El libro de José Luis López El toro y su entorno aborda en su capítulo 14-B el tema de las parideras, así como la rumiación propia del ganado bovino

CAPITULO 14 (B) LAS PARIDERAS

Como hemos dicho, la gestación de la vaca tiene un periodo de nueve meses y durante ese tiempo, las reses conviven en tropas, bajo la atenta vigilancia del mayoral, que las revisa para atenderlas, si hiciera falta, sanitariamente o administrándoles una sobrealimentación, que a veces es necesaria.

 El año natural es diferente al año ganadero, mientras que el primero comienza el 1 de Enero y termina el 31 de Diciembre; el segundo transcurre desde el 1 de Julio de un año hasta el 30 de Junio del año siguiente. Las parideras (desde que nace el primer becerro de una camada, hasta que nace el último) se ajustan más a los años ganaderos que a los años naturales.

Llegada la fecha de las parideras, todos los días hay nuevos alumbramientos. La vaca pare en su medio natural y se retira a los lugares más alejados y resguardados de la dehesa, a ser posible, escondida junto a algún árbol o arbusto, para preservar a su cría de posibles depredadores, instintivamente y con el mismo motivo, se come su propia placenta para no dejar rastro. En las zonas donde las temperaturas son más bajas, buscan un lugar soleado, que le proporcione calor al recién nacido y huyen de las frías umbrías.

Recién parida, la vaca lame al recién nacido para estimular la circulación sanguínea, el neonato se encuentra muy débil y no se puede poner en pie, pero aun en estas circunstancias, ya intenta acometer, poniendo de manifiesto su instinto de bravo.

La madre, deja bien escondida a su cría, durmiendo el llamado “sueño calostral”, mientras ella va a buscar la necesaria alimentación. Cuando por fin el becerro, logra incorporarse, busca las mamas de su madre, para absorber con fruición los calostros que le protegerán de posibles enfermedades durante los primeros meses de vida.

Las madres, poseen un enorme sentido maternal, que les lleva a ser extremadamente peligrosas, en la defensa de sus crías, por lo que en esta etapa hay que extremar las medidas de precaución cuando se esta cerca de ellas.

En las primeras semanas de vida, el becerro, depende totalmente de su madre, de ella se alimenta, de ella aprende y es de ella de quien depende su seguridad. Se comunican entre si por medio de los berridos, y copia de su madre todas las circunstancias y movimientos que se dan en su alrededor.

La vaca brava, tiene menos cantidad de leche que las de otras razas, por lo que a la cuarta o quinta semana de vida, esta empieza a escasear, los becerros comienzan a desarrollar su aparato digestivo, ingiriendo alimentos sólidos y agua, convirtiéndose poco a poco en animales rumiantes.

Se les llama rumiantes, por que el proceso que utilizan para devolver a la boca los alimentos previamente ingeridos y poco triturados, para volverlos a masticar, se conoce como rumia.

Los bovinos, al igual que los caprinos y ovinos, son rumiantes que se caracterizan por tener un estomago con cuatro divisiones, Panza, Redecilla, Libro y Cuajar, esto le permite ser capaces de aprovechar los carbohidratos estructurales de las plantas, teniendo así una fuente de energía adicional, basando su alimentación en el consumo de forraje.

Los rumiantes al nacer, presentan un estomago, aun sin desarrollar, siendo funcional únicamente una parte de él, llamada abomaso, esto es producto de que la alimentación inicial es sólo de leche. Al ir creciendo y agregar alimentos fibrosos, se van desarrollando los otros compartimentos del estomago.

Van pasando los días, las semanas y los meses, los becerros ya han adquirido cierta independencia, son ágiles y juguetones y aunque están apegados aun a sus madres, se alejan de ellas sin perderlas de vista. Sus estómagos han aprendido a rumiar y no necesitan la agotada leche de las ubres maternas. Han pasado siete meses de su nacimiento y están preparados para abandonar la protección materna y convertirse en individuos con señas de identidad.

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