Gran tarde de toros en El Puerto con toros buenos de Santiago Domecq y dos toreros en plan arrolaldor. Manzanares, puro arte, y Perera, sitio y valor. Por delante, El Juli en una tarde de solvencia y seguridad.

Santiago Domecq / El Juli, Manzanares y Perera

Ganadería: seis toros de Santiago Domecq, de presentación desigual, muy anovillados el segundo y el sexto, y de buen juego en conjunto. La corrida fue brava en el caballo y desarrolló calidad en distinto grado, destacando la calidad excepcional del segundo, de nombre Avispón, premiado con la vuelta al ruedo.

El Juli: estocada (una oreja) y estocada caída y trasera (una oreja).
José María Manzanares: estocada (dos orejas) y estocada (saludos).
Miguel ángel Perera: estocada caída (una oreja) y estocada (dos orejas)

Plaza de El Puerto, 9 de agosto de 2008. Lleno. Saludó en banderillas Curro Javier. Destacaron los picadores Chocolate, Barroso, Manuel Jesús Ruiz Román y Diego Ortiz. Los tres espadas salieron a hombros.

Carlos Crivell.- El Puerto

La terna salió al ruedo de la Real plaza portuense con la ambición en los dientes, es decir, que salieron dando bocados para buscar el triunfo y sobresalir por encima de sus compañeros. La corrida manejable de Santiago Domecq puso el resto y la tarde fue emotiva por momentos. El Juli derrochó ganas y profundidad; Manzanares hizo crujir las balconadas de la plaza con su toreo de arte excelso, mientras que Perera fue un huracán estoico que se pasó los toros por las taleguillas en una demostración inmensa de valor.

La corrida fue de las que hacen afición. Es, probablemente, el mejor cartel que puede verse en el circuito taurino, salvando festejos esepciales como de esta tarde con Morante y Tomás. Entre tantas emociones, la lidia del segundo fue sencillamente ejemplar, digna de ser revisada como muestra de lo que es un toro y lo que son unos toreros.

La bravura de Avispón se puso de manifiesto desde su salida. Las hechuras no eran muy aparentes; estaba anovillado, pero cuando acudió al caballo con fijeza y apretó con bríos, la cabalgadura de Chocolate se resistió en una hermosa pelea. Bravo el de Santiago Domecq y maestro de varilargueros el joven sevillano. El tercio de banderillas fue memorable. El toro galopó con alegría para que Curro Javier colocara dos pares cumbres, de los que reivindican un tercio que anda desnaturalizado por matadores correcaminos. El segundo de los pares fue tan soberbio que la plaza reaccionó al unísono enfervorizada por tanta belleza.

Manzanares hizo una faena de matices soberanos. Los pases del saludo, muy lentos, cargando la suerte con el pecho por delante, fueron una hermosa tarjeta de presentación. A partir de ahí, una faena de lentitud pasmosa, temple infinito, buen gusto a raudales, parsimonia y ceremonia, un lujo para los sentidos. Fue una labor maciza, ligada, sentida y cantada, de esas que entran pocas en una temporada. Y todo ello gracias a que el toro seguía y perseguía la muleta que el de Alicante mecía con primor. El toro se defendió algo al final, la misma obra de Manzanares se enturbió con un feo atropello, pero fueron detalles nimios. Dejó una estocada y la plaza presenció la muerte bellísima de un toro bravo. No cabe más grandeza: toro bravo y torero de arte frente a frente en El Puerto. Vuelta al ruedo para Avispón y dos orejas para Manzanares.

El segundo de su lote fue noble pero muy tardo en las embestidas. No fue fácil ligarle los muletazos. Manzanares dejó algunas muestras de su calidad, aunque esta faena no llegó a prender la mecha en los tendidos. Mató de una gran estocada y dejó su pabellón por las nubes.

Dicho queda que fue una corrida de emociones y rivalidad sin cuentos. El Juli le cortó una oreja a cada toro por dos faenas largas y profundas, de mucho mando y solvencia absoluta. Al que abrió plaza, buen toro, no acabó de tomarle la medida, sobre todo por el pitón izquierdo, por donde desplazó mucho las arrancadas. El Juli toreó bien con el capote, hizo quites y mató de dos espadazos contundentes. Seguridad en todo su quehacer; facilidad que sorprende. El cuarto fue un toro bueno en conjunto. Fue bien picado, como toda la corrida, y El Juli le hizo otra faena poderosa.

Miguel ángel Perera fue el torbellino de siempre. El tercero fue el toro de menos nota del conjunto. El extremeño puso las cosas claras desde el principio en un quite por gaoneras que paralizó al tendido. El de Ana María Bohórquez besó el bordado del terno torero. En los estatuarios del comienzo de la faena, más valor, si cabe. Se quedó quieto para dibujar el camino al toro en pases emotivos. El animal pecó de sosería; Perera pecó de valiente. Toreó sobre ambas manos con quietud y temple, para finalizar con circulares dejando que los pitones acariciaran de nuevo el oro del traje torero.

Una corrida tan buena acabó con la gente enfadada. El sexto parecía resentido de los cuartos traseros, pero la realidad es que era muy chico. Perera hizo un esfuerzo para completar una buena jornada de toros. Aunque el animal desentonaba, Perera se puso en el sitio, destacó en los naturales y volvió a quedarse muy quieto para lograr el beneplácito general. No se desanimó y la perseverancia tuvo premio. Cambió el enfado popular por la entrega con otra faena de valor absoluto, de pulso milímetrico para sacar pases imposibles. Nadie volvió a protestar. Tan cerca se puso que fue prendido al final. No caben más arrestos. La estocada firmó una actuación sensacional.

Manzanares y Perera son los toreros del presente y el futuro. Sobre el albero de la hermosa plaza Real escribieron su gesta en una tarde inolvidable de toros.

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