Majestuosa faena de Cayetano en el tercero que le ha valido las dos orejas, a pesar de matar mal. El Cid, muy bien y con oficio. Mal Ponce con el lote menos potable de una corrida descastada de Pereda.

Pereda y La Dehesilla / Enrique Ponce, El Cid y Cayetano

Ganadería: cuatro toros de José Luis Pereda y dos, segundo y cuarto, de La Dehesilla. En general, correctos de presentación y de juego variado. Justos de raza, destacó el muy noble tercero por el lado izquierdo.

Enrique Ponce: estocada tendida (una oreja) y dos pinchazos y media estocada (saludos).
El Cid: estocada trasera (una oreja) y estocada (una oreja).
Cayetano: estocada que asoma y descabello (dos orejas) y pinchazo y estocada corta (palmas).

Plaza de Huelva, 2 de agosto. 2ª de Colombinas. Tres cuartos de plaza. Minuto de silencio por el jefe de areneros José Vázquez. El Cid y Cayetano salieron a hombros.

Carlos Crivell.- Huelva

La sorpresa de la tarde, que a estas alturas es relativa, fue la calidad de la faena de Cayetano al tercero. El nieto de Ordóñez sacó el manual de la pureza torera en una faena que sólo tuvo el defecto de pasarse el toro lejos de su anatomía. Esta circunstancia quedó minimizada por la soberbia calidad de su toreo, un dechado de prestancia y buen gusto, sobre todo lo que realizó por el pitón izquierdo de noble astado de Pereda. Cayetano escribió una hermosa página en este festejo central de Las Colombinas.

La corrida también se vio mermada por la escasa calidad de la corrida de Pereda (dos con el hierro de La Dehesilla). Casi todos las reses embistieron con la cara por las nubes. Alguno, como el cuarto, desarrolló muchos problemas incluso para un matador tan experto como Enrique Ponce, que se vio desarbolado por este animal.

Decíamos que el toreo de altura de la corrida llevó la firma de Cayetano Rivera. El torero mantiene su maravillosa majestad al realizar las suertes. También parece ahora más hecho en cuestiones técnicas, de forma que lo que el año pasado eran numerosos percances, ahora ya parece asunto resuelto, aunque para ello se pase el toro demasiado lejos.

Recibió al de Pereda con buenos lances de capa. Se percató de su clase desde el primer momento y comenzó a torear por el pitón bueno, el izquierdo. La firgura erguida, el ritmo de sus muñecas y el perfecto vuelo de sus engaños lograron escenas de gran belleza plástica. Fue una faena de hondura excepcional, sólo con ese detalle de la falta de ajuste. La tanda final sobre la zurda fue el perfecto colofón a una obra que caló de forma intensa en los tendidos. Fue lastimoso que la espada saliera más de una cuarta por el lado. El público pidió las orejas y el presidente, hombre con escasas exigencias, las concedió. Sin ánimos de quitarle un grano de importancia a esta faena, es inadmisible conceder dos orejas cuando se hace guardia a un toro en la suerte suprema.

El sexto anunció más problemas en los primeros tercios que en la muleta. Cayetano le dio tiempo y toreó sobre la diestra sin llegar a la altura de antes, tampco era el mismo toro. Toreó algo acelerado sin poder fijarlo. A esas horas, de noche, a media luz, porque en Huelva la luz sigue siendo muy mala, la plaza le pedía que lo matara y la música, de buena calidad y nula entidad torera, tocó el pasodoble Manolete para que el torero siguiera intentando arreglar lo que no lo tenía.

El Cid completó una buena tarde de toros, por supuesto por encima de las reses a las que lidió, que fueron de condición parecida. Ambos embistieron con la cara alta y derrotaron al final de los muletazos. El lidiado en segundo lugar, basto de hechuras, embistió de semejante forma y el de Salteras exhibió oficio y calidad en tandas de mucha voluntad en los que los de pecho fueron enormes. El Cid había toreado otra vez con el capote de manera espléndida.

Repitió su labor de entrega y dominio con el descastado quinto. El Cid sacó de su chistera su oficio para robar pases de diferente condición, siempre muy por encima de las arrancadas descompuestas del astado. Y si hay algo bueno en esta tarde onubense del saltereño, eso ha sido la espada. Dos estocadas seguras y efectivas. El Cid enfila su mes de agosto en un momento muy seguro y tan torero como siempre.

Enriquue Ponce es muy querido en Huelva. En esta ocasión, ese afecto superlativo no le ha servido para triunfar. Ese cariño de Huelva se reflejó en el primero de la tarde, toro de calidad mínima, al que el hizo una faena poco hilvanada y de mediana relevancia. No era un toro de triunfo ni Ponce fue el torero de otras veces. A semejantes reses las ha metido el valenciano en la canasta en otras tardes. Sólo ese cariño de los aficionados y la insolvencia del presidente pueden explicar la oreja que le fue otorgada.

El segundo de su lote fue malo de solemnidad, es cierto, pero ni aún así se explica que un torero tan veterano anduviera tan falto de recursos. Cuando el toro le ganó la partida, por brusco y complicado, Enrique se dobló con gestos de enfado y petición de clemencia al respetable. Es tan buena la gente, que le sacó a saludar cuando pudo acabar, de mala manera, con el de La Dehesilla.