Oreja para Oliva Soto del mejor Osborne, el quinto, dentro de un lote que en cojunto no fue bueno. Fandiño estuvo valiente y firme, igual que Esaú Fernández. Oliva soot estuvo artista con el mejor de la tarde.

Osborne / Iván Fandiño, Oliva Soto y Esaú Fernández

Plaza de toros de El Puerto, 24 de julio de 2011. Un cuarto de plaza. Seis toros de Herederos de José Luis Osborne, correctos de presencia y de mal juego. En general, faltos de fuerza y raza. El mejor, el quinto de encastada movilidad.
Iván Fandiño, fucsia y azabache, estocada (saludos). En el cuarto, estocada tendida (silencio).
Oliva Soto, azul marino y oro, estocada trasera y caída (saludos). En el quinto, media atravesada (una oreja tras aviso).
Esaú Fernández, azul pavo y oro, estocada (saludos). En el sexto, estocada (vuelta al ruedo).

Carlos Crivell.- El Puerto

Los de la carretera embisten más, dijo uno del tendido. Se puede deducir de ello que la de Osborne no fue una corrida para el lucimiento. La hermosa plaza de El Puerto abrió su temporada con un festejo de escasos contenidos, sólo salvado por la tremenda voluntad de la terna, que llegó a su cita con ganas de triunfo.

La corrida no fue ni brava ni mansa. No fue ni carne ni pescado. Se dejó picar en el caballo pero se apagó pronto en la muleta. No humillaron y algunos desarrollaron aviesas intenciones, como el cuarto, toro que le quiso quitar los flecos a los engaños de Iván Fandiño en cada acometida. Se salvaron el quinto y el sexto por su movilidad.

El torero vasco dio un curso de valor firme y sereno en sus dos reses, sobre todo en el primero. El animal era reservón, midió mucho al diestro, pero éste atornilló las zapatillas en el albero para llevarlo por donde no quería ir el de Osborne. Fue una labor de mérito en la que sufrió un golpe en la mano derecha que le produjo un corte. Fandiño se tiró a matar por derecho y dejó una estocada de libro.

El cuarto fue una prenda sin solución posible. Tiró gañafones a diestro y siniestro, de forma que ni un torero tan valiente y seguro le pudo dar pases limpios.

El cartel lo completaban dos cameros; uno tiene sello de artista, mientras que el otro lo tiene de torero de oficio y temple. Oliva Soto, el artista, cumplió con el primero de su lote, toro flojo y de poco recorrido. Afloró su concepto en una tanda con la diestra más acoplada. Al final, voluntad por encima de todo.

El quinto fue un toro vibrante, que no bravo. Su movilidad encastada permitió que todo lo que realizó Oliva prendiera fácilmente en el tendido. La faena tuvo chispa, mucho aparato, en algunos momentos incluso se atemperó con muletazos con la derecha de buen sabor. El conjunto fue recibido con entusiasmo por una plaza adormilada ante el desarrollo de un festejo muy anodino hasta entonces. A un toro con alegría en sus arrancadas se unió un torero con entrega y sus buenos detalles de calidad artística.

Esaú Fernández fue fiel a su estilo toda la tarde. Es un torero bullidor. Así ocurrió en la faena del tercero, toro sin fuerzas ni clase. Templó mucho mientras el de Osborne acudió a la muleta, y se quedó entre los pitones cuando se paró sin remedio.

Más leña al fuego le echó a los lances de saludo al sexto, con ambas rodillas en tierra, en las que se pasó los pitones por el pecho. Comenzó con los pases cambiados por la espalda, siguió con la derecha templando por bajo en tandas muy logradas. Fue una faena de torero templado, casi toda por la derecha, que prendió bien en la plaza. El postre fue el habitual: toreo en cercanías a milímetros de los pitones. También, como buen torero moderno, alargó la faena hasta permitir la rajada del toro. Se pidió la oreja, pero el final no fue el más propicio para trofeos.

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