullir sin asentar las zapatillas y con enganchones a discreción entre el delirio de sus seguidores. El novillo merecía otra cosa.

A %d blogueros les gusta esto: