El mano a mano de Cajasol número 49 cubrió ampliamente las expectativas que se esperan de estos actos. Repetía Dávila Miura, que el viernes volverá a torear en la plaza de toros de Sevilla, pero tal vez la gran novedad, y al mismo tiempo la gran sorpresa, fue la presencia del compositor Abel Moreno. José Enrique Moreno fue como los buenos banderilleros. Solo apareció en los momentos precisos para encauzar el orden, pero dejó fluir la palabra de los protagonistas, que como suele suceder en la mayoría de estos encuentros llegaron relajados, contentos y dispuestos a hablar de todo.

Con el hilo conductor de la música y el toreo, se sentó de entrada que es algo fundamental para la corrida la existencia de la música. Lo dijo Eduardo Dávila y lo confirmó el maestro Abel Moreno. Como se puede deducir con facilidad, la primera parte estuvo dedicada al pasodoble Dávila Miura que escribió el músico de Encinasola al torero sevillano, inspirado en un saludo en la plaza de Madrid allá por el año 2002 y que, como afirmó el autor, lleva algunas notas de su marcha Macarena. Con el nombre Macarena ya estaban colocados todos los ingredientes sobre la mesa. Dávila es macareno y Abel Moreno compuso esa marcha maravillosa que es una de tantas que se le han dedicado a la señora de San Gil.

Tras la audición del pasodoble, Abel Moreno cogió la batuta, cosa lógica por otra parte, para desgranar recuerdos e impresiones. Ha compuesto 56 pasodobles taurinos, aunque matizó que algunos son más bien flamencos. Casi todos los toreros del momento tienen un pasodoble firmado por quien fue el director de la Banda Soria 9. Recordó que el primero se lo dedicó a Paco Ojeda después de ver una tarde del genio de Sanlúcar en Algeciras. También matizó que recomienda a las bandas que cuiden el repertorio, porque ahora se escuchan en las plazas de toros músicas muy bellas pero alejadas del toreo y lo que debe escucharse es el pasodoble. Lo mismo que le parece mal que se toque Paquito el Chocolatero. Contó una genial anécdota con Pepín Tejera cuando le dijo que los músicos de la banda no querían tocar cosas nuevas, porque con pasodobles ya conocidos podían ver la corrida al mismo y no tener que mirar la partitura. 

Abel Moreno se etiquetó como amante del arte. Dejó entrever preferencias por Morante sin nombrarlo con claridad. Y, como no podía ser de otra forma, también habló de sus marchas procesionales, entre las que La Madrugá ocupa un lugar muy especial. Esta marcha es conocida e interpretada en todo el mundo, se estrenó con el palio de Los Estudiantes un Martes Santo y se ha tocado en conciertos clásicos junto al Réquiem de Mozart. Contó que todas las hermandades de la madrugada sevillana tienen su momento en la marcha.

Pero allí estaba Eduardo Dávila Miura, que dejó parte del tiempo al maestro pero dejó perlas maravillosas. Así, sobre el día de la corrida de Miura en Sevilla en 2015 refirió como su hija mayor estaba muy preocupada porque sus amigas, y los padres de sus amigas, irían a la plaza y preguntaba a su progenitor si iba a estar bien. O la otra hija, Rocío, que toda la corrida se la pasó saludando a su padre, incluso cuando estaba en el centro del ruedo en el tercio de banderillas. Y el remate de su hijo Eduardo, ya en el coche de cuadrillas de vuelta de la plaza, que en medio de la inmensa alegría por el triunfo solo tenía una preocupación: “Papá, ¿y mañana tengo que ir al colegio?”.

Dávila contó cómo la gente pide al torero que deje de torear para escuchar los solos de los pasodobles. Y puso el énfasis en la emoción que le supone escuchar su pasodoble vestido de luces en el ruedo. Y también la preocupación de que la propia composición supere en fama al mismo torero. 

Todo tenía como fondo el festival del viernes en Sevilla. Abel Moreno escribió una marcha a la Macarena llamado así: Macarena. Pero ya había otra magnífica titulada también Macarena que escribió antes Emilio Cebrián. En una ocasión tuvo el privilegio de subir a la imagen hasta su camarín y se quedó a solas, frente a frente con ella. Contó Abel Moreno que le puso Macarena porque no sabía que había otra con el mismo nombre. Y asegura que todas sus dudas se las resolvió la misma Virgen cuando le dijo: No te preocupes, porque ya en el futuro cuando mencionen tu marcha siempre dirán: Macarena, de Abel Moreno.

No recuerdo un mano  a mano tan medido y tan emotivo; tan jugoso e ilustrativo. Faena con los pases justos, sin excesos pero de sabor intenso. Sonaron las notas de Macarena, naturalmente de Abel Moreno, en el salón de Cajasol. Algunos asistentes tenían lágrimas en las mejillas. No me pregunten los motivos. Cuando la emoción invade un ámbito, llorar es lo más humano. Y el llanto también puede ser de felicidad. La habían logrado un torero y un músico. Esto ocurrió en el mano a mano 49. El número 50 puede ser algo inolvidable. Será el 19 de noviembre.

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