Cinco orejas se cortaron en la tercera de Jerez, pero el buen aficionado sólo de acordó de algunos detalles sueltos de Morante con el capote o de Manzanares en sus faenas. Lo de Juan Pedro es la perdición del toreo. Es toro podrido sin vida. Así, con semejantes toros, la Fiesta se está buscando una ruina. 

Seis toros de Juan Pedro Domecq, terciados, descastados, sin fuerzas y nobles. Fue una corrida en el límite de todo lo que de ser el toro de lidia. El mejor, el quinto.

Morante de la Puebla: pinchazo y estocada trasera (saludos) y pinchazo y media (una oreja).
El Fandi: estocada trasera y tendida (saludos) y estocada (dos orejas).
José María Manzanares: estocada (una oreja) y pinchazo y media estocada (una oreja)

Plaza de Jerez, 3ª de la Feria del Caballo. Tres cuartos largos de plaza. El Fandi y Manzanares salieron a hombros.

Carlos Crivell.- Jerez

Gracias a los dos artistas del cartel la corrida de la feria jerezana pudo tener un argumento. Los artistas del cartel tropezaron con las miserias de un encierro paupérrimo de Juan Pedro. Por contra, el mejor toro de la suelta cayó en manos de El Fandi, torero afanoso que hizo lo posible por agradar, aunque a la afición le quedaron las ganas de haber podido contemplar a Morante o a Manzanares con ese mejor astado.

Hay que incidir en lo dicho tantas veces. Toros como los de Juan Pedro, absolutamente descastados y sin fuerzas, no contribuyen a la revitalización de la Fiesta. Es un género de toros que por su falta de casta puede acabar con la tauromaquia. El peligro está dentro. Si los toros no transmiten emoción, nada tiene sentido. De esta corrida podremos leer que ha sido manejable, que ha sido noble, que se ha dejado. Esta corrida ha sido una calamidad absoluta que no sirve para nada; es una mentira absoluta. Sólo el quinto de Juan Pedro tuvo alguna capacidad para repetir con alegría a la muleta.

Gracias a los matadores del cartel la corrida se salvó. Los detalles de arte de Morante y Manzanares fueron verdaderas obras maestras. Por su parte, El Fandi fue fiel a su estilo bullidor, aunque al toro quinto debió torearlo mejor, o al menos con más gusto. El problema es que su entrega y ganas de agradar son encomiables, pero su torería es de una limitación total. Si El Fandi toreara bien, sería el no va más.

Morante tropezó con dos toros nada fáciles para que su arte resplandeciera. De nuevo mostró esa faceta de torero que busca el triunfo a toda costa. El que abrió plaza no le dejó esbozar más que algunos pases sueltos. Molestado por el viento, la faena no llegó a cuajar.

Con el cuarto armó un alboroto con el capote con verónicas excelsas y chicuelinas de alto voltaje. La plaza rujió ante tanta belleza. Lástima que el animal fuera una miseria en sus arrancadas, cansinas, sin fuelle, de forma que Morante, totalmente entregado, no pudo ligar la faena, aunque se sucedieron los pasajes de gran belleza, unas veces en los naturales, otras con la derecha y siempre en los remates y los adornos. Cómo sería su labor que, a pesar de no matar bien, fue premiado con una oreja.

Manzanares cuajó un hermoso comienzo de faena al tercero con pases a media altura. Los derechazos cadenciosos fueron recibidos con júbilo. El de Juan Pedro se apagó pronto y la faena perdió calidad, pero ganó en entrega con detalles sueltos del mejor arte del alicantino. De nuevo funcionó la espada y el premio llegó a sus manos.

Con el flojo sexto, Manzanares volvió a torear muy despacio por ambos pitones en una labor intermitente, la misma que imponía el toro que estaba cogido con alfileres. De nuevo surgieron pases sueltos de gran calidad que salvaron su conjunto.

El Fandi cubrió su tarde con sus armas habituales. El segundo era excesivamente soso. El trasteo largo del granadino no llegó a calentar al tendido.

Con el mejor toro de la tarde, El Fandi puso en práctica toda su artillería torera. Desde las largas cambiadas de salida, pasando por las banderillas, hasta los pasajes del final fueron el toreo vistoso y superficial de Fandila, muy bien recibido por la plaza. El toro fue tan templado que el toreo al natural alcanzó fases de mayor calidad. Aún así, el premio de dos orejas fue una exageración, que se puede explicar por las notables carencias de triunfo que se suceden en esta feria.

Con una corrida mala, cinco orejas. El ganadero seguro que está feliz, pero esa felicidad es la propia tumba del toreo, porque ahora seguirá criando toros de tanto arte que son una verdadera basura. El final fue lastimoso. Manzanares y El Fandi, a hombros y Morante andando. El arte, incomprendido.

 

 

 

 

 

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