El Puerto: Manzanares se corona en medio del vendaval

Plaza de toros de El Puerto de Santa María. Sábado 21 de agosto. Última corrida del abono veraniego. Tres cuartos de entrada en tarde calurosa y con fuerte viento de levante. Destacaron en banderillas El Lili y Trujillo.
Cuatro toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación, aunque algunos en el límite (2º, flojito y encastado, 3º noble, 4º inválido y 5º con recorrido hasta que se rajó) y dos de Gavira desiguales (1º serio y soso y 6º escurrido y reservón)
Morante de la Puebla, de blanco y pasamanería y chaleco negro; pinchazo y media caída y atravesada (leve división de opiniones). Pinchazo hondo trasero, pinchazo y estocada baja (saludos tras aviso)
José María Manzanares, de blanco con adornos en negro; estocada (dos orejas). Pinchazo y estocada (dos orejas)
Daniel Luque, de blanco y galón negro; estocada perpendicular y descabello (oreja). Estocada trasera y baja y dos descabellos (saludos)

Álvaro PASTOR TORRES/ El Puerto

Continúa el idilio de Manzanares con la plaza Real portuense. Ni el fuerte y molesto viento de levante, ni el baile matinal de corrales pudieron con las ganas y el arte del torero nacido en el Levante español, que consiguió cortar cuatro orejas en medio del fervor popular.

Principió su labor con un desigual saludo de capa al segundo donde alternaron verónicas de diverso trazo, siempre ganando terreno. Mandó a su varilarguero cuidar al toro durante el monopuyazo habitual en esta plaza. Ya en banderillas se destapó la buena condición del burel, con franco recorrido, lo que permitió lucirse a los rehileteros. La primera galopada de la faena llevó a toro y torero a los terrenos de sol. Ni un momento de apuro en la primera tanda al quedarse descubierto por el aire, ni un susto en la siguiente por la zurda amilanaron al matador que cinceló una labor eminentemente diestra, de tandas cortas, abelmontados y profundos pases de pecho y cambios de mano como sólo los sabe aplicar el de Alicante. A mitad del trasteo hubo una leve bajada de intensidad que remontó en los últimos compases. Mató con su habitual certeza y las dos primeras orejas fueron al esportón.

Con lances a pies juntos de bella factura recibió al jabonero sucio que hizo quinto. Tampoco dejó que Chocolate le diera fuerte en el único puyazo que recibió el toro. Pronto se asentó con la muleta el levantino y puso al respetable en pie con un toreo plástico y muy entregado donde sobresalieron unos larguísimos cambios de manos y unos macizos derechazos. Inspiradísimo con la zurda improvisó pases de ensueño ante un toro que amenazó varias veces con rajarse. Pinchó arriba en la primera entrada y acertó de pleno en la segunda. Otras dos orejas.

Morante cumplió sin más en un suave recibo con el capote al que abrió plaza. Dejó que le dieran de lo lindo en un interminable puyazo. Faena básicamente con la zurda condicionada por el viento, aún así hilvanó dos lentísimos y ajustados naturales y un molinete barroco que se agradecieron con creces. Que el público esperaba al genio sevillano lo atestiguan las palmas por bulerías que antecedieron a la salida del anovillado cuarto. En los lances, más jaleados que enjundiosos, ya se manifestó la invalidez absoluta del animal. Con la franela sólo pudo el de La Puebla del Río apuntar algún cartel de toros en medio de un silencio casi maestrante sólo roto por alguna guasa a destiempo en la solanera. De nuevo el viento hizo de las suyas, pero Morante porfió largamente demostrando que posee el secreto del temple.

Daniel Luque salió espoleado en su primero tras el zambombazo de Manzanares: largo saludo de capa y casi una decena de pases a pies juntos para abrir la faena. Asentado y mandón al principio fue rebajando la intensidad, perdiendo distancias y menguando en temple. Mató rápido y tocó pelo. Con el reservón sexto estuvo voluntarioso pero no había mucho más que hacer.

Caía la noche y las desilachadas nubes negras se enseñoreaban sobre los gallardetes abanderados de la Real Plaza. Justo en ese momento Manzanares era coronado rey taurino de El Puerto y hasta el levante amainó para verlo salir por la puerta grande.