Matinal mixta en la plaza de Espartinas con reses terciadas y nobles para un entrenamiento de Ventura y Ponce y una oportunidad para Amaya que el mexicano no aprovechó totalmente

Benítez Cubero y Santiago Domecq / Diego Ventura, Enrique Ponce y Alejandro Amaya

Dos toros para rejones de Benítez Cubero, el primero rajado y bueno el cuarto; cuatro de Santiago Domecq, el segundo lidiado como sobrero por otro que se partió el pitón, terciados, flojos y nobles. El mejor, el quinto.

Diego Ventura: una oreja y dos orejas.
Enrique Ponce: dos orejas y dos orejas y rabo.
Alejandro Amaya: dos orejas y palmas.

Espartinas, 14 de marzo. Festejo matinal. Media plaza. Los tres espadas salieron a hombros.

Carlos Crivell.- Espartinas

Fue un ensayo a puerta abierta. No hay que darle más vueltas. Este tipo de corridas tiene un valor limitado. Se organizan en pretemporada para que algunos espadas se pongan en forma o bien los que tienen poco cartel salgan de anonimato. Habría que preguntarse qué hace una figura como Ponce en las puertas de Sevilla en un festejo de este tipo con media plaza. Amaya quiere torear algo. Ventura aprovechó la mañana para poner a punto caballos nuevos. Al final de un espectáculo muy largo, sólo queda el habitual ardor de Ventura y una buena faena de Ponce al quinto.

En la ficha figuran los trofeos. No hay que prestarles atención. No hay ninguna exigencia en esta plaza a media hora de Sevilla. La corrida, a modo, noble y con pocas fuerzas.

Ponce cumplió con el primero de su lote. Bien con el capte, la faena fue de calidad media mientras en animal se mantuvo con alguna movilidad. La estocada, muy buena. Con el quinto estuvo muy bien. Comenzó a media altura y siguió con tandas por albos pitones en una faena de buen trazo, despegada y ligada, que tuvo el defecto clásico de este torero: estuvo toreando casi un cuarto de hora (en Espartinas no se dan avisos). Algunos desarmes no enturbiaron una labor más que entonada y bien rematada.

Diego Ventura mató al manso primero sin pode exhibir sus nuevos caballos. Con el cuarto vibró más, clavó banderillas en quiebros espectaculares y pudo mostrar las cualidades de cabalgaduras como Maletilla, Orobroy y Wellinton.

Alejandro Amaya se lució al natural con el tercero en dos tandas de buen concepto. La nobleza del astado de Santiago Domecq le permitió redondear una labor más que digna. Con el sexto, toro muy incómodo por su continuo cabeceo, Amaya sorprendió a la parroquia con una labor insulsa y carente de ambición. El toro no era bueno, pero si lo que quiere es torear hay que estar más decidido y entregado.

El espectáculo acabó cerca de las tres de la tarde. Como ensayo a puerta abierta, vale. Por lo demás, poca cosa deparó la matinal de Espartinas.