El final de la Feria de Jerez fue desigual, con una corrida de Gerardo Ortega con toros interesantes, y tres toreros que no acabaron de dar el paso adelante, salvo Talavante con el sexto.

Seis toros de Gerardo Ortega, el primero lidiado como sobrero, de aceptable presencia, justos de raza, nobles pero de escasa transmisión. Mansos los lidiados en cuarto, quinto lugares. Manso encastado, el sexto.

Finito de Córdoba: pinchazo y trasera caída (saludos) y cuatro pinchazos y siete descabellos (silencio tras aviso).
Rivera Ordóñez: pinchazo y estocada (una oreja) y pinchazo y media baja (silencio).
Alejandro Talavante: pinchazo, media atravesada y dos descabellos (saludos) y dos pinchazos y estocada trasera (saludos).

Plaza de Jerez, 5ª de la Feria del Caballo. Media plaza.

Carlos Crivell.- Jerez

El público le volvió la espalda a la corrida final de la Feria de Jerez. Algunos decían que después de las emociones del día anterior, nada podría interesar al aficionado. No es así: siempre que salen seis toros y hay tres toreros en el ruedo se puede producir el milagro. No hubo muchos milagros en esta corrida, salvo el de la lidia del manso encastado sexto que Talavante cuajó con su aplomo y valentía.

La de Gerardo Ortega no fue ni buena ni mala. Algunos toros desarrollaron nobleza; otros fueron mansos; muchos embistieron con nobleza, aunque también con demasiada sosería. También tuvo mala suerte porque cuarto y quinto fueron mansos y bajaron mucho la nota. El sexto fue el toro más vistoso de la tarde por su movilidad.

La terna se contagió de la somnolencia que se apoderó de la tarde. El eternamente esperado Finito pudo estar mejor con el sobrero que abrió plaza. Rivera Ordóñez cumplió con su primer toro y Talavante salvó su tarde en el sexto.

El primero se partió un pitón al hincarlos sobre la arena. El sobrero fue bondadoso. Finito ensayó pases a enorme distancia. Su empaque y elegancia natural son consustanciales. Nadie puede poner en duda esas virtudes de Juan Serrano. Pero al toro hay que torearlo para los adentros, nunca a base de tirones violentos hacia fuera. Y Finito abusó de esos toques que deslucieron un trasteo que pudo llegar a ser y se quedó en casi nada.

El cuarto le salió manso. Fue un manso que cantó su condición después de las banderillas. Parecía bueno el de Ortega, pero en las primeras probaturas de Finto por bajo se rajó de forma escandalosa. Finito tuvo un arranque de casta y quiso enjaretarle faena. Fueron intentos vanos. El final fue el fracaso del torero con la espada en uno de esos conciertos en los que no se tira a matar, sino que más bien huye de la suerte.

Rivera Ordóñez le cortó una oreja al segundo. Buenos los lances rodilla en tierra y una faena limpia, sustentada en muletazos dobre ambos pitones a un animal tan noble como soso. La virtud de Rivera fue superar esa condición anodina con una puesta en escena de ganas y afanes.

El quinto fue de los malos de la corrida. Salió manso y embistió con la cara alta. Rivera no puso los palos y lo trasteó sin estrecheces. Cuando se convenció que todo era inútil se fue por el acero.

El extremeño Alejandro Talavante sorteó uno de los nobles de la tarde, el tercero. El toreo realizado por el diestro fue "guadianesco". Junto a algunos pases limpios y templados, muy típicos de su tauromaquia, abundaron los enganchones, también propios de su estilo. Fue una faena larga, a veces interesante y otras, descorazonadora.

Acertó a darle sitio y distancia al manso encastado que se lidió en sexto lugar. Fue el toro más vibrante de la tarde. El toro embistió a oleadas, pero Talavante se mostró muy firme en su planteamiento y le enganchó bien para tirar en tandas sobre todo emotivas, la misma que el animal proporcionaba. El final con manoletinas, muy firme y valiente, fue la guinda de su labor. Pero la tarde estaba gafada y falló con la espada.
 

A %d blogueros les gusta esto: