Mala corrida de Juan Pedro y buen sobrero quinto de Torrestrella, al que Moreno le hizo una faena grande que malogró con la espada. El Cordobés, muy mal y E lFandi, dos orejas de pueblo.

Juan Pedro Domecq / El Cordobés, José Luis Moreno y El Fandi

Plaza de Córdoba, 29 de mayo. 6ª de Feria. Media plaza. Cinco toros de Juan Pedro Domecq, terciados, nobles y muy descastados, y uno de Torrestrella – quinto bis-, bien presentado, noble y flojo, que salió por uno devuelto por flojo. Todos acabaron apagados al final.

Manuel Díaz “El Cordobés”, azul pavo y oro, pinchazo (saludos). Estocada (palmas).
José Luis Moreno, grana y oro, pinchazo y estocada corta (saludos). Tres pinchazos, media atravesada y dos descabellos (vuelta tras aviso).
El Fandi, verde manzana y oro, estocada trasera (una oreja). Estocada (una oreja)

Carlos Crivell.- Córdoba

La gran faena de José Luis Moreno al quinto le dio sentido a una tarde que caminaba por extraños senderos, El noble sobrero de Torrestrella encontró un matador en plenitud que cuajó tandas de calidad suprema. Como era previsible, José Luis sacó a la tarde de la vulgaridad.

La gente la tomó con la banda de música. El maestro se puso serio en la última corrida de la feria y exigió a los espadas que sus faenas tuvieran una mínima calidad. Como la calidad estaba de huelga, la banda secundó el paro y se quedó en silencio. La solanera se enfadó como si le hubieran bajado el sueldo; más incluso, según las voces y cánticos que se entonaron en Los Califas, que siendo de primera parecía una plaza de talanquera.

Casi todo el festejo fue impropio de una plaza seria. La corrida de Juan Pedro fue muy terciada, apenas tuvo fuerzas y la nota común de los astados fue la sosería. El resumen es que no tenían casta. A cambio, eran nobles, pastueños y suaves. En última instancia, eran animales para toreros buenos, capaces de tapar con su calidad esas carencias.

De nuevo se hurtó a la plaza del tercio de varas. El Fandi pidió el cambio antes de que sus toros tomaran el segundo puyazo y el presidente sacaba el suyo en cuanto el toro tocaba el peto. Así las cosas, la corrida fue un divertimento para el público, que además de pedir música jaleó todo lo que ocurría en el ruedo sin ningún tipo de criterio.

Si hablamos de asuntos taurinos, como se podía esperar, José Luis Moreno firmó lo más torero de la corrida. Tampoco era preciso ser adivino para hacer el pronóstico. Moreno lanceó bien al segundo con el capote. El toro, noble y muy soso, le permitió una faena con algunos altibajos, en las que logró pasajes de toreo bueno por el temple y la expresión plástica, sobre todo en una tanda con la derecha y en unos naturales perfectos, aunque falló la ligazón.
En quinto lugar lidió un sobrero de Torrestrella. El titular fue devuelto por inválido. Las maniobras de devolución fueron insoportables. Más de veinte minutos correteó el animal por el ruedo y acabó fuerte y poderoso. Moreno tuvo que matarlo ante la incompetencia de la parada de cabestros. El de Álvaro Domecq estaba bien presentado, pero tenía pocas fuerzas. Moreno le dio sitio y lo toreó despacio con mucho gusto. La bondad del toro agradeció una muleta que le acarició en cada muletazo. La faena creció en intensidad por el pitón izquierdo, el de Torrestrella fue a más porque lo trataban bien y así la tarde alcanzó su momento culminante en cuestiones de buen toreo. De forma lastimosa, la espada le privó de un triunfo grande.

El Fandi puso en marcha su tauromaquia en el segundo. Lanceó variado de capa, hizo quites diversos y colocó las banderillas con poder y alegría. La faena de muleta fue corriente y moliente, a media altura y sin templanza. Recurrió a los rodillazos y molinetes para entusiasmar a la parroquia. La oreja fue de mínima entidad.

En el flojo y noble sexto, al que le hizo un quite por lopecinas, el de Granada volvió a poner la plaza en ebullición con los palos. Cuatro pares puso El Fandi. Se explayó en una faena larga en la que algunas tandas con la diestra fueron más templadas. La plaza vibró con sus alardes y acabó en triunfo.

Abrió terna Manuel Díaz “El Cordobés”, que ni tuvo su tarde ni lo intentó. El primero, noble y flojo, merecía algo más logrado que lo que puso en práctica Manolo, que muleteó sin clase ni temple. El cuarto era un jabonero flojo que se defendió echando la cara arriba. De forma sorprendente, el rubio y veterano espada tardó tres minutos en matarlo. No le gustó nada y tras unos cuantos pases trapaceros, enganchados y horribles se lo quitó de encima. Y aún así lo aplaudieron.

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