José Luis López Marín.- Queridos amigos, el ciclón José Tomas, pasó por Granada. Como no podía ser menos, y añorando a mi querida Maestranza hispalense, donde un torero sevillano de Los Palacios llamado Pepe Moral, que hacia más de dos años que no toreaba en España y que la pasada temporada ni se vistió de luces, se entretenía en realizar un toreo de muchos quilates, y cortarle las dos orejas a un gran toro del Conde de la Maza, me vine a la tierra de García Lorca, para contarles lo que había pasado en esta otra Maestranza de estilo mudéjar, que se inauguró el 30 de septiembre de 1928.
Antes que nada he de confesar que para venir a Granada y disfrutar de ella y de su gente, no hace falta que toree José Tomás, ni el mismísimo Lagartijo que reviviera. Ya el poeta y académico mexicano, Francisco de Icaza, cautivado por la hermosura de la ciudad, dejó plasmados unos versos que la definían, en el mirador de los Jardines de los Adarves: “Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”
Granada en sus fiestas del Corpus está radiante, y en este jueves que reluce más que el sol, en que está anunciada la reaparición de José Tomas, la ciudad es un hervidero de gente que viene y que va, que llena los bares y cafeterías y que hace materialmente imposible la reserva de una plaza de comensal en cualquier restaurante que se precie. El torero de Galapagar ha decidido que Granada y su gente sean testigos de excepción de su vuelta a una plaza española, cuando pronto se cumplirán dos años de su último paseíllo.
Por ello los granadinos están felices, pues en una época en que todo el trabajo que venga es bien venido, José Tomás llega como un maná llovido del cielo, para llenar todos los hoteles, paradores y cualquier establecimiento que tenga una cama disponible para alquilar en la capital y en la provincia.
Un taxista agradecido me comentaba que aunque a Granada acude mucha gente por estas fechas, lo de este año es especial, ya que hay en la ciudad, además de españoles, gente de Francia, de México y de Portugal que abarrotan los establecimientos hoteleros, de la misma forma que en la tarde del jueves abarrotaron las 14500 localidades de su plaza de toros. Este profesional del volante, proponía que Tomás toreara más veces en Granada. Yo añadiría que también lo hiciera en Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao y allí donde se le quisiera contratar. Creo que un torero que es capaz de mover esta cantidad de aficionados y reactivar la economía de toda una ciudad, se debiera de plantear el prodigar algo más su toreo y sus apariciones.
En cuanto a lo exclusivamente taurino, ya ha habido compañeros que han escrito con profusión de todo lo que pasó en el coso diseñado por el arquitecto Ángel Casas. Un público entusiasta y amable que vitoreó a su héroe durante toda la tarde y que pasó de puntillas por el toreo que mostró Finito de Córdoba y el joven Rafael Cerro, que debe de ser más consciente del tiempo que duran sus faenas. Este público que hubo de esperar al quinto toro para entusiasmarse de forma arrebatada, y no precisamente como colofón de una gran faena, sino al verlo salir de la enfermería, pálido y maltrecho, para matar a su segundo toro, que lo había enviado, exánime, al hule en una fea voltereta propiciada por un error de principiante del propio matador, pues el toro, que ya había mostrado en varias ocasiones sus intenciones de irse a las tablas, continuó su arrancada cuando Tomás remató la serie de muletazos, le dio la espalda para dirigirse a por el estoque de acero, y le perdió totalmente la cara, facilitando, al rajado morlaco, la huida hacia su querencia embistiéndole por la espalda. Fue una voltereta impresionante, que dejó a todos sumidos en una terrible incertidumbre al ver al torero tendido boca abajo en la arena sin moverse. Fue el momento culminante de la tarde. Menos mal que no tuvo las consecuencias que podían esperarse de tan espectacular cogida.
No me meto en el número de trofeos que obtuvo, y que me puede parecer excesivo, este torero. Por su carisma, está por encima de eso y de muchas otras cosas.
En fin, amigos, a ver si José Tomas escucha a nuestro querido taxista y torea en más sitios, para facilitar el que todos puedan verlo y admirarlo en vivo y en directo, y no solo lo conozcan por lo que le podamos contar los plumillas, que algunas veces nos dejamos llevar por nuestros propios sentimientos.
Que Dios reparta suerte.