El Cid toreó de forma admirable al cuarto en una faena que merecía una buena estocada, pero la espada cayó muy baja y sólo pudo dar una vuelta. Ni una oreja en una corrida descastada de Pereda

Plaza de toros de Huelva, 2 de agosto de 2010. 3ª de Colombinas. Cinco toros de La Dehesilla y uno, cuarto, de Pereda. Desiguales de presencia, primero, quinto y sexto de impresentables pitones. Bajos de raza y todos a menos en la lidia. Mejores, cuarto y quinto. Saludó en banderillas Alcalareño.

El Cid, de rosa y oro, estocada (saludos). En el cuarto, estocada muy baja (vuelta al ruedo).
El Fandi, de nazareno y oro, estocada caída y trasera (saludos). En el quinto, estocada honda atravesada y dos descabellos (saludos tras aviso).
Alejandro Talavante, de berenjena y oro, estocada trasera (saludos). En el sexto, estocada trasera y tendida y descabello (saludos).

Carlos Crivell.- Huelva

Los toreros y ganaderos de Huelva se manifestaron al final del paseíllo para exigir libertad y apoyar a la Fiesta de los toros. Decíamos ayer que Huelva es torera y está al lado de la tauromaquia. Ahora bien, ese apoyo a nuestro inigualable arte del toreo requiere algo más, por ejemplo, que las corridas sean auténticamente dignas y serias, porque si después no se pide pureza, ese apoyo se queda debilitado.

En esta corrida de Colombinas salieron toros de Pereda, cinco con el hierro de La Dehesilla, de los cuales hubo algunos que lucieron pitones de mínima presencia, como los lidiados en primero, quinto y sexto lugares. En cambio, los restantes sí mostraron una presentación acorde con lo que debe ser una corrida en una plaza de segunda. Bueno es apoyar al toreo, mejor aún si luego en el ruedo se paladea la emoción del toro íntegro; al menos, un toro que así lo parezca.

Ni una oreja se cortó en la tercera de Colombinas. La culpa hay que ponerla en el saco de los toreros, que algunas veces no dieron el paso adelante y otras fallaron con los aceros. Al margen de ese detalle de los pitones de algunas reses, la corrida de Pereda careció de casta, aunque el juego de los toros jugados como cuarto y quinto fue excelente y sus matadores aprovecharon estas cualidades para ofrecer su estilo torero.

Es evidente que el estilo de El Cid es de los que reconforta a los buenos aficionados, sobre todo cuando torea con la calidad que lo hizo al cuarto de la tarde. El de Salteras toreó muy bien con el capote a sus astados, jugando los brazos con calidad y templanza. La faena al primero estuvo matizada por la escasa raza del animal. Algunos muletazos sobre la derecha fueron propios de la casa, pero se rajó pronto y la faena no pudo mantener un ritmo alto. Mató bien a este primero. Fue la estocada debió guardar para el cuarto.

La faena al cuarto, buen toro, fue sencillamente enorme. El Cid ofreció un curso de sitio, distancia y temple. El toro fue bueno, o mejor dicho pareció muy bueno ante los pases llenos de armonía y temple del saltereño. Entre pases buenos por ambos pitones, como si el tiempo volviera atrás, de nuevo los pases de pecho inmensos de Manuel Jesús fueron un placer para el aficionado. Faena rematada con circulares y un dominio absoluto. A la hora de matar la espada se fue el sótano infame. Qué manera de emborronar un faenón. Pero ahí quedaron sus muletazos, su concepción limpia y templada, su manera de tratar al toro para que luciera en su máxima condición. El Cid eterno dignificó el toreo.

El otro toro bueno de la corrida fue el quinto. Su matador fue El Fandi, que también le aplicó su estilo. Anduvo fácil con el capote, puso las banderillas como acostumbra y toreó con la muleta por debajo de las posibilidades del toro. Tampoco es cuestión de matizar mucho, pero El Fandi le dio al animal más de cien pases rapidillos y carentes de calidad. De su entrega, ganas de agradar y voluntad, nada nuevo hay que añadir. El Fandi suda el traje de torear, si es que eso de sudar es una virtud torera. No mató bien y se quedó sin premio.

Al segundo, toro menos claro por su falta de raza, le colocó un primer par de banderillas soberbio, el mejor de los que le he visto en muchos años. El toro fue primero brusco y al final rajado. Nada que objetar al de Granada.

Alejandro Talavante mató dos toros y a ambos los trató de forma similar. Nada con el capote, salvo un quite de frente por detrás muy enganchado. Se templó mucho en las dos faenas, aunque su toreo no caló en los tendidos. Ligó mejor en la primera parte de su labor con el tercero, pero el toro se distrajo y dejó de seguir la muleta en una rajada clamorosa.

Con el sexto volvió a torear templado en la primera parte de su labor, especialmente con la diestra. La izquierda, como ocurre con tantos toreros, para otro día. La faena fue perdiendo intensidad y la tarde acabó sin trofeos, algo insólito en La Merced. El aficionado salió con el bello recuerdo del toreo grande de El Cid.

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