El colaborador de Sevillatoro, José Luis López, asistió el pasado dia 24 de septiembre a un acontecimiento singular, como fue el homenaje que se rindió en la finca La Calera de Gerena a la dinastía completa de los Campuzano. He aquí el reportaje.

José Luis López.- La Calera es una finca de más de 1.000 hectáreas de monte y alcornoques, de encinas y olivos, donde pastan los toros de Lora Sangrán. En esta finca, que esta situada en los términos de Gerena y Sanlúcar la Mayor, muy cerca de Aznalcóllar y a unos 37 Km. de Sevilla, tuvo lugar el pasado 24 de Septiembre, un hecho muy singular, pues si es normal que se reconozcan los meéitos de una familia dedicada a una misma actividad, no es tan normal que esa actividad sea la taurina y mucho menos que esa familia cuente con tres hermanos matadores de toros, uno novillero y otro picador.

En el mundo del toro ha habido bastantes dinastías taurinas a lo largo de la historia, pero muy pocas pueden presumir de contar entre sus miembros más directos con tres matadores de alternativa. Si les digo que el patriarca fundador se llama José Rodríguez, quizás no le suene demasiado, si añado el apodo Campuzano, ya la cosa se pone más fácil, pero si les digo que sus hijos fueron bautizados con los nombres de José Antonio, Tomás, Manuel, Francisco Javier y Enrique, es como si les pregunto el color del caballo blanco de Santiago.

Oriundos de Écija, y como consecuencia de la afición por el toro y de los malos tiempos que se estaban pasando en la España de 1956, el matrimonio formado por José Rodríguez Campuzano y Araceli Pérez, recaló en la finca “Retamar de las Coladas”, propiedad de Enrique Beca, tío del torero Juan Carlos Beca Belmonte, a un tiro de piedra del bello pueblo de Gerena. La familia se completaba entonces con Enrique, el primogénito, José Antonio, nacido dos años antes y Tomás, que llegó al nuevo destino familiar con apenas ocho meses de vida; más tarde dos nuevos miembros, Manuel y Francisco Javier aumentaron la prole.

El patriarca, José Rodríguez, ante este panorama familiar no tuvo más remedio que apretarse los machos para sacar adelante una casa, donde lo único que sobraba eran las ganas de trabajar, el cariño y una raza fuera de lo común para no darse por vencidos.

La vida no fue fácil en la dehesa donde vivían, lo mismo se cuidaban los borregos, que se limpiaba una cerca, todo lo que se trabajaba era poco para cubrir, sin excesos, las necesidades familiares.

Quizás las ganaderías bravas de la zona, Lora Sangrán o Albaserrada, comenzaron a influir en los más chicos de la familia y el germen de la afición por los toros fue tomando cuerpo en todos ellos. En Retamar de las Coladas, José Antonio, con 5 años, lo mismo toreaba a su perro de agua, “Caete”, que a un borrego apartado, y si no estaban ninguno de los animales en disposición, siempre se encontraba con su hermano Enrique dispuesto a embestirle, haciendo de toro.

José Antonio fue el primero en manifestar sus deseos de ser torero y obtuvo permiso de sus padres para tomar diariamente el autobús, que pasaba por la carretera cercana a la dehesa donde habitaban, para asistir a la escuela de Vicente Vega, en el pueblo de Alcalá del Rió. Consiguió, por fin, vestirse de luces la primera vez en Ronda el 15 de Julio de 1971, y tomar la alternativa en La Real Maestranza sevillana el 29 de Abril de 1973 de manos de Luis Miguel Dominguin, actuando como testigo el malogrado torero de Barbate, Francisco Rivera “Paquirri”.

Con José Antonio comenzó la saga de toreros en la familia, el Papa Blanco, como denominan al progenitor de la estirpe, (en clara alusión al Papa Negro de los Bienvenida) escogió su segundo apellido para acompañar el nombre de pila de cada uno de los cinco hijos, que se dedicaron en cuerpo y alma al maravilloso mundo de la tauromaquia.

Así al segundo de los Campuzano, le siguió Tomás, alternativado también en Sevilla, el 24 de Abril de 1.979, siendo apadrinado por Curro Romero y El Viti como testigo. En 1994, el 9 de Abril fue Manolo el que tomó la alternativa en Zafra, en una corrida en la que su hermano José Antonio le cedió el toro “Presidente IV”, de la ganadería de José Escobar, testificando la ceremonia Tomás, que completaba la terna de “campuzanos” doctorados en tauromaquia.

Redondean la dinastía, Francisco Javier, el más pequeño de los Campuzano, que actúa como novillero con caballos y Enrique Campuzano, el mayor de los hermanos, que recientemente se ha retirado como picador. Se puso el castoreño por última vez, el 4 de Octubre de 2008, a las ordenes de Miguel Abellán, después de haber actuado con las primeras figuras del escalafón.

Hago este pequeño recorrido, que prometo ampliar en alguna otra ocasión, para recordar el merecido homenaje a este padre de cinco hermanos toreros, que ha tenido que luchar a brazo partido para dar a todos ellos una formación taurina muy costosa para todos, especialmente para bolsillos que solo tienen dentro el hueco para introducir unas manos ásperas y endurecidas por mil trabajos realizados, unos bolsillos que solo contienen esperanza, ilusión, trabajo y una fe en sus hijos, soóo equiparable a la que tenia su propia esposa, Araceli Pérez, una mujer fuerte, que empujaba a toda la familia, dándole ánimos y fuerzas para continuar con una carrera, en la que no cabía el desaliento, ni estaba permitida la flaqueza, pues según ella aseguraba, “…no se puede salir a una plaza para hacer el ridículo”, una esposa y una madre, a la que recuerdan con todo el cariño y agradecimiento del mundo y que estuvo presente en este homenaje, para presenciar, por primera vez y desde el cielo, el toreo de sus cinco hijos.

El evento estuvo organizado por ese gran aficionado y seguidor perenne de todos los Campuzano, Gregorio Arias, respaldado por el Ayuntamiento de Gerena y la peña francesa Los Campuzano, de la ciudad de Nimes, encabezada por su presidente, Juan Pedro Aigon, al que acompañaban casi un centenar de peñistas nimeños, entre los que se encontraba el máximo responsable del coliseo francés, Bernard Aigon y amigos españoles que no quisieron perderse este día único.

Los cinco Campuzano, que por primera vez iban a torear juntos, quisieron homenajear a su padre de la mejor forma que ellos saben con cariño, respeto y toreo, a él le brindaron sus respectivas actuaciones ante cuatro becerras que se tentaron, con las que los hermanos Campuzano nos deleitaron y nos hicieron revivir el toreo de cada uno de ellos.

También compartió este merecido homenaje, Pepe Doblas, ese entrañable crítico taurino, decano de los informadores sevillanos y profundo conocedor de los entresijos de nuestra fiesta y de uno de sus principales protagonistas: El toro bravo. ¡Enhorabuena, amigo Pepe!

Y al final, almuerzo, placas, recuerdos y discursos. Flamenco y fiesta compartida por todos, hasta que el cuerpo aguantó, pero sobre todo, sobre todo, lo que allí se respiró fue cariño, respeto y admiración hacia una familia torera, que nos da ejemplo diario de amor por nuestra fiesta.

Que Dios les reparta la suerte.

 Sevilla, 24 de Septiembre de 2.009
José Luis López