Carlos Crivell.– La segunda de la Feria fue un festejo amable a medio gas. A poco gas los toros de Cuvillo, sosos, nobles y anovillados. Morante, intermitente. Manzanares, estético pero superficial. Padilla, con su pueblos. Y mucho cante, tal vez demasiado.
Plaza de toros de Jerez, 15 de mayo de 2015. 2ª de Feria. Casi lleno. Seis toros de Núñez del Cuvillo, escasos de trapío, nobles, descastados y manejables en distinto grado. Más encastados el cuarto y el sexto. Saludaron en banderillas Curro Javier, Luis Blázquez y Rafael Rosa. Padilla salió a hombros.
Juan José Padilla, de grana y oro, estocada (una oreja). En el cuarto, estocada (dos orejas).
Morante de la Puebla, de rioja y oro, casi media y descabello (silencio tras aviso). En el quinto, media estocada tendida y siete descabellos (saludos tras aviso).
José María Manzanares, de negro y azabache, pinchazo hondo (una oreja). En el sexto, media tendida y tres descabellos (saludos).
La corrida de Cuvillo pecó de escasa presencia. Se dirá que era Jerez, pero por eso mismo, porque Jerez es una plaza supuestamente seria y exigente el toro debería tener más trapío. La de Cuvillo fue una novillada corta. Es un detalle que parece que no le importa a nadie, al menos no se escuchó ni la más mínima protesta en el tendido por la presentación de las reses. En la pérdida de valores de la Fiesta, ya vale todo.
Tampoco fue la mejor corrida de Núñez del Cuvillo. Es obvio que la suerte de varas fue algo menos que un trámite. En unos años puede desaparecer esta hermosa suerte que es el baremo de la bravura del toro. Entre la blandura de algunos, la escasa duración de otros y el punto de mansedumbre de alguno, la corrida fue un conjunto demasiado moderno.
La gente se lo pasó bien. Si este detalle es suficiente, pues qué podemos contar de la corrida. Para colmo, hasta tres señores se tiraron a cantarles a los toreros. Una verdadera pasada. Padilla cortó tres orejas. Estuvo en su salsa. Puso a contribución del triunfo sus mejores deseos. Se sucedieron las largas cambiadas en el tercio, las banderillas poderosas, el toreo de rodillas con la muleta y dos faenas de tanta entrega como capacidad de conexión con un público que lo adora.
La faena al quinto tiene su pequeña historia. Exhibió el de Cuvillo algo de casta, pedía una muleta que lo mandara y fue menos pastueño que sus hermanos. Padilla tragó mucho para lograr muletazos de más mando. En algún descuido el animal lo sorprendió. Al final hasta se rajó. El de Jerez tiró de recursos y dejó una estocada perfecta que le pusieron en las manos las dos orejas.
Morante regaló tres lances en un quite a su primer toro como solitario toreo de capa. Muy poca cosa. Entre fallos en la colocación y enganchones se sucedieron varios intentos de toreo fundamental con el capote. El primero de su lote solo le permitió una faena de detalles sin ligazón, hermosos por sí mismo pero sin conjuntar faena.
El que se lidió en quinto lugar, pequeñín, era tan soso como noble. La banda de música animó por su parte y fue dibujando muletazos de trazo bellísimo aunque muy deshilvanados. En esta primera fase de la faena no podía ligar los muletazos seguidos. Morante, a lo suyo. Se encorajinó y una tanda con la derecha mejoró todo lo anterior. Ahora bajó la mano, trazó el pase con empaque y hondura. Era otra faena diferente, ya de breve contenido, pero de gran hondura. Algunos molinetes y trincherazos llevaron el sello de Morante, que ya es suficiente. Se le atravesó el verduguillo y su tarde jerezana se quedó sin premio.
Manzanares toreó a placer al tercero, tan noble como soso. El de Alicante echó mano de su toreo de estética y buen gusto en una faena de muchos derechazos y escaso toreo al natural. La prestancia y empaque del diestro lo llenó todo. Del tendido volvió a surgir el cante flamenco, costumbre demasiado prodigada en esta feria, aunque suele predisponer al respetable para el triunfalismo. Un pinchazo hondo fue suficiente para pasear una oreja de escasa entidad.
El sexto tenía más casta. Manzanares dibujó pases tan hermosos como desajustados. El toreo moderno es así, de una estética muy alta y apreturas escasas. Los naturales, con pocos toques y la cara a media altura, fueron más reunidos. Con una facilidad pasmosa siguió con la derecha en línea, siempre la figura muy compuesta, a media altura, para volver a lucirse con los naturales. Al matar, otra vez se lanzó uno a cantar. Dejó media en un día sin fortuna con el estoque.