Antonio Lorca.- El torero Manuel Jesús Cid, El Cid, es uno de los mejores intérpretes del toreo al natural; su larga trayectoria de veinte años como matador de toros no ha sido valorada con justicia, y todo torero heroico merece que alguien cuente al mundo su lucha y esfuerzo.

Esto es, al menos, lo que piensa Crivell, crítico taurino forjado en distintos medios a lo largo de una extensa carrera; una autoridad en el análisis de la fiesta de los toros que ha contado con la colaboración de la editorial El Paseo para publicar El Cid, un torero al natural, que vio la luz el pasado mes de abril y que aún no ha podido ser presentado a causa del coronavirus.

“He pretendido poner en su sitio a un torero muy bueno”, afirma Carlos Crivell. “Yo creo que quienes se visten de luces y pelean con todas sus fuerzas por alcanzar la gloria merecen un libro”, continúa; “son vidas cuajadas de sacrificio, esfuerzo, dureza, dificultades e incertidumbres que denotan el mérito que supone llegar a ser un torero importante”. En opinión del autor, El Cid es uno de ellos que, hasta ahora, no ha tenido quien le escriba, y ha sufrido, además, una inexplicable campaña de acoso y derribo: “Tengo la clara sensación de que El Cid no ha sido suficientemente apreciado; incluso, en ocasiones, minusvalorado. Quizá por ello, me parecía justo destacar los muchos logros de su trayectoria, respaldada por extraordinarias tardes de toros”.

¿Qué quiere decir con eso? Responde Crivell: “El propio torero afirma que nunca ha regalado nada a nadie (creo que se le entiende) y, a lo peor, algunos no lo han asimilado. Hay medios de comunicación que viven de la publicidad taurina y lo maltrataron porque El Cid decidió no anunciarse en ellos. Tanto es así, que en el año 2006 salió a hombros en Madrid y Sevilla y hubo algún periodista que no lo incluyó en la lista de los 10 mejores toreros de la temporada”.

Crivell admite, no obstante, que la trayectoria del torero de Salteras ha sufrido altibajos sorprendentes. “Yo divido su carrera en cuatro apartados: primero, la etapa novilleril, durísima, como la de otros muchos; seis años forjándose en el valle del terror. La segunda, la alternativa en 2000 y su maduración como matador hasta 2005; la tercera, de 2005 a 2010, la etapa de figura del toreo, basada en dos puertas grandes en Madrid y cuatro Puertas del Príncipe; y la última, de 2010 a 2019, el declive, aunque no falta cada año un detalle con el que recupera su categoría”.

Crivell no tiene duda: El Cid es torero de Madrid. Y lo argumenta: “por su explosión novilleril, la alternativa en Las Ventas, y por su grandes faenas, algunas de ellas malogradas con la espada; después, se ha ganado el título de predilecto en Sevilla, Santander, Bilbao, plazas de Francia, pero torero de Madrid”.

“El Cid ha sido más poderoso que artista”, prosigue el autor de la biografía. “Un torero de corto repertorio con capote y muleta, que basa su tauromaquia en la distancia del toro y el temple”.

El libro destaca, además, el largo y feliz idilio de El Cid con los toros de Victorino, que comenzó en 2002 en Bayona con Gamberro, al que le cortó las dos orejas y el rabo, y acabó convirtiendo al torero en un especialista en esta ganadería. “Creo que la clave reside en que fue un torero capaz de adaptarse a todos los encastes: Albaserrada, Núñez y Domecq, entre otros”, explica Crivell.

En su opinión, la tarde más completa de la carrera de El Cid sería la encerrona con seis toros de Victorino Martín, en Bilbao, el 25 de agosto de 2007. “Cortó cuatro orejas, y demostró un conocimiento perfecto de los toros, una enorme capacidad de superación y una confianza ilimitada en sus posibilidades. Fue la demostración de lo que es una verdadera gesta en el toreo”.

Pregunta. Reconozca que El Cid también ha protagonizado tardes desesperantes…

Respuesta. Es cierto que ha habido grandes faenas que no fueron rubricadas con la espada, y a pesar de ello no creo que El Cid haya sido un mal matador de toros. Ha fallado en momentos fundamentales, especialmente en Madrid, pero ha matado bien a muchos toros. Téngase en cuenta que es zurdo, lo que implica una dificultad añadida en la suerte suprema. Pero es verdad que la faena que no se rubrica con la espada se difumina y se olvida pronto.

P. Al natural, una figura indiscutible…

R. Sin duda, El Cid ha sido uno de los mejores intérpretes del toreo al natural. Creo que ha tratado tan bien a muchos toros que ha mejorado su condición. Cuando los citaba de largo, con todas las ventajas para el toro, y los embarcaba con temple y ligazón, embellecía el comportamiento del animal”.

P. ¿Ha sido El Cid un torero feliz?

R. Sí. Cuando un torero está bien apoderado, y él lo estuvo desde 2002 a 2016 con Tornay y Ellauri, existe el terreno propicio para la felicidad, fruto de la confianza mutua.

Dos Puertas Grandes de Las Ventas, cuatro salidas por la Puerta del Príncipe, torero de Madrid y predilecto de Sevilla. Veinte años de matador de toros…

Carlos Crivell escribe en las primeras páginas del libro: “La vida de un torero es un acontecimiento único, un ejemplo de cómo el sacrificio lleva a la gloria o a ninguna parte”.

Y entre las numerosas citas periodísticas, una de Joaquín Vidal sobre una novillada celebrada en Madrid el 26 de mayo de 1999: “Se puso a torear El Cid por naturales y aquello era distinta cuestión. No esperó a nada ni hizo preámbulo alguno: por naturales, así, como suena. Ya es un detalle que en pleno imperio del derechazo venga un novillero y se emplee en los naturales a las primeras de cambio”.

Manuel Jesús, El Cid, un torero al natural…”.

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