El capítulo 14-E del libro El toro y su entorno, de José Luis López,  aborda una de las faenas más importantes del campo bravo: el tentadero de vacas.

(E) LOS TENTADEROS: TIENTA DE VACAS

Como queda escrito anteriormente, al terminare el herradero, los machos y las hembras toman caminos diferentes y no volverán a estar juntos nunca más. Mientras los machos van quemando etapas en su aprendizaje de adultos, separados por edad en cercados diferentes, las hembras también van avanzando en el difícil cometido, que han de desempeñar en la ganadería.

Cuando llegan a una edad, en que se las considera formadas, esto suele suceder en la fase de erales o utreras, hay que proceder a una selección entre ellas, que determinara su futuro. Unas, las mejores, se quedaran en la dehesa para ser madres de los futuros toros y vacas que den continuidad a la ganadería y otras, las de mejor nota, de las desestimadas por el ganadero, serán vendidas a otros criadores para formar nuevas vacadas. Las de más baja puntuación, pasaran por el matadero para incorporase a la cadena alimenticia. A esta selección se le llama tienta, y se realiza para comprobar el grado de bravura que tienen las reses de lidia.

La faena campera, tal como hoy la conocemos, se viene realizando desde el Siglo XVIII, en que Vicente José Vázquez, vecino de Utrera (Sevilla) y autentico artífice de la Casta Fundacional Vazqueña, muy preocupado por fijar los caracteres genéticos de bravura y nobleza, introdujo entre sus métodos de selección, la prueba de las vacas en un corral, por lo que se pude considerar precursor de las tientas en plazas, que desde entonces se construyen en las fincas para tal fin.

 Hasta entonces y aun después, hasta el siglo XIX, la selección del ganado se efectuaba según la intuición del ganadero, que se fijaba en las diferentes reacciones de los animales, en determinadas circunstancias.

En la Tauromaquia de Montes (1.836), se puede leer que las tientas se realizaban en “muchas” ganaderías. En la de Guerrita (1.896), ya el término utilizado es que “la costumbre de la tienta se había generalizado por parte de casi todos las ganaderos”, con el fin de comprobar la resistencia de la res al castigo de la puya, y en el primer cuarto del siglo XX, la tienta se ha convertido en el elemento básico de selección.

Por influencia de los corrales donde se tentaba, las primeras plazas de tienta, fueron cuadradas, más tarde las construyeron octogonales y redondas. Hoy, aun se conservan plazas de tienta, que presentan formas no circulares.

En la actualidad, generalmente son redondas, tienen entre 25 o 30 metros de diámetro; dos puertas, una por donde sale la res a la plaza, que comunica con el chiquero donde ha estado encerrada y otra por la que sale la vaca al campo, una vez tentada.

Y llega el día en que la hembra va a determinar su futuro, tiene entre dos y tres años, va a ser sometida a un examen de bravura, y como cualquier examen, el resultado va a tener varios factores que influirán de forma definitiva en ella. Va a influir, como no y principalmente, la propia vaca. Va a influir, lo que el ganadero busque en ella y va a influir, por último, el grado de exigencia que tenga su criador.

Cuando este grite ¡Vista!, la suerte de la vaca estará echada.

Las tientas se suelen practicar fuera de las temporadas taurinas. El otoño, el invierno y la primavera, son las épocas más idóneas para esta faena campera.

Hay algunos ganaderos que les gusta tentar sus propias vacas, pero generalmente son novilleros y matadores de toros profesionales, los que realizan esta labor, sirviéndoles además, como entrenamiento. El propio ganadero es la persona que dirige y el que decide sobre el comportamiento de la res.

De buena mañana, el mayoral y algún vaquero, montan en sus caballos, y con la ayuda de los cabestros, separan el grupo de vacas que se valla a tentar y las llevan a través de la mangada, a un corral colindante con la plaza de tientas, que se comunica con los chiqueros, allí permanecerán hasta la hora del tentadero, en que las harán pasar una a una, al toril que da acceso a la plaza. En el estará sola, hasta que salga a ella, ocupando su puesto la siguiente que valla a salir.

Para la tienta se utiliza un caballo de picar, ataviado con su peto correspondiente, algo más liviano que los que se utilizan en espectáculos con picadores, y que permanecerá en la plaza todo el tiempo que dure el tentadero. La puya que utilizara el picador, provisto de la debida protección metálica en la pierna derecha, a la que se le denomina mona, también es bastante más pequeña que las reglamentarias de las corridas.

Ya tenemos todos los elementos necesarios para la celebración de un tentadero; la plaza de tientas, las vacas esperando en los corrales, el picador cabalgando sobre su montura, parado en el lugar mas alejado de la puerta por donde ha de salir la res, los toreros resguardados en los burladeros, el mayoral preparado para abrir la puerta del toril y el ganadero en su sitio, con la libreta de tientas y el bolígrafo en las manos, dispuesto a dar la voz que da comienzo a la prueba, a uno de los exámenes que van a marcar el futuro de su ganadería.

Por no faltar, no faltan ni los aficionados que vienen a intentar dar unos muletazos, que les permita estar en contacto con el ganado bravo, ni los invitados que esperan expectantes el comienzo de esta faena campera.

El silencio es absoluto, solo se escucha algún mugido de las vacas en los corrales, el bramido lejano de un toro, tratando de intimidar a su rivales o el sonido acompasado de un cencerro que cuelga del cuello de algún cabestro.

Lo que se va a dilucidar es de suma importancia para la ganadería, por lo que no puede haber nada que distraiga el comportamiento de la vaca, que induzca a error por parte del ganadero. El silencio se rompe con el grito de ¡Vaca va!

Se ha dado la orden y la vaca sale a la plaza, se la deja corretear sola, pasando una y otra vez por el caballo de picar, sin detenerse, recibiendo un picotazo con la puya, a continuación se la torea con el capote brevemente, hasta dejarla colocada a una distancia prudencial, frente al picador, que la llamara para incitarla a embestir a la cabalgadura, de ella, la separa el torero y la volverá a colocar frente al caballo. Esta operación se repetirá tantas veces como lo estime el ganadero y desde la distancia que él crea la idónea.

Una vez comprobado el comportamiento que ha tenido la vaca con el picador, determinante de la bravura, se pasa a examinarla con la muleta y se le realiza una autentica faena por parte del torero, forzándola hasta el límite, para comprobar el grado de nobleza y bravura que demuestra en esta fase. Cuando el ganadero ha quedado enterado del comportamiento general del animal, hace sus anotaciones en el cuaderno de tienta, adjudicándole una nota por cada una de las fases que ha pasado, habitualmente es entre 0 y 3 puntos, calificándola al final, generalmente, con las iniciales M, R, B o S (mala, regular, buena o superior).

Como habitualmente hay chavales, aprendices de toreros que esta presenciando el tentadero, antes de abrir la puerta de la plaza para que la vaca se vuelva al campo, el ganadero los autoriza para que le den unos muletazos.

En el toro existe una escala jerárquica, que se respeta a rajatabla, y lo mismo que en una corrida, los matadores actúan según la antigüedad, que esta marcada por la fecha de su alternativa, en el campo existe la misma regla para los profesionales. En los aficionados que les dan los últimos muletazos a las vacas, el orden de intervención lo marca la hora de llegada a la finca.

El tentadero ha terminado, las vacas que han sufrido el examen han vuelto al campo, pero no todas van a tener el mismo destino, solo las elegidas, las más bravas, las que han obtenido las notas más altas, serán las que tengan el honor de convertirse en vacas de vientre, que den continuidad a la ganadería.

El resto, las que hayan aprobado el examen por los pelos, posiblemente, serán vendidas a otros ganaderos para engrosar o crear nuevas ganaderías y las que no pasaron la prueba irán irremisiblemente al matadero para aprovisionar de carne la cadena alimenticia.

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