El mano a mano entre Nuria Roca y Manzanares nació lastrado por la falta de delicadeza de la organización, que había convocado a todos a las nueve de la noche pero que a las nueve y media tenía al personal en las puertas de la sala Joaquín Turina aglomerada y enfriada. Se estaba celebrando en la sala un concierto musical. No cabe más imprevisión ni mayor falta de respeto. El moderador de estos actos, José Enrique Moreno, tuvo que justificar lo injustificable.

El mano a mano fue ligeramente descafeinado. Nadie puede dudar de la belleza y facilidad de palabra de Nuria Roca, aficionada consorte por su matrimonio con el antiguo periodista taurino Juan del Val. Su presencia fue, al menos, un bálsamo delicioso para la vista en un acto que se deslizó por lugares comunes, los mismos tópicos de siempre y que apenas profundizó en las auténticas razones por las que la televisión no dedica más tiempo a los toros.

A Manzanares no se le puede pedir facilidad de palabra. Según Nuria Roca es guapísimo y tal vez no necesita no hablar. Se limitó a contar alguna vivencia suelta y reiteró en varias ocasiones que