Mala corrida de Torrealta y buena tarde de Daniel Luque, que cortó tres orejas. Morante no tuvo opciones y Perera falló con la espada. Luque sustituye a Aparicoo en la corrida del domingo. 

Torrealta / Morante, Miguel Ángel Perera y Daniel Luque

Plaza de toros de Granada, 4 de junio de 2010. Quinta de la Feria. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Torrealta, muy desiguales de presencia, flojos, justos de raza y de escaso juego. Fue una corrida en escalera desde los 599 del quinto a los 465 del cuarto. El mejor, el quinto, cinqueño pasado. Saludó en banderillas Joselito Gutiérrez. Daniel Luque salió a hombros.

Morante de la Puebla, de negro y plata, estocada (silencio). En el cuarto, estocada (división).
Miguel Ángel Perera, de fucsia y oro, dos pinchazos, tendido y dos descabellos (silencio). En el quinto, cuatro pinchazos y estocada trasera y tendida (saludos tras aviso).
Daniel Luque, de teja y azabache, estocada (dos orejas). En el sexto, estocada (una oreja).

Carlos Crivell.– Granada

Daniel Luque triunfó en su plaza de Granada por ambición y coraje. Fue lo mejor de un festejo que dejó un reguero de decepción en los aficionados, sobre todo por el mal juego de los de Torrealta.

La corrida no pudo comenzar con más infortunio. El primero de Torrealta no se tenía en pie, era una especie sonámbula que nunca debió ser lidiado en una feria tan lujosa. El palco, ya se sabe que en Andalucía este asunto está dejado de la mano de las autoridades, mantuvo al animal en el ruedo y se frustró la posibilidad de una faena de Morante. El de La Puebla era muy esperado. Desde el tendido, una voz potente y clara le dijo que no lo dejara todo para Madrid, que en Granada querían verlo. No fue posible con en astado tan pobre de todo. Se limitó a intentarlo y a matarlo de una estocada.

Definitivamente, Morante no tiene suerte en los sorteos. En una corrida floja y descastada, alguno salió con posibilidades, pero no fue para el sevillano. El cuarto no debió gustarle mucho. El toro, muy chico, miró siempre la anatomía del torero. De nuevo se la puso por ambos pitones, resplandeció algún derechazo sublime, pero poco más. De nuevo la espada viajó con eficacia y se dividieron las opiniones. Los enfadados querían algo más del Morante pletórico de este año.

En el bombo de la suerte, Miguel Ángel Perera se llevó uno imposible y un cinqueño pasado que fue el mejor de la corrida de Torrealta. Con el primero de su lote, soso y flojo, estuvo tenaz para robar pases que no alcanzaron el lucimiento debido, más cuando el animal acabó rajado en las tablas.

El quinto, con cerca de seis años y seiscientos kilos, fue el toro de mejor comportamiento de la tarde. El extremeño se lució en un quite vistoso por gaoneras y realizó una faena típica de su tauromaquia. Comenzó con los pases por la espalda y los de pecho, encadenados; siguió con tandas con la derecha, limpias y templadas; continuó con su clásico arrimón para poner un punto de emoción en el tendido y rayó en la temeridad en unas bernardinas cambiando en sentido del animal con una frialdad escalofriante. Faena clásica de Perera con una sensación de vuelta a lo mejor de su estilo torero. Todo ello de mucho mérito, con la salvedad de que la espada no viajó con presteza y se llevó un triunfo grande. No sólo falló con la espada, lo malo es que pinchó de muy mala manera en cuatro ocasiones.

El triunfo se lo llevó Daniel Luque por una tarde de ambición desmedida y muchas ganas de recuperar el tiempo perdido.
E n Granada ha firmado tardes de gloria y es una de sus plazas preferidas. Vuelve mañana domingo para sustituir a Julio Aparicio. El tercero, un jabonero muy chico, se movió bastante, no siempre de forma ordenada, pero fue un toro de los que facilitan la labor de un torero entregado. Luque, muy entonado en los lances de salida y en unas chicuelinas alegres, toreó al de Torrealta con variedad y valor. Fueron buenas las tandas de toreo natural por ambos pitones, buscó la emoción en los pases encadenados sin la espada de ayuda y acabó con bernardinas. Una faena con susto incluido en un topetazo al pecho, que remató de un esparzo contundente y que le valió para cortar dos orejas.

El sexto fue manso. La lidia fue desordenada, a pesar de la maestría de Mariano de la Viña. Luque, que tiene hambre torera, se puso por la derecha para ir enjaretado pases sin dejar pensar mucho al astado, que no quería fiesta. Contra la querencia del toro a marcharse, la tesonería de Luque, muy brillante en los remates de pecho de pitón a rabo. Faena algo irregular con un toro muy rajado, pero de mucho valor, demostración evidente de que ahí está el torero. Se atracó de toro en la suerte suprema y salió en triunfo.