Almería_plaza de torosCarlos Crivell.– La Feria de Almería de 2014 no ha mejorado el nivel medio de los últimos años. Las entradas han sido flojas, el toro ha menguado de trapío, el público mayoritario ha perdido su educación taurina y la autoridad ha sido condescendiente en los corrales y en el palco. Se han reunido una serie de circunstancias que no ayudan para que el futuro sea más optimista.

Lo cierto es que la empresa Chopera ha mejorado la promoción de la feria con distintas actividades encaminadas a mejorar la asistencia al coso. Como ocurre en otras ciudades, la entrada gratis a las novilladas en clase práctica de los alumnos de las escuelas taurinas congrega a multitud de asistentes. Es decir, que hay interés por el toreo. Sería fácil culpar, a la vista de ello, a la situación económica del escaso nivel de espectadores en los festejos de pago. La crisis influye, pero es preciso ahondar en otras causas.

La feria de Almería ha sido siempre una de las mejores entre las plazas de segunda. Se anunciaban buenos carteles de toreros, ganaderías de lujo y el eco de lo sucedido en la plaza tenía una notable repercusión en el mundo de los toros. De unos años a esta parte, todo ha cambiado. Se ha reducido el número de espectáculos, los carteles son de menor categoría y, lo más grave, el tipo de toro que sale al ruedo es de mucho menor trapío. Si a ello le añadimos que en la plaza ha bajado el nivel de exigencia, que la autoridad mira para otro lado, que los medios locales apenas matizan cómo se han perdido estos valores, al final no encontramos con un ciclo que necesita una profunda reflexión por parte de todos, si es que todos los implicados están de acuerdo en modificar el actual estado de la feria.

La casa Chopera debe proseguir con su labor de divulgación, promoción y difusión. También debe ofrecer unos carteles más rematados en los cuatro o cinco espectáculos que presenten a la afición. Se debe cuidar el toro, sobre todo hay que volver a un ganado mejor presentado (la corrida de Benjumea del sábado 30 de agosto es un buen ejemplo).

La autoridad ha claudicado de manera lamentable. En Almería siempre he conocido como presidente a Marcos Rubio, al que critiqué de forma persistente por su escasa capacidad para presidir corridas. Cuando ha dejado el cargo, la noticia es que este año lo he echado de menos, ya que su sucesor no tiene entidad para ese cometido. Ha permitido la lidia de toros muy mal presentados (el que El Juli lidió en primer lugar de Charro de Llen era algo impropio de una plaza medio seria), permitió el primer día los cambios con dos pares de banderillas, ha barajado las orejas a su antojo y siempre denotó una imagen prepotente en el palco. Como ejemplo de su arbitraria manera de dar las orejas, además de conceder algunas primeras con peticiones insuficientes, le negó las dos orejas a una gran faena de Ponce, mientras que a Perera se las dio a un tiempo por una faena mal rematada con la espada y después de que el torero escuchara un aviso. Caprichos absurdos, es como si quisiera recordar que es el más listo de la plaza. Y todo ello en alguien que había concitado las esperanzas de los aficionados por su condición de periodista crítico en etapas anteriores. Muy mal, por tanto, Benjamín Hernández Montanari.

El grado de educación taurina ha decrecido en todas las plazas de toros. En ese sentido, Almería no es una excepción. Aún así, en algunos momentos se producen situaciones llamativas, a veces con peticiones de trofeos desorbitados, jaleos tremendos en la plaza con peleas entre los espectadores, una banda de música que toca Campanera de forma habitual, gritos a destiempo…,  todo un cúmulo de manifestaciones carentes de torería. La belleza del coso, su alegría natural, la forma de entender el toreo de sus aficionados, la propia merienda tan clásica, todo es parte del toreo en Almería, pero de ahí a lo que se vive en algunas tardes hay una diferencia abismal.

Y como colofón, existen algunos ‘divinos’ de la ciudad que pontifican con sus ideas y que también tienen su influencia sobre un ambiente enrarecido, al que contribuyen los medios locales, de los que prefiero pensar que están entre la espada y la pared y no pueden contar la realidad de lo que sucede. En algunas crónicas ni se menciona el juego de los toros, o se tergiversa la realidad de forma incomprensible.

Todo este alegato está escrito desde mi profundo cariño a una ciudad acogedora, a una gente muy buena, a muchos aficionados decepcionados y con el ánimo de contribuir, cosa que dudo, a que en el futuro cambien muchas cosas para que esta Feria vuelva a ser la mejor de Andalucía entre las plazas de segunda, lo que ya no ocurre.

A %d blogueros les gusta esto: