Carlos Crivell.– Pepe Luis Vázquez ha sido el toreo sevillano por antonomasia. Pero ha sido mucho más. Todos los análisis que se han realizado sobre el toreo de Pepe Luis coinciden en dos cualidades: inteligencia y arte. A este último le añaden muchos que es un arte con gracia, de ahí que casi todos los estudiosos le hayan calificado como paradigma del toreo sevillano. Pepe Luis, sin embargo, le dio siempre más importancia y mérito a su capacidad para entender a los toros. Es decir, le parecía que lo primero de su tauromaquia era la inteligencia. Y luego, todo lo demás. Y añadía que muchas veces uno da a entender con más facilidad lo más superfluo. Le llamaba superfluo a su estilo inspirado de toreo de arte con duende y gracia. Es preciso entender al maestro. Esa condición de torero con duende no le parecía algo superfluo; lo que quería transmitir era que lo primero en su tauromaquia era esa facultad innata de aplicar la razón a la lidia según las condiciones de cada toro.

Con ese toreo alegre, inspirado, de adornos de pura orfebrería, Pepe Luis quedó aparcado en la historia como un torero de gracia sevillana. En muchas ocasiones llegó a decir que, si solo hubiera sido un torero de detalles, no hubiera llegado a nada. Y añadía que la masa se quedaba con los momentos de toreo con duende y no era capaz de captar su permanente estudio para descubrir al toro, y aplicarle la faena más oportuna según sus condiciones. Por tanto, Pepe Luis fue, por encima de todo, un lidiador en el más amplio sentido de la palabra. Es lo que en los tiempos modernos se ha denominado como un torero con una técnica perfecta. Primero, hay que poderle al toro porque se le conoce; luego, llega el toreo, bien en su versión más clásica o con los adornos de estilo pinturero que caracterizaron a lo que se llamó la escuela sevillana. Pepe Luis, por cierto, no admitió nunca la existencia de escuelas en el toreo.

Pepe Luis centró toda su tauromaquia en las condiciones del toro. Ese estudio sabio le permitió adaptarse a algo consustancial al toro bravo, como son sus propios cambios de comportamiento durante la lidia. Hay otro rasgo en su paso por los ruedos. Fue un torero insatisfecho por distintas causas. En muchas ocasiones comentó que no había podido llegar a entender del todo a los toros. Tampoco creyó que en toda su vida hubiera podido llegar a comprender totalmente a los toros que lidió. Por ese motivo, nunca se quedó satisfecho con sus faenas. Siempre pensó que les había faltado algo más para ser mejores, que su toreo solo en sueños alcanzó la perfección. Esa actitud es la propia de los elegidos; esa percepción de obra inacabada es atributo de los genios.

Hay algunos aspectos controvertidos en sus opiniones sobre la influencia que pudieron tener otros matadores sobre su tauromaquia. Pepe Alameda estudió bien la continuidad que existe en la historia de la Tauromaquia. Cuando habla del toreo de capa dice que Pepe Luis se parecía a Chicuelo, con un toreo más sutil, menos terrenal, más impalpable. Aquí tenemos el primer nombre que tiene relación con Pepe Luis: Manuel Jiménez ‘Chicuelo’.

Chicuelo fue un torero de una dimensión excepcional, tanto por la calidad de su toreo como por su continuada presencia en los ruedos durante muchos años.

Pepe Luis fue más partidario del toreo profundo que del toreo superfluo: “Es más duradero el toreo profundo, aunque a los sevillanos nos encandile el toreo de adornos”. De forma reiterada, cuando se le preguntaba a Pepe Luis por los toreros que admiró con mayor intensidad, siempre se refería a Belmonte y a Chicuelo.

Queda definido que Pepe Luis admiró a los toreros a los que vio en persona. Se fijó mucho en la colocación ante el toro y en la forma de moverse por la plaza de Belmonte y Chicuelo. Y, aunque pueda parecer algo contradictorio, se intuye que Pepe Luis valoró más su propia capacidad innata para torear que lo que podía haber aprendido de otros.

La relación entre Joselito El Gallo y Pepe Luis es bastante notable. Hay una persona que les une: Marcial Lalanda.  El gran maestro madrileño no alternó nunca con el más joven de los Gallo, pero es considerado como uno de sus herederos en cuanto a que era un torero poderoso y dominador. Como espectador, Marcial asistió a unas cincuenta corridas de José en Madrid, de forma que podía hablar de su estilo con conocimiento de causa. Lo definió como el mejor técnico de la historia.

Marcial Lalanda, en su libro escrito con Andrés Amorós ‘La Tauromaquia de Marcial Lalanda’, dice que “Pepe Luis fue el torero más hondo en el arte de torear que yo he visto. Sin embargo, crítica y público lo clasificaron en el marco superficial de la escuela sevillana, de toreo gracioso y de movimientos dibujados con dulzura. No lo supieron entender, simplemente. Pepe Luis tenía todo eso, pero también era un gran lidiador, un técnico del arte de torear. Distraídos con su plástica, muchos no han sabido verlo”.

Marcial llega al terreno del presente análisis: “Pepe Luis era una cabeza privilegiada. Después de Joselito, es el torero al que yo he visto con un mayor conocimiento de los toros… Con quince años ya lo sabía todo. Todo lo hacía bien, cuando quería”.

Y remata el llamado ‘el más grande’: “Los diestros que más se han acercado a la perfección han sido Joselito, que tenía valor y técnica, aunque poco arte, y Pepe Luis, que reunía arte y técnica, aunque le fallaba el valor”.

Dos toreros de Sevilla, uno el grandioso Joselito El Gallo, llamado el Rey de los toreros; otro, Pepe Luis, denominado ‘el Sócrates de San Bernardo’, unidos por su perfección técnica al poner la razón y la inteligencia al servicio de la lidia de los toros. En lo que respecta a su conocimiento de las reses, el modelo de Pepe Luis, como el de tantos toreros, aún sin saberlo, no podía ser otro que Joselito El Gallo. Y Pepe Luis concentró en su personalidad torera todas las virtudes del espada de Gelves, aunque nunca lo había visto torear.

Hay más datos que los acercan. La manera de interpretar ese adorno llamado el kikirikí era similar en ambos matadores. Se asemejan en la planta, la armonía en la figura, la gracia de líneas, el gesto, incluso se repiten en la forma de quebrarse la cintura en el pase natural, en el modo de cargar la suerte, en la factura de los medios pases y en el toreo por la cara, tan alegre y vistoso, algo que solo pueden practicar los elegidos.

En la tauromaquia de Pepe Luis aún resta buscar la relación que tenía con el genial Rafael El Gallo. Como se puede deducir, no alternaron nunca juntos en el ruedo. Pepe Luis comentó en alguna ocasión su opinión sobre Rafael. Le gustaba su profundidad, a la que denominó etérea. ¿Qué hay en Pepe Luis de Rafael el Gallo? Rafael era la profundidad sutil de su toreo, un toreo hondo realizado con alegría. No cabe ninguna duda de que la maravillosa genialidad de Rafael llegó a la tauromaquia de Pepe Luis, sobre todo cuando el de San Bernardo regalaba a las plazas esos adornos únicos de su toreo. El toreo según el estilo sevillano.

La repercusión de Juan Belmonte en la fiesta de los toros está admitida por todos los historiadores del toreo. La pareja de un torero lidiador como Joselito y otro que sedimentó el arte de torear, con la colocación y el temple por banderas, revolucionó el mundo taurino. Cuando llegó la tragedia de Talavera en 1920 con la muerte de Joselito, parecía más que evidente que el de Gelves había sabido impregnar su inmensa capacidad de dominio con el arte, mientras que el gran Belmonte se estaba convirtiendo en un buen lidiador de los toros.

Pepe Luis fue un torero con la capacidad lidiadora de Joselito El Gallo, seguidor de Belmonte por su arte, pero también porque era un lidiador formidable, es un eslabón que ha heredado de ambos sus mejores condiciones. Tenía una inteligencia privilegiada, ahí es José; un arte único, ahí es Juan; una gracia singular; ahí es Chicuelo y tenía también una buena dosis del duende de Rafael El Gallo.

Todo en Pepe Luis olía a torero. A la mayoría le quedó en el recuerdo su estilo lleno de gracia, pero fue, por encima de todo, un matador con un concepto de la lidia sobresaliente. Fue también un torero puro. Toda su tauromaquia tenía como fundamento las suertes clásicas. La verónica, la chicuelina, la media verónica, los pases por alto, el ‘cartucho de pescao’, los naturales, el toreo con la derecha, los de pecho, los adornos preñados de duende, los ayudados por alto y por bajo, todo un compendio de toreo natural. Sevilla vestida de luces. Así fue Pepe Luis.