Álvaro R. del Moral.- De la Baja y la Alta Andalucía. La pregunta estaba en todos los corrillos. ¿Qué queda en la taquilla¿ ¿Qué aspecto presentará la plaza? Media hora antes del comienzo del festejo empezaron a despejarse las incógnitas: el Sol, tan de Miura, iba camino del lleno que presentó a la misma hora en la que el pasodoble Maestranza abría el cerrojo de esta nueva y extraña temporada taurina. La Sombra no se llenó -los precios tampoco invitaban a ello- pero si podemos decir que no había mucha menos gente que en Málaga, que sí colgó el cartel de no hay billetes sin abarrotar por completo sus repletos tendidos. Alguien compraría las entradas, digo yo. Y aunque algunos quisieron vivir ambas citas como una guerra no tan fría sólo podemos constatar una realidad: el gran público sevillano mantuvo la fidelidad a la fecha y casi llenó la plaza a pesar del desplome del abono y la ausencia de ese público viajero, rumboso y pudiente que escogió a los rebeldes en las orillas del Mediterráneo. Ya saben que ni una ni otra corrida respondió a lo esperado. Con una diferencia: en Málaga se lidió un fracasado combo ganadero escogido por sus matadores y sin opción a sorteo. En Sevilla se echaron a la espaldas un duro y correoso corridón de Miura que Daniel Luque y Escribano lidiaron con entrega, suficiencia y hasta brillantez. Pues eso.
De los platos precocinados… Y una cosa nos lleva a la otra. La historia antigua y reciente ha demostrado mil veces que premeditar las cosas no siempre es rentable en el toreo. Ya lo mencionamos algunas semanas atrás al hablar de los peligros inherentes al dios toro, que chocan frontalmente con esos planes preconcebidos -llámenlos tour, agenda de eventos o lo que ustedes quieran- presentados a bombo y platillo por algunos de los diestros alzados. El propio Morante acaba de comprobarlo: primero, asistiendo al hundimiento irremisible de la plaza de Córdoba -que ha recibido la puntilla de la extraña empresa que la rige- después de cortar cuatro orejas y un rabo en la tarde inolvidable del pasado año; y segundo, renunciando -parece ser que definitivamente- al mano a mano zaragozano que sustituía su congelado compromiso cordobés por una lesión en el hombro que se produjo en el frustrado happening de Málaga. Treinta eran los eventos programados; menos uno son 29. Y en la taquilla de Zaragoza, dicen, tampoco había muchas fiestas a pesar del atractivo indudable del cartel -se trataba de un mano a mano con el renacido Finito- y el buen trabajo desarrollado por el productor de arte, léase Simón Casas. Y ya que estamos con Málaga, ¿que hay de mentira y verdad en los vericuetos de la fantasmal retransmisión de la corrida por Canal Plus? Aunque llegó a darse por hecho, la cadena privada no llegó a promocionarla nunca aunque se rumoreó que ese anuncio demorado sólo estaba justificado porque no se quería perjudicar la taquilla. La verdad del asunto sólo la conocen los interesados.
¿A qué esperan para prohibirlas? Pero, como en un efecto péndulo, tenemos que volver a Sevilla. La corrida del Domingo de Resurrección se había vuelto a ver precedida de esas alucinantes manifestaciones antitaurinas -no reúnen ni a medio centenar de vociferantes activistas- que se autorizan a la misma hora y en el mismo lugar de la celebración de un espectáculo legal y legítimo que, en el caso del pasado domingo, concitó la atención de casi diez mil espectadores. En Francia nos dan sopas con onda en este aspecto. Sus desacomplejadas autoridades ya prohibieron hace tiempo este tipo de protestas -plagadas de insultos y descalificaciones a los espectadores- cuando coincidan con el tiempo y el lugar de la celebración del festejo. Los mismos que las autorizan escuchan pregones con cara de arrobo y se sientan en burladeros kilométricos aunque el pasado año se llevaron la reprimenda de Morante desde el mismísimo ruedo cuando tomaba la espada a la vez que arreciaban esos gritos que pulverizan el ambiente de la plaza y la concentración del propio torero. La protesta se anunciaba con pasquines callejeros antes de Semana Santa y contó con el correspondiente corte de tráfico que impidió que muchos espectadores y algunos profesionales de la información pudieran llegar a la plaza en tiempo y hora. Un día alguien perderá la paciencia y se cansará de que le llamen asesino cuando acude a los toros con su mujer o sus niños de la mano. Será el momento de lamentar no haber actuado a tiempo y de buscar esas responsabilidades que tanto gustan en la piel de toro. Cambiaremos de tercio para despedirnos. Comienza esa intensa preferia plagada de actos que nos hace retroceder a otro tiempo. El recorte del ciclo continuado nos devuelve a otras cifras, a otros modos y nos permite reposar unas vísperas que este año se alargan y se vuelven a plagar de eventos y celebraciones de todo pelaje. Un último dato para los amantes de la historia: el famoso mano a mano malagueño de Gallito y Belmonte del que se quería conmemorar el centenario se celebró el 28 de febrero de…1915. Pues tienen un año entero para seguir celebrándolo…
Publicado en el blog La tarde colgada al hombro…