Las Colombinas de Huelva se abrieron con una corrida mala de Pereda y una terna algo conformista, aunque se salvó El Cid, que logró una oreja del único toro que tuvo algo de calidad de un lote sin casta ni fuerzas.
Plaza de toros de Huelva, 1ª de Colombinas. Más de tres cuartos de plaza. Cinco toros de José Luis Pereda y uno, sexto, de La Dehesilla, justos de presentación, descastados y flojos. El mejor, el cuarto. Saludó en banderillas El Boni.
El Cid, berenjena y oro, pinchazo y estocada (saludos). En el cuarto, estocada baja y estocada (una oreja).
Iván Fandiño, verde esmeralda y oro, estocada trasera y cuatro descabellos (silencio). En el quinto, estocada trasera y tendida (silencio).
Daniel Luque, grana y oro, estocada trasera y dos descabellos (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
Carlos Crivell.- Huelva
La primera parte de la corrida fue un auténtico soponcio. Se juntaron tres toros descastados con toreros muy ausentes. Los toros de Pereda, en el límite de la presentación, estuvieron ayunos de todo lo que debe adornar al toro de lidia. Ni fuerzas ni casta. Pero sus lidiadores andaban en otra cosa, como si la corrida no fuera con ellos. Es verdad que el primero fue manso, pero también es cierto que Manuel Jesús El Cid le dio pases muy despegados. Es posible que la propia condición del animal, siempre buscando las tablas, no permitiera otra cosa. Aún así, El Cid goza del cariño de Huelva y su complaciente afición llegó a pedir un trofeo al final de su faena.
Ver a Fandiño torear tan distanciado provoca dolor en la vista. El segundo tenía poca raza y menos fuerzas. No valía nada, pero el torero de Orduña lo citó siempre fuera de cacho sin comprometerse nunca, simplemente en plan cumplidor sin más estrecheces. Faena simple en la que se echó en falta más ardor torero.
Más o menos como lo de Daniel Luque en el flojo tercero. El torero de Gerena ensayó algún lance a la verónica de buen corte, seguido de un quite por chicuelinas muy airoso. El toro era un inútil, Luque se estiró en algunos muletazos sueltos sin unidad posible. A esas alturas la gente estaba ya algo mosqueada.
En el cuarto, este generoso público de La Merced se divirtió con El Cid. Lo dicho, hay una buena comunión entre el de Salteras y el público de Huelva. El cuarto, melocotón en los papeles y castaño en el ruedo, fue un toro más vibrante. El Boni llevó la euforia a la plaza en dos pares muy celebrados. Esta vez fue verdad que El Cid es un matador afortunado en los sorteos. La faena se cimentó en la derecha. La izquierda apenas la probó en dos tandas de menos contenido. El Cid toreó con rabia y gesto. La rabia se manifestó en la forma de bajar la mano para llevar la vibrante embestida del toro de Pereda. El gesto lo puso el torero al final de cada tanda, como si quisiera reafirmarse o reivindicar su sitio en la Fiesta. La faena fue vistosa, probablemente por debajo de la condición del toro, pero siempre contó con la complacencia del tendido. Tanto que incluso después de una estocada baja que escupió pronto y otra estocada, paseó un trofeo.
En el quinto volvió la tarde a su punto de intrascendencia. Fue un toro flojo y ayuno de raza. Y de nuevo apareció un torero, Fandiño, que todo lo dejó en compostura y elegancia sin pisar el terreno donde podía sacar más partido. La banda quiso animar el cotarro, pero la bronca popular paró el pasodoble. La corrida ya era un fiasco ganadero. Este quinto fue arrastrado entre una pitada soberana, algo poco usual en una plaza tan amable.
El sexto fue otro toro soso y de poca vida. Daniel Luque se dejó enganchar la muleta más de la cuenta. No había toro, pero es más doloroso constatar que no apareció el torero. En todos los pases le enganchó la muleta. Daniel Luque debe espabilar, porque está pasando otro año, y lo que es pasar, casi no pasa nada. La plaza registró una buena entrada. Es el abono de un ciclo que hoy tiene la culminación de su interés con la llegada de José Tomás. La corrida fue como un prólogo sin gracia.