22Carlos Crivell.– Se lidió una corrida hueca de casta y de fuerzas de Juan Pedro, pero muy noble, de forma que se cortaron orejas sin faenas que lo justificara. Cayetano volvió con ganas y su empaque habitual. Ponce y El Fandi, sin novedad.

Plaza de toros de Jerez, 16 de mayo de 2015. 3ª de Feria. Dos tercios de plaza. Seis toros de Juan Pedro Domecq, mal presentados, inválidos, descastados y nobles. Salieron a hombros Ponce y El Fandi.

Enrique Ponce, de tabaco y oro, estocada trasera (una oreja). En el cuarto, estocada corta trasera, tendida y atravesada y un descabello (una oreja).

El Fandi, de blanco y plata, estocada trasera (una oreja). En el quinto, estocada trasera (una oreja).

Cayetano, de agua mar y oro, pinchazo y estocada contraria (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada (una oreja).

Seis toros de Juan Pedro carentes de todos los atributos que deben adornar a un toro de lidia. Mínimos de presencia, pasaron de forma testimonial por el caballo y llegaron al tercio final con embestidas cansinas y desprovistos del menor atisbo de vitalidad. Eso sí, toros de una nobleza beatífica. La terna anduvo a gorrazos con ellos, cada uno según su estilo y sus posibilidades. El público disfrutó con este tipo de toro, de forma que se puede abrir un debate si el fin justifica estos medios tan escuálidos.

Ponce mató dos toros sin despeinarse. No le plantearon ningún tipo de problema, salvo la propia falta de pujanza que exhibieron los astados. Ponce planteó dos faenas templadas, a media altura, poco ajustadas y con una suficiencia descarada. La solvencia de un torero tan curtido ante unos toros tan adormilados produce una extraña sensación. Durante sus dos faenas no hubo especiales reacciones del público ante sus muletazos, pero al final de las tandas, como ocurre en los partidos de tenis, el personal despertaba para aplaudir.

La del primero fue una faena de una corrección total. La del cuarto, planteada en los mismos terrenos, tuvo como elemento añadido que el torero se empeñó algo más en prolongar las arrancadas y acabó con sus clásicas poncinas cuando ya el animal estaba rajado y pedía a gritos la muerte. Fácil con la espada, paseó una oreja en cada toro y se fue a hombros sin haber hecho ningún esfuerzo aparente. Es cuestión de veteranía y oficio.

El Fandi también está curtido. Su problema es que somete a los toros a su toreo variado con la capa y con las banderillas, de forma que se suman la falta de casta con el agotamiento. Quiso llevar al toro al caballo por zapopinas, que no es un lance apropiado para ello. Luego, el granadino pidió los cambios de tercio montera en mano antes de que el toro llegara al caballo. Se lució como suele con sus tercios de banderillas y dio una enorme cantidad de pases con la muleta a los de Juan Pedro. El segundo estaba rajado desde el principio. Los pases se sucedieron sin ninguna emoción, pero los rodillazos, el martinete y un desplante de espaldas ejercieron de despertador popular.

El quinto no podía con su esqueleto. Se movía de forma cansina, como un rinoceronte en un lago de barro. El Fandi volvió a ensayar pases por ambos pitones, algunos más completos, casi nunca ligados, la mayoría de las veces medios pases, pero la gente se sintió feliz. La música se sumó a la fiesta en plan protagonista y todos contentos. Se enfadó el pueblo porque solo le concedieron una oreja.

El aliciente de esta corrida era comprobar cómo volvía Cayetano. De momento vuelve con cierta inseguridad y el mismo buen porte y elegancia que ya le conocíamos de su etapa anterior. Esa inseguridad se hizo presente en las dudas en el saludo con el capote y en el trance de la suerte suprema. Con la muleta dibujó algunos muletazos muy bellos con la mano derecha. Por el lado izquierdo se sucedieron los enganchones. La espada lo dejó sin premio.

Ya en el sexto se sacó la espina con el capote en unos lances rodilla en tierra muy vistosos. También se lució en un galleo de frente por detrás para llevarlo al caballo. Comenzó de rodillas con el toro mejor presentado del encierro. Sin zapatillas, con muchas pausas, toreó por la derecha con elegancia y empaque a otro toro cada vez más quedado. Ahora pudo completar naturales limpios plenos de majestad. Fue un buen toreo que, sin embargo, no llegó con intensidad al tendido. Llegó un desarme, el arrimón y demás aditamentos del toreo de nuestros días. La espada falló de nuevo. Con este tipo de toros, Cayetano puede funcionar, pero el toreo exige otros compromisos.

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