Peris2Luis Carlos Peris.– Apagados los tambores reaparecen los clarines para abrir el portón de donde tantos miedos surgen. Y en este viraje, una sensación de orfandad que ya cumple quince años, pero que no sólo continúa latente, sino que se recrudece así que se abre un año más el primer templo a Tauro. Esta tarde nos reencontramos con el rito y con el recuerdo al último dios laico que dio esta tierra, ese torero que este día volvía del invierno envuelto en seda y oro para ilusionar y esperanzar a todo un pueblo. Nada fue igual desde aquel inopinado adiós en una plaza de carros, pero la vida sigue y hoy nos damos con una auténtica figura del toreo que fue coetáneo suyo y que vuelve por un día para intentar paliar el desaire que otros le hacen a Sevilla. Y en esta vida que no se para, la orfandad continúa lacerante, pero se aprieta los dientes y afrontamos la realidad. Ave, Espartaco.

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