Castella brilla sobre un ruedo encharcado en la 5ª de Jaén que se pudo celebrar gracias al tesón de los toreros. Castella estuvo valiente y entregado y se llevó el mayor premio de la tarde.

Collado y Tornay / Enrique Ponce, El Cid y Castella

Ganadería: Tres toros de Tornay, segundo, cuarto y sexto, bien presentados. El mejor, por bravo, el sexto. Malo y áspero, el segundo y rajado, el cuarto. Dos de El Cotillo, primero y quinto, chicos ambos. Sin raza el primero y bueno, el quinto. Impresentable el tercero, de Collado.

Enrique Ponce: pinchazo y estocada trasera y baja (saludos) y pinchazo y media trasera (saludos tras aviso).
El Cid: pinchazo y descabello (silencio) y estocada trasera (una oreja).
Sebastián Castella: estocada trasera (una oreja) y media trasera y dos descabellos (una oreja).

Plaza de Jaén, 18 de octubre de 2008. Casi tres cuartos de plaza en tarde lluviosa. Castella salió a hombros.

Carlos Crivell.- Jaén

La terna decidió comenzar la corrida aunque el color del cielo era gris plomo. Fue una temeridad. Al morir el segundo, las nubes decargaron agua con saña y, a pesar del buen drenaje del coso de la Alameda, se inundó y enfangó el piso de la plaza. En tales condiciones ya no fue la misma corrida; no se puede hacer un jucio exacto del juego de unas reses que más que embestir patinaban sobre el lodazal. Con la lluvia, incluso cambia el comportamiento del público, que al ver a los toreros empeñados en buscar el lucimiento imposible les aclama todo lo que realicen, sea bueno o malo.

Estas circunstancias del clima y un revoltijo de toros de varios hierros artefactaron este festejo. De lo anunciado de Collado, porcedencia puro Collado en genial frase de Paco Dorado, aunque con el hierro de El Cotillo, se lidiaron dos porque el resto no pasaron el examen veterinario. Alguno no llegó ni a salir del camión porque no daba el peso mínimo. Los de El Cotillo, una verdadera miseria de toros, lo mismo que el llegado a última hora de Collado. Este desbarajuste en los corrales se solventó con los de Tornay, bien presentados, pero el responsable de todo es el equipo de Ponce, ya que no debe olvidarse que lo de Cotillo y lo de Collado es de uno de los apoderados del valenciano.

El triunfador fue Castella. Cuando salió el tercero comenzó a llover con fuerza. Salió una raspa de animal que ni se picó. Entre su exigua presencia y los patinazos, Castella minimizó el tercio de varas. La plaza asistió con emoción a una faena bajo el diluvio. No fue una labor de calidad, ni de un valor excelso, fue una faena de garra en la que Castella cambió cinco veces de muleta, se sucedieron los enganchones y fue imposible templar a gusto una embestida áspera y bronca del torillo de Collado. El mérito fue estar allí, sin importarle ni la lluvia ni el toro. Y eso lo premió la plaza cuando mató al astado.

Castella se enfrentó al bravo sexto de Tornay con un talante más sereno. Ya entonces la lluvia no hacía daño al caer y el ruedo tenía zonas de mayor practicabilidad. El toro fue bravo en el caballo y bueno en la muleta con el defecto de que perdió bríos y se defendió pronto. Castella lo recibió con unos estatuarios enormes sobre el fango. Siguió con toreo de buen ritmo sobre la derecha, para acabar con circulares de gran exposición. No mató bien pero el público pidió su trofeo y llegó a sus manos. Buen final de temporada del torero francés.

Era la última de Enrique Ponce en la temporada. Ni tuvo suerte ni la buscó. El primero, chico y descastado, tenía media arrancada. Por tanto, medios pases. No pudo ligar los muletazos, que además fueron excesivamente despegados. El cuarto, de Tornay, prometía mejores prestaciones al principio. De nuevo se pasó al toro muy lejos en algunas tandas con la derecha. A mitad de faena el animal comenzó a perder fijeza en el torero y buscar a los que se movían por el callejón. Ahí acabó todo. Ponce no pudo rematar el año en Jaén con el triunfo de otras temporadas.

El primero de El Cid era un marrajo. Le ponía los pitones en el cuello en cada embestida. Ya entonces el cielo comenzaba a descargar, la gente estaba distraida para taparse y El Cid abrevió. Al menos, el de Salteras remató su año con una oreja en el quinto, el mejor del lote de Cotillo. Los lances de saludo fueron de gran calidad, posiblemente lo mejor de la tarde en contenido artístico. La faena fue la de un torero con oficio. El toro medio se dejó y Manuel Jesús le robó pases habilidosos, entre ellos varios buenos con la zurda y alguno de pecho excelente. La oreja fue bastante generosa.

En definitiva, una corrida que tiene un análisis especial porque el ruedo fue un fangal desde la muerte del segundo. En esas condiciones, es de agradecer que los espadas la mataran.