El final de la Feria de Jerez fue muy pobre con una corrida mala de Camacho y los toreros a medio gas. Cortó una oreja Jesulín de Ubqiue por una faena sin fondo.

Seis toros de Mari Carmen Camacho, el sexto lidiado como sobrero por uno devuelto por inválido, desiguales de presencia, muy descastados y flojos. Con más recorrido, el tercero. Casi todos mal presentado, excepto el quinto.

Jesulín de Ubrique, de celeste y oro, pinchazo y estocada trasera (saludos). Pinchazo y estocada trasera (una oreja).
Manuel Díaz "El Cordobés", de blanco y oro, estocada atravesada y descabello (saludos). Media estocada y dos descabellos (Saludos).
Rivera Ordóñez, de azul y oro, media estocada y descabello (saludos). Pinchazo hondo, media estocada y descabello (silencio).

Plaza de Jerez. 5ª de Feria. Algo más de media plaza. Saludó en banderillas Juan Contreras.

Carlos Crivell.- Jerez

La resaca se apoderó de la plaza de Jerez después del acontecimiento del sábado. Esta vez era otra corrida. Y bien que se notó. Este cartel, llamado mediático, tiene su razón de ser por un fuerte tirón taquillero, pero parece que todo tiene un límite, y también la tienen estas combinaciones de toreros. La pobre entrada que registró el coso demuestra que el filón está agotado.

La corrida de Camacho tuvo de todo. Predominó la falta de casta y fuerzas. El toro no puede sostenerse sólo en una bondad extrema, de algo que está más cerca de la bobaliconería que de la embestida del toro de lidia. En la corrida de Camacho hubo poca casta. No vale que algún toro, como el lote completo de Jesulín, fuera tan noble como empalagoso. Al toro, mucho más en estos tiempos, hay que pedirle movilidad, fiereza y más fuelle.

Con este género, los tendidos asistieron al festejo en una plácida duermevela, apenas sobresaltada por algún momento puntual. Jesulín mató dos toros sin despeinarse ni mancharse el vestido. Cayeron en su lote dos astados pastueños, sosos y medio muertos. El primero, pasado de romana, se derrumbó varias veces durante la lidia. El torero de Ubrique le dio pases con la derecha despegados en una labor cansina y aburrida.

El cuarto, chiquito y bonachón, metía la cara andando. Ahora, Jesulín le echó algo de ardor a su faena, al menos provocó las arrancadas, para lograr algunos pases templados, porque lo cierto es que el temple que siempre adornó a su tauromaquia sigue presente. El matador animó una embestida mortecina, para que sus seguidores se sintieran recompensados. De esta forma, aunque no mató bien, unos cuantos pidieron una oreja que el palco no dudó en otorgar. La realidad es que esta vuelta de Jesulín no tiene mucho sentido torero. O se viene a por todas, o se queda uno en su casa.

El Cordobés hizo el paseíllo desmonterado como señal de que debutaba en Jerez cuando lleva dieciocho años de alternativa. Ni tuvo suerte con su lote ni su tauromaquia es la más adecuada para una plaza seria. No tuvo suerte porque se enfrentó a dos toros parados y de escaso recorrido. No hubo faena propiamente dicha al segundo. Como elemento añadido, obsequió al de Camacho con tirones que acabaron con sus mínimas posibilidades de embestir.

Con el quinto, también soso y parado, en vista de que no había muchas posibilidades de torear de forma ortodoxa, se dedicó a provocar la hilaridad del tendido con algunas frases que no pudieron escuchar más que los más próximos, cabezazos al toro y algún intento de salto de la rana. Todo, por cierto, carente de torería. Sigue siendo muy simpático.

Rivera Ordóñez no tiene nada que ver con sus compañeros de terna. Lo demostró con el tercero, un toro de mayor movilidad, al que toreó en tandas con la derecha con muletazos templados y algo desajustados. Pero fue una faena con un guión establecido, lejos de un trasteo de pases sueltos y ajustándose a las normas toreras.

Banderilleó a sus dos toros con facilidad. Algunos pares fueron de buena ejecución. El sexto fue un sobrero también de Camacho. El titular se había quedado descoordinado en los lances de capa del saludo. La faena fue sólo voluntariosa. El toro no tenía mucha clase. Por la derecha enjaretó pases sin poder ligarlos. Por la izquierda, el toro se quedaba a mitad de camino. Tampoco se dio mucha coba y se fue por la espada pronto. Así finalizaba una corrida con resaca que fue un plato demasiado indigesto.

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