Antonio LorcaANTONIO LORCA.- La junta directiva de la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET), que integra a los empresarios de las plazas más importantes, ha hecho público un comunicado demoledor y muy desesperanzador sobre el presente de la fiesta de los toros. Textualmente, considera que la fiesta ‘está en quiebra y se acaba a causa de la profunda crisis económica y social de la última década y unos costes inasumibles’.

Si entrar en detalles concretos, los empresarios llegan a esta conclusión tras hacer balance ‘del grave deterioro económico que está sufriendo la fiesta, especialmente en los últimos cinco años’, y concluyen que ‘la crisis es de fondo’ porque están expuestos ‘a la presión de unas condiciones de contratación, arrendamientos y cánones desorbitados, que están dejando concursos desiertos, o que imposibilitan la concurrencia a las plazas más importantes del país; acompañados y lastrados por unas cargas sociales y fiscales asfixiantes’.

‘La fiesta se encuentra paralizada en su evolución -añaden- por unos inmovilismos vestidos de tradición, marginada de los medios audiovisuales y una larga lista de agresiones que detallaremos cuando proceda’. ‘La tauromaquia -continúan- necesita con urgencia el esfuerzo de todos sus integrantes para no caer en la marginalidad. Los empresarios y no solo nosotros, por supuesto, no podemos soportar la situación por más tiempo. Si no somos capaces de adaptarnos a la realidad, esta nos devorará. Por eso llamamos a todos los sectores a enfrentar los problemas con rigor y amplitud de miras. El toreo es un arte único e irrepetible, no bien comprendido por todos, pero es un patrimonio cultural de un valor incalculable; ahora está en nuestras manos que este legado no se pierda’.

Recuerdan los empresarios, más adelante, que son ellos quienes ‘imaginan, crean y venden el espectáculo, por lo que tienen una visión de conjunto de lo que ocurre, y su situación privilegiada como vértice en la pirámide organizativa, le dota de mayor información sobre los problemas que acontecen a cada parte del todo en el espectáculo; por eso, en estos duros momentos, tenemos la obligación de trasladar nuestro análisis a los demás sectores y a la afición’. A su juicio, ‘los síntomas estaban latentes y persistentes desde hace bastante tiempo, y todos nuestros intentos -no siempre bien entendidos- de hacer frente al muro de problemas que asolan el sector no han servido más que para posponer la solución a la crisis estructural que anega el sector’. ‘El sector empresarial -concluyen- ha sobrepasado su capacidad de absorción de los costes desproporcionados del espectáculo, desde su base, las novilladas, hasta las más excelsas corridas de toros’.

A la vista del contenido de este durísimo comunicado hay que hacer notar las negativas consecuencias que de él se pueden derivar para la fiesta. No es habitual que uno de los sectores protagonistas del negocio enturbie de esta manera su imagen y ofrezca sobrados motivos para que las instituciones, los aficionados y los espectadores abandonen toda esperanza de recuperación. Echar tierra, y de este modo, sobre el propio tejado no parece el método más adecuado para la solución de los problemas.

Los empresarios tienen todo el derecho para expresar libremente su opinión sobre el estado de la fiesta de los toros, pero toda sentencia debe tener en cuenta el daño que puede causar y una buena dosis de autocrítica, coherencia y sensatez.

Alguna responsabilidad tendrán los empresarios en la ‘quiebra’ actual de la fiesta. No son solo circunstancias ajenas las que han llevado a esta situación. La mayoría de estos grandes organizadores de espectáculos taurinos llevan muchos años al frente de sus plazas y han sido testigos y responsable de la riqueza, la bonanza y la supuesta debacle.

Habría que preguntarles, primero, cuál ha sido su estrategia contra la crisis, con quiénes han dialogado, cuáles son sus propuestas para el futuro. Habría que preguntarles qué han hecho por la fiesta más allá de limitarse a confeccionar carteles y echar a la gente de las plazas.

Los empresarios, como tal grupo, llevan años enrocados en planteamientos obsoletos, arcaicos y rancios, -alejados todos ellos (los empresarios y sus métodos) de las prácticas de la empresa moderna-, y no es de recibo que, a estas alturas, traten de limpiar sus conciencias con un comunicado insensato y vergonzoso.

Pronto se cumplirá un año de aquella comida en la que el empresario de La Maestranza de Sevilla criticó a las figuras por su escasa implicación en la crisis y provocó la huida de cinco de ellas. ¿No será el comunicado de ahora un aviso para navegantes antes de que se inicien las negociaciones para la próxima temporada? Si así fuera, sería mezquino.

Es posible que los empresarios tengan razón; será cierto, sin duda, que la fiesta está en quiebra. Pero lo que está seriamente agrietado es el sector que, por toda solución, ofrece un mensaje demoledor y exento de toda responsabilidad. La fiesta de los toros merece personajes de mayor altura.

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