GastónRamirez2014Gastón Ramírez Cuevas.-  La tarde no podía comenzar peor. El imponente toro de Victoriano del Río rodaba por el albero con singular alegría. El público, que está ya bastante harto de que le tomen el pelo y le estafen impunemente, armó la bronca contra la presidenta Anabel Moreno, el ganadero, Ponce, el pobre inválido con cuernos y los progenitores de cada uno de ellos. La cara del torero valenciano era un poema, una mezcla de azoro y disgusto. Parecía no comprender muy bien por qué protestaban los paganos, si ese tipo de toro es el que a él le va de perillas y en mil ocasiones anteriores la gente se ha tragado eso y más, atribuyendo todo a la mala fortuna.

Poco mejoró la cosa con el segundo, un buey cansino que por lo menos tuvo la bondad de no desplomarse. Castella pegó algún ayudado por alto al principio de la faena, luego se embarulló y puso en práctica su innegable capacidad de aburrir.

Gracias a Dios completaba el cartel Joselito Adame, quien exhibió una actitud totalmente distinta de la del pasado martes. El torero de Aguascalientes se fue a porta gayola, clara muestra de que no iba a dejarse nada en el esportón. La larga de rodillas fue de mucho aguante y a continuación toreó aceptablemente a la verónica.

Pese al viento y a las condiciones del animal, un bicho débil y tardo, Joselito quitó por zapopinas que el público le agradeció con una fuerte ovación.

Brindó al cónclave e inició la faena de muleta con torerísimos doblones rodilla en tierra. Siguieron a continuación cuatro tandas, sólo una de ellas al natural. Eso era todo lo que tenía dentro el morlaco y Adame lo vio así con inteligencia. La música acompañó los derechazos largos y de verdad, algunos de ellos más templados que otros. Sobresalió una serie de derechas profunda y con arte, con el coleta mexicano aguantando inclusive un escalofriante parón a media embestida del de Victoriano del Río.

La estocada (tres cuartos en buen sitio) parecía de efectos y el respetable tenía preparados los pañuelos blancos, pero el cuadrúpedo necesitó de dos golpes de descabello para irse al otro mundo. Joselito dio una merecidísima vuelta al ruedo entre algunas protestas iniciales.

Vino luego el segundo de Ponce, un toro bobo, debilucho y amable que hizo las delicias de su matador y del público que gusta del sempiterno numerito del valenciano, ése en el que se pasa al toro a seis kilómetros de la faja. Hubo ayudados por bajo, mil derechazos, cien naturales, redondos rodilla en tierra, pases de pecho, lo que usted mande, todo con el sello de la casa: la elegancia y el oficio que ni yo puedo negarle al veterano ídolo.

Como siempre don Enrique falló a la hora de matar y todo quedó en una vuelta al ruedo que fue muy festejada. Ya imagino las declaraciones del maestro de Chiva, afirmando por enésima vez que hizo la mejor faena de su vida, pero que de nueva cuenta los aceros le traicionaron.

Castella se encargó en el quinto de reiterar, urbi et orbi, que está para los leones. Cada vez torea de manera más horripilante. Además anda por el ruedo pegando mantazos como un zombi, sin una pizca de arte ni de interés por agradar. Aquí también vinieron las sonoras protestas del público, cansado ya de que el francés venga a desperdiciar toros año tras año.

En el último de la tarde Joselito volvió a irse a porta gayola. Repitió color aguantando la incierta embestida inicial en un palmo y luego pegó excelentes mandiles. Quitó por chicuelinas modernas, pero el toro parecía haberse desinflado como varios de sus hermanos.

Mas algo le había visto al toro José, quien brindó al cotarro por segunda ocasión. La faena de muleta tuvo momentos enormes. Hubo derechazos dejando al toro arrancarse de largo, otros más en corto con la figura erguida, sentado en los riñones y pasándose al toro muy cerca. Tampoco faltaron los de pecho, los desdenes y otros adornos. En un momento dado, al intentar un remate, estando el torero completamente atravesado en los terrenos del toro, todo por tratar de agradar, el cornúpeta le pegó una maroma de terror. Joselito volvió a la cara del toro sin verse la ropa entre una fuerte ovación.

Se perfiló en corto y entró por derecho, ejecutando la suerte a la perfección. El público brincó del asiento y ovacionó al valentísimo espada, pensando que el toro rodaría inmediatamente como una pelota. Tristemente no fue así, quizá el estoque había entrado tendido, quizá ese rumiante estaba predestinado a amorcillarse ¡vaya usted a saber! El caso es que al hidrocálido matador le mandaron un recado desde el biombo y tuvo que descabellar. No obstante el par de golpes de corta para liquidar al toro, el respetable pidió la oreja con mucha fuerza. El apéndice fue concedido y Joselito volvió a pasear una oreja en la capital universal del toreo, igual que hace dos ferias.

Quizá a alguien no le agrade la siguiente analogía, pero a mi me parece acertada: Sánchez de Neira decía del gran Francisco Montes, Paquiro, que “No era de los que buscaban los aplausos por el resultado de la suerte, sino por la forma de ejecutarla.” Eso hizo ayer Adame, demostrando que si bien no toda su labor fue perfecta, él tenía el ánimo y la torería bien puestos e iba a intentar todo para justificarse como el gran torero en el que se ha convertido. Así lo hizo, así lo entendió la asamblea y se les fue por delante a sus alternantes: ¡Justicia divina!

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