Carlos Crivell.– Esta es la reseña de una novillada que he visto el domingo en Canal Sur. Tenía especial interés en comprobar la evolución de Manolo Vázquez, que dentro de poco más de un mes se presentará con picadores en Sevilla. La sorpresa ha sido grande. El nuevo Vázquez es ya un torero que ilusiona, al que se puede seguir por las plazas porque atesora ese don tan misterioso de la naturalidad, heredado de sus antepasados, que si mantiene en el futuro, y tiene la suerte necesaria, puede proporcionar a Sevilla otro torero para la alegría y satisfacción de sus aficionados.

Este texto no es una crónica al uso, entre otros motivos porque si lo fuera tendría que abordar el análisis de la actuación de un rejoneador llamado Alexis Navarro, y la verdad es que no quiero molestar a nadie y menos al chaval. Tendría que ahondar en la actuación de José Ruiz Muñoz, que después de siete años mantiene sus mismas cualidades y similares defectos.

Se trata de contar a quienes tengan el detalle de leer estas líneas que Manolo Vázquez es una realidad, que Sevilla puede tener otro torero para el futuro, que sus formas son las propias de la familia en la que ha nacido y que ese conjunto de virtudes no se aprende, sino que se llevan en los genes. Manolo Vázquez mueve los avíos de torear con suavidad, coge la muleta por la mitad del palillo, sale y entra de la cara del toro con serenidad, mece las telas con armonía y buen gusto y destila por todos sus poros un incontestable olor a torero. El futuro será quien marque su destino. Se trata de una profesión muy difícil, sujeta a múltiples circunstancias que cambian el destino final, pero, si me lo permiten, les aconseje que traten de ver a este nuevo Vázquez. Si repite lo de Niebla en este domingo agosteño, seguro que se convertirán en admirador de quien es una notable promesa en un futuro inmediato.

Es cierto que hablamos de un torero muy joven, que tiene que mejorar muchos aspectos de su tauromaquia, sobre todo el manejo de la espada y el descabello, algo que se puede aprender; lo que no se aprende es a torear con esa frescura, esa gracia tan sevillana y esa naturalidad. Y es que se llama Vázquez.

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