El Juli_Huelva_gilberto

El Juli, a hombros (Foto: Gilberto – Ambitoros)

Carlos Crivell.- El Juli fue el gran triunfador de segunda corrida de toros de las Colombinas de Huelva de 2014. Su actuación pletórica le valió cortar cuatro orejas y una salida triunfal por la Puerta Grande. El torero madrileño demostró una ambición desmedida y arrolló en todo momento. Mala suerte para Perera y voluntad en Morante.

Plaza de toros de Huelva, 2 de agosto de 2014. 2ª de Colombinas. Algo más de tres cuartos de plaza. Seis toros de Daniel Ruiz, muy justos de presentación, bajos de raza y de escaso juego, salvo el excelente 2º de la tarde, bravo y encastado. Buen puyazo de Cristóbal Cruz. Saludaron Juan Sierra y Guillermo Barbero en banderillas.

Morante de la Puebla, de azul marino y oro, pinchazo y estocada atravesada (saludos). En el cuarto, estocada tendida (saludos).

El Juli, verde botella y oro, estocada contraria y trasera (dos orejas). En el quinto, estocada trasera (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.

Miguel Ángel Perera, de verde esperanza y oro, metisaca bajo (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (palmas).

El Juli salió enrabietado a la plaza onubense para demostrar su hegemonía actual en el toreo. El rival era Perera, aunque nunca se puede un diestro fiar de un artista como Morante. Por su actitud, Julián López quería dar un golpe en la mesa, ahora que algunas aguas andan revueltas por diferentes asuntos de despacho, así como por el propio año que está completando Miguel Ángel Perera.

Era la plaza de Huelva, de acuerdo, pero la realidad es que la corrida de Daniel Ruiz, que lidiaba por primera vez en La Merced, fue muy poco brillante. De presentación escasa, los toros primero y segundo tenían la mínima expresión posible de pitones para un toro en plaza de segunda. El tercero fue una birria impresentable. En general, nobles, descastados, solo con nota más alta para el segundo.

Decíamos que El Juli fue un torbellino durante toda la corrida. Toreó bien con el capote en sus dos toros, aunque será inolvidable el quite por zapopinas (o lopecinas), realizado sin mover ni un milímetro las zapatillas del albero. Un quite sencillamente colosal por el valor, el temple del lance y su limpieza, siendo, como es, complicado en su ejecución. La faena fue un portento de sitio, poderío e inteligencia. El toro, de mínima encornadura, embistió mucho, posiblemente porque así lo quiso su matador. Toreo largo de mano baja con la derecha con remates de pecho muy conseguidos. Menos brillante por la izquierda, lado por el que el animal echó la cara arriba al final de los pases. Pero acabó toreando con calidad por el citado pitón en una demostración de poderío. Al final, los circulares, el parón, los pitones en los muslos y el delirio popular. Dejó la espada donde suele hacerlo, trasero, pero a esas alturas ese detalle no importó nada.

El quinto quería más entrega. No regaló sus embestidas dentro de una condición noble. Aquí El Juli fue amasando una labor en la que dio confianza al toro, le enseñó y le prolongó el viaje, para acabar toreando por ambos pitones de forma fácil, algo encorvado y con una seguridad pasmosa. Todo estuvo dentro del guión esperado de este torero, incluso el nuevo espadazo trasero y con salto. La gente lo aclamó con alegría. El Juli había dado su golpe en la mesa.

Morante estuvo voluntarioso toda la tarde. Que se diga tal cosa de un artista puede resultar extraño, porque ello induce a pensar que no hubo mucho arte en la tarde. No fue un día para el arte. El primero no tenía pitones, al menos eso parecía, pero fue noble sin acabar de entregarse nunca. Morante fue dejando pinceladas bellas, entre ellas un trincherazo, un cambio de mano, varios con la derecha y la izquierda, un conjunto deshilvanado que remató sin acierto con la espada.

Y más voluntarioso aún con el descastado cuarto, parado y reservón, con el que lanceó con gusto y dejó una larga para enmarcar, pero al que apenas pudo torear a gusto con la muleta. Eso sí, una enorme voluntad manifestada por el tiempo que estuvo delante y porque exprimió lo que pudo al animal. Pero la gente no fue a Huelva a ver a Morante voluntarioso.

El tercero era chico, feo, no tenía fuerzas y puede que tuviera problemas en la vista. Lo coló el ganadero y lo soltaron al ruedo. Una especie sin posibilidades ni para un matador con un momento tan bueno como el extremeño. Lo malo fue la forma tan horrible de matarlo de un metisaca en los bajos.

Lo dejó todo para el sexto, que fue mansito. Después de las pedresinas del inicio, cuando Perera quería torear con la derecha, el de Daniel Ruiz se acordó de los campos de Albacete y comenzó a buscar la puerta de salida.  La imagen del torero tratando de muletear al manso fue brillante.

Al final, todos los honores para El Juli, una apisonadora torera que arrolló a todo lo que encontró a su paso en La Merced. Este sí quiere guerra.

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