Manuel Viera.- Quizás hubo algo de milagroso en la recuperación inmediata de José Tomás tras la grave cornada de Aguascalientes. Es posible. Pero también a la ciencia y a las manos de los médicos en cuestión hay que achacarle su vuelta a la vida.

El último mito del toreo fue tratado para bien en unas condiciones mediáticas asombrosas. Un ligero soplo de equivocación -perceptible sobre todo en los primeros episodios tras la cogida- no perjudica en absoluto, ni pone en duda, la excelencia de una intervención con la que se consiguió, posiblemente, no sólo salvar la vida sino posibilitar casi a la perfección una recuperación insólita que haría potenciar después la reaparición del torero en los ruedos.

Sin embargo, el anuncio de no torear durante el resto de la temporada taurina no ha hecho más que demostrar lo acertado de aquellas primeras noticias en las que se mostraba el peligro del percance. Pese a la inmediatez del alta hospitalaria y el regreso a casa, la complejidad de la gravísima cornada discurre, ahora, en paralelo al mito y a los empresarios que organizan las ferias de provincias. Casi todas hechas en torno al “salvador” de unos ciclos en decadencia. Y lo peor, muy pocos, casi nadie, lo puede sustituir con licencia para garantizar el éxito. Económico, claro. Al descrédito de algunas de las figuras, ganado en las dos más importantes ferias de la temporada española, Sevilla y Madrid, se le une la interminable crisis y el escaso tirón de un escalafón de matadores a la baja y desilusionante.

Piensan muchos, casi todos, -empresas y público- que la única forma de sobrevivir al fracaso es contar con el que es diferente a todos los demás. Siempre que Morante se aligere del peso demoledor de su arte. Porque su argumento para estar y llenar está sólo en la forma de “narrar” en el ruedo de la plaza la esporádica obra maestra cargada de solemnidad. Y esas distintas y peculiares escenas de inspiración artística, en un genio, no siempre se dan. Y es que Morante es… lo que es.
 

A %d blogueros les gusta esto: