La corrida de El Puerto tuvo un triunfador claro: Manzanares, que bordó el toreo ante una pésima corrida de Juan Pedro. La faena al tercero fue una maravilla sin remate. Ponce y El Juli, muy perdidos.

Juan Pedro Domecq / Enrique Ponce, El Juli y Manzanares

Ganadería: seis toros de Juan Pedro Domecq, mal presentados, muy pobres de pitones y de poca casta, excepto el tercero que fue mejor en la muleta.

Enrique Ponce: estocada y dos descabellos (silencio tras aviso) y tres pinchazos y estocada trasera (silencio tras aviso).
El Juli: tres pinchazos y estocada (silencio) y tres pinchazos y estocada (saludos tras aviso).
José María Manzanares: dos pinchazos y estocada (vuelta tras aviso) y estocada (dos orejas).

El Puerto de Santa María, 27 de agosto. Media plaza. Saludaron los banderilleros Carretero, Trujillo, Antonio y josé María Tejero. Enorme Curro Javier con el capote. Manzanares salió a hombros.

Carlos Crivell.- El Puerto

La corrida portuense, media plaza con un cartel de tronío, fue la confirmación de muchos supuestos. La mayor alegría de la tarde fue la posibilidad de ver torear con una elegancia suprema a José María Manzanares. La faena al tercero fue sencillamente majestuosa, una sinfonía de toreo bueno que el alicantino emborronó con la espada. También se confirmó que el ganado de Juan Pedro está para el matadero. Es difícil lidiar en El Puerto, plaza de segunda, una corrida con tan poca clase y tan mal presentada. Esto no es nuevo, aunque siempre se puede esperar que en el coso emblémático del rincón gaditano Juan Pedro presente mejor género. No caben reses con una presentación tan indecorosa, por no hablar de los pitones, un tema que parece arrinconado pero que en algunas ocasiones resulta escandaloso. Y, por desgracia, la otra confirmación fue que Ponce está bajo mínimos.

La actitud de Manzanares fue la de un espada en estado de gracia. El tercero apenas tomó un puyazo de costado. Llegó con mayor viveza a la muleta, aunque antes probó la lidia perfecta de Curro Javier en capotazos largos y templados. Manzanares no esperó para dictar su lección de toreo puro. En los ayudados por bajo entendió que el de Juan Pedro respondía y tenía nobleza. A partir de ahí, Manzanares fue esculpiendo una obra de momentos sublimes por ambos pitones. Se sustentó en la mano derecha; auqnue con la izquierda también cinceló muletazos lentos, armónicos, elegantes, todo lleno de una plasticidad fuera de lo corriente. En los derechazos se durmió y se gustó para llevar embebida la noble arrancada del animal. Fue una faena que alcanzó momentos de auténtico clamor, ya con el torero embriagado de torear con tanto regusto, hasta el punto de resultar desarmado por querer parar el tiempo en cada pase. Fue una faena de trazos enormes que merecía la firma de una buena estocada. No fue así y se conformó con una vuelta con palmas por bulerías.

En el que cerró plaza, Manzanares estuvo por encima de un toro impresentable que llevó la cara por las nubes. Toreó mucho sobre la derecha ahora con más que empaque que profundidad. El recuerdo de la faena anterior pesó mucho en el ambiente. Casi todo fue sobre la derecha y el toro acabó rajado. Antes, unas trincherillas subieron el tono de su labor y llevaron el calor al público. El de Alicante es un seguro de clase y toreo puro, a pesar de los de Juan Pedro.

Si el tercero fue el mejor de la corrida penosa de Juan Pedro, el quinto se salvó por los pelos y por la suficiencia de El Juli. El toro aguantó con poca casta y algo de bondad una faena mecánica de El Juli que se basó en muchos pases sobre la diestra con solvencia, facilidad y un punto de aburrimiento. Fue una labor muy previsible, tanto como la poca entidad del anovillado torito de Juan Pedro. Pero ta tarde no era la mejor para el madrileño que, cosa rara, ofreció un concierto de malos pinchazos.

El mismo torero se había estrellado con el segundo, parado y medio muerto en los primeros compases de la faena. No cabe mayor vulgaridad de toro en manos de un matador tan poderoso. Ya entonces comenzó a pinchar de forma desastroza. No fue la mejor tarde de El Juli, a pesar de la birria de reses que lidió.

No fue buena la imagen de Ponce en este festejo veraniego portuense. Ciertamente pechó con dos reses de ínfima calidad, pero aún así se vio un torero desganado a veces, mientras que volvió a mostrarse acelerado en otros momentos. El primero fue un toro sin raza que se quedó siempre a medio camino. El viento le molestó en la muleta, pero no se le apreció ninguna intención de cambiar los acontecimientos. Ni cambió los terrenos ni echó mano del socorrido botijo. En fin, que Ponce dio pases de escasa calidad.

El toro melocotón que hizo cuarto tenía el defecto de gazapear. Ponce hizo una faena larga sin alcanzar la brillantez en nigún instante. Otro montón de pases insulsos y la sensación de que el torero no está en su mejor momento. Todo lo ratificó en un petardo a la hora de la suerte suprema.

La corrida la salvó Manzanares.La empresa debe tomar nota. Este lote de Juan Pedro marca los mínimos en cuanto a presentación. Otro toque es para la autoridad. Esos pitones son impresentables, como los mismos toros, dignos de una plaza de tercera. Así no se cuida a una afición.

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