El libro El Toro bravo y su entorno, original de José Luis López,  llega al capítulo 11 con el apartado del Entorno del bravo en la Península Ibérica.

XI.- EL ENTORNO DEL BRAVO EN  LA PENINSULA IBERICA
Cuando después de un calido verano, las primeras nubes otoñales descargan su preciada carga acuífera, sobre las necesitadas tierras de la dehesa en la península Ibérica, el paisaje del campo bravo peninsular, extendido a lo largo de las comunidades de Andalucía, las dos Castillas, Extremadura, Madrid, y unas pinceladas de Murcia y Navarra, además del centro y sur de Portugal, comienza a adquirir esos diferentes tonos de verde, que le dan al hábitat del toro de lidia, ese colorido tan especial.

Desde la desamortización de Mendizábal, las ganaderías de bravos, han ido abandonando las tierras fértiles, de ricos y abundantes pastos, denominadas tierras de cultivo, como las situadas en la campiña andaluza, la marisma del Guadalquivir o las riveras de los ríos, para ir estableciéndose en las dehesas, zonas más agrestes, generalmente de sierra o monte, no aptas para el cultivo.
Como consecuencia de las divisiones producidas por las herencias o las políticas agrarias de explotación, las fincas ahora son más pequeñas, por lo que el ganadero ha tenido que agudizar los conocimientos camperos, para introducir mejoras en sus tierras, que les permitan una mejor y más alta productividad.

Tierras muy diferentes albergan las ganaderías de bravos peninsulares, como las burgalesas de la finca La Cabañuela, enclavada al borde del Páramo de Masa, feudo de la ganadería de Antonio Bañuelos, a una altitud de más de 1.200 metros, con temperaturas mínimas bajo cero durante ocho, de los 12 meses del año. Las situadas a orillas del bajo Guadalquivir, donde los termómetros invierten sus guarismos para marcar alrededor de los 40 grados centígrados, en la que pastan los “santacolomas” de los herederos de José Maria Escobar, buscando el frescor de la brisa marinera que sube de Sanlucar de Barrameda, remontando la corriente del río grande, que amortigüe las calores de la bella tierra sevillana, o las grandes dehesas salmantinas, bañadas por el Tormes, que alternan los duros inviernos con las agradables fechas veraniegas, que dan cobijo a los “atanasios” en la finca de “Campocerrado”, que crían los herederos de Don Atanasio Fernández. Las tierras extremeñas, en las que los “albaserradas” de Victorino Martín y su hermano Adolfo, buscan la poca frescura que le puede dar el sombrajo de las grandes copas de los alcornoques y encinas cacereñas, vecinos de los “jandillas” de Zalduendo, propiedad del buen ganadero Fernando Domecq.

Por el centro de la península, el campo bravo se ensancha hacia el este, hasta llegar con timidez a las tierras mediterráneas de Murcia, donde los “núñez” de Nazario Ibáñez, rumian los pastos de la finca yeclana de “Las Moratillas”, y por el oeste el entorno de las ganaderías de lidia, que no sabe de fronteras, empuja hacia Portugal, extendiéndose hasta el sur del país luso.

La zona portuguesa donde pastan la mayoría de sus toros de lidia, esta poblada de frondosos encinares y alcornocales, que proporcionan al ganado, una alimentación rica y abundante. En sus campos se crían toros de lidia pertenecientes a importantes hierros como los de Palha, Murteira, Passanha, Condesa de Sobral o Pinto Barreiro, considerada esta vacada como la madre de las ganaderías portuguesas, ya que el noventa por ciento, procede de ella.

El uso ganadero de las dehesas o montados, como se le llama en Portugal a los bosques de alcornoques, han proporcionado al toro una rica flora de pastos de especies de ciclo anual. Esta flora es una de las más diversas del planeta y permiten que el herbívoro consuma más de la mitad del total de su producción.

Las dehesas y los montados, son explotaciones agropastorales, mayores de cien hectáreas, características del sureste de la península Ibérica. En una dehesa típica, la mayor parte de ella, esta ocupado por un bosque de encinas y/o alcornoques, con una densidad media de 50 árboles por hectárea.

De los tres millones de hectáreas que ocupan las dehesas en la península Ibérica, 337.980 están dedicadas a la crianza del toro de lidia, (303.462 en España, 34.050 en Portugal y 468 en el sur de Francia) en ellas se asientan más de mil ganaderías (1.087), distribuidas en 589 fincas, agrupadas en cuatro asociaciones: Asociación de Ganaderías de Lidia (409), Unión de Criadores de Toros de Lidia (360), Agrupación Española de Ganaderos de Reses Bravas (188) y Ganaderos de Lidia Unidos (130). Estas cuatro asociaciones abastecen de reses los más de 8.500 festejos mayores, menores y populares que anualmente se organizan en España.

Son explotaciones muy diversas, por lo variada de su vegetación, la ganadería, principal riqueza de las dehesas, pueden encontrar una alimentación muy completa en sus pastos, forrajes, rastrojeras de los cultivos, bellotas o ramón de poda de las encinas.

La existencia de una estructura arbórea y de matorral en las zonas más áridas, favorecen la existencia de una rica fauna relacionada con las copas de los árboles, los troncos, el suelo y el matorral.
Entre los recursos que se pueden obtener de las dehesas, podemos destacar la madera para obtener carbón vegetal, para la construcción y como combustible, la bellota, el madroño, las moras, las bayas y frutos silvestres, plantas aromáticas y de condimento, jara, cisco, colmenas, espárragos silvestres, cabra, oveja merina, cerdo ibérico, además de pasto, sombra y sesteo para los animales.

Son los entornos que el ganado bravo encuentra a su alrededor, a lo largo de su existencia, dando muestras de su adaptación a las más diversas y variadas geografías de la península Ibérica

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