En el capítulo 14-D, el libro El Toro y su entorno, obra de José Luis López, aborda el tema de la recría, el verdadero aprendizaje de las reses ya adultos.
CAPITULO 14 (D) LA RECRIA
¡Comienza la recría!, el verdadero aprendizaje de adulto. Ya no tienen a sus madres para copiarlas, ni para que los defiendan, se tienen que valer por ellos mismos. La alimentación en esta etapa del becerro, es fundamental, pues su aparato digestivo de rumiante, va a terminar de formarse, es más, ha cumplido un año y ha dejado de ser becerro, para ascender al grado de añojo. Durante este periodo, además de continuar el desarrollo de su sistema de alimentación, aun demuestran un comportamiento infantil, que les induce continuamente al juego
En la siguiente fase, en la que ha cumplido los dos años y se ha convertido en eral, les comienza la pubertad, el crecimiento de los cuernos y su comportamiento individualizado en fases anteriores, va cambiando, para agruparse mas fácilmente con sus compañeros de camada.
El eral ha cumplido los tres años y se ha convertido en un fornido utrero, la masa muscular, prácticamente la tiene formada y tiene desarrollado su cuerpo casi de adulto, y sus inquietudes sexuales se manifiestan abiertamente. Aunque las peleas comienzan a ser frecuentes, manifiestan un aspecto tranquilo, de andares pausados y pasan gran parte de las horas comiendo y rumiando, ya que la digestión es lenta y el consumo de alimentos, mayor.
…Y llega a cuatreño, en esta fase el toro es totalmente adulto, y si en la etapa de eral descubría los agrupamientos con sus compañeros, como forma de vida, ahora con cuatro años se torna solitario, sus músculos se han rematado y presenta una apariencia fuerte, poderosa, que se pone de manifiesto en las peleas por el liderazgo de la manada, pero una vez que estos escarceos finalizan, se vuelve tranquilo y reposado, para continuar rumiando la gran cantidad de alimento que recibe en esta fase, en la que se prepara para ser el verdadero protagonista de una tarde de toros, en la que tiene que demostrar el por qué de su existencia, en la que tiene que ser, además, un fiel colaborador en la plasticidad que supone el encuentro artístico con el torero, y en la que tiene que pregonar, a todos los vientos taurinos, que es fiero y acometedor, al mismo tiempo que hace bandera de su nobleza, y que esta dispuesto a dejar su propia vida en la arena, sin un atisbo de rendición en su bravura.
Si consigue transmitir estas cualidades, el toro se habrá ganado el derecho a la vida y tendrá el honor de volver al campo, para continuar perpetuando la especie, dando descendencias a la ganadería y satisfacciones a su criador.