Fotos: Arjona

Carlos Crivell.– La buena voluntad de la empresa de La Merced no pudo evitar un segundo festejo de Colombinas que es un ejemplo de lo que en estos momentos no necesita la fiesta de los toros. Ya de por sí el cartel era extraño con ocho toros en estos tiempos de mascarillas. Es casi imposible mantener la atención de un espectador durante más de dos horas. Si son tres horas y cuarto, ya ni les cuento. Pasadas las once de la noche quedaban pocas mascarillas en su sitio. Y esto debe ser consignado. La empresa reaccionó ante las críticas que indicaban que no se habían cumplido las medidas sanitarias en el primer festejo. Lo ha intentado hacer todo bien. Quienes se saltaron las normas fueron los hastiados aficionados que acudieron a la corrida. El pecado de la empresa es que a las tres horas de corrida ya no había nadie que le recordara a los desmascarillados que había que subirla para tapar la boca y la nariz.

Ni se pueden organizar espectáculos tan largos ni el futuro de la Fiesta puede están sustentado en corridas de toros tan bochornosas como la segunda de Colombinas. En tiempos muy difíciles para el toreo, cuando se pide una renovación de las estructuras del entramado taurino, en momentos en los que se necesita una corrida de toros atractiva en las que el toro sea el rey de verdad para que lo lidien toreros capaces, que son héroes, es un desastre ser testigos del juego de toros sin vida, casi muertos de salida, que dan más lástima que miedo, que llegan a dar auténtica pena, de manera que todo acaba en un bochorno continuado que no hay aficionado que aguante en una plaza. Con toros como los de Juan Pedro que se corrieron en Huelva, la fiesta no tiene futuro. Y esto no es nuevo, porque es la repetición mantenida de un tipo de corridas que ya hemos visto en numerosas ocasiones. Se trata de una ganadería muy amplia que suelta grandes toros en ocasiones, pero que suele ofrecer espectáculos insufribles. Se queda uno sin calificativos para explicar el juego de los seis astados de Juan Pedro. No vale que sean reses que dejan estar a los toreros, que molesten poco, porque la obligación del toro es molestar para que los lidiadores resuelvan los problemas.

Seis toros de presencia poco pareja, aunque es justo resaltar que algo mejor que las de los de Cuvillo del día anterior, que pasaron por el tercio de varas de forma simulada, para acabar desfondados a los diez muletazos. Alguno, como el segundo de Castella ni siquiera dos pases seguidos. Un verdadero despropósito que lastró este segundo espectáculo colombino.

El festejo fue muy largo porque hoy, a pesar de la casi inexistencia del tercio de varas, no hay una corrida que no dure más de dos horas y media. Pero se incluyeron dos toros para rejones, un parche que no tenía mucho sentido. Esos dos toros de San Pelayo fueron muy buenos. Andrés Romero estuvo vibrante, sacó a toda su cuadra, se mostró más sosegado y no logró un triunfo mayor por el fallo con los aceros en el quinto, con el que estuvo a muy buen nivel. Caballos como Guajiro, Kabul, Chamán y Fuente Rey demostraron buena doma en manos de un caballero con más cuajo que antaño.

De la corrida en lidia ordinaria solo cabe destacar el comienzo de la faena de Sebastián Castella al primero de su lote. Seis muletazos por alto sin moverse para rematar con el de pecho. Dos buenas tandas con la derecha de mucho mando y ahí el toro claudicó. Recurrió al toreo rehilado, algunos le llaman la noria, llegaron los circulares y un cierto barullo final cuando el toro más que embestir lo que hacía era topar. El francés estuvo firme con este toro. No pudo hacer nada con un séptimo anovillado que se hundió después de dos soberbios pares de José Chacón. Con medias arrancadas, era poco menos que imposible ligar los muletazos.

Enrique Ponce es la novedad de la temporada de la regeneración o de la renovación, lo que deja muy claro el momento actual del toreo. Nadie le puede restar un gramo de gloria a su trayectoria, es admirable su afán por torear en estos momentos, es más que evidente que se siente ahora ya un torero mediático y parece que le gusta, pero si se anuncia con este tipo de toros puede tirar por la borda su carrera. Anduvo tenaz y reiterativo en dos faenas largas de poca unidad, muchas ventajas y escasa emoción.

El local David de Miranda puso de su parte todo lo que tiene para salir airoso. Intervino en sus clásicos quites por saltilleras, caleserinas y tafalleras. Intentó hilvanar faenas ante dos animales moribundos, se mostró valiente en el toreo fundamental y animoso en las cercanías. Sus paisanos fueron generosos ante su entrega y le obsequiaron con una oreja en cada toro.

Mucho tiempo en la plaza, poco toreo y la sensación de que así no tiene futuro este maravilloso encuentro del toro y el torero. El toro debe ser fiero y el torero, aguerrido. Otra cosa es una pantomima teatral que ha conseguido que en los dos festejos colombinos no se hayan vendido todas las entradas, a pesar de que el lleno era poco más de cuatro mil personas. El aficionado quiere arte excelso o gestas heroicas. Y si el arte se realiza con toros serios, mejor. Se apuntan a los de Juan Pedro porque, dentro del peligro que lleva siempre el toro, son animales que comprometen poco, dejan estar a diestros casi con cincuenta años, aunque en muchas ocasiones llevan a los espadas al fracaso absoluto, como ocurrió ayer en La Merced.

Plaza de toros de Huelva, 3 de agosto de 2020. Segunda de la Feria de Colombinas. Tres cuartos del aforo permitido. Dos toros de San Pelayo para rejones (1º y 4º), bien presentados, bueno y flojo el primero; extraordinario el quinto; y seis de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación, el séptimo muy anovillado, en conjunto muy flojos y sin casta. Primero, noble pero muy flojo; segundo, soso, descastado y flojo; el tercero, con clase y apagado al final; el tercero, muy descastado y desfondado; el sexto, muy informal, con genio y molesto; el séptimo, muy descastado, flojo y apagado, y el octavo, noble y con medio recorrido.

Andrés Romero, chaquetilla azul, una oreja y ovación con saludos.
Enrique Ponce, de blanco y azabache. En el segundo, estocada casi entera trasera (saludos tras un aviso). En el sexto, media estocada atravesada y un descabello (saludos).
Sebastián Castella, de lila y oro. En el tercero, estocada (una oreja). En el séptimo, estocada trasera y baja (saludos).
David de Miranda, de verde hoja y oro. En el cuarto, pinchazo y estocada (una oreja). En el octavo, estocada (una oreja).
Saludó tras parear al séptimo José Chacón.