Álvaro del Moral.- Estuvo en Sevilla y además, habló. Nadie podía esperar, a estas alturas, que el maestro madrileño acudiera a Sevilla a recoger un premio ajeno al catálogo habitual y, mucho menos, que accediera a exponerse ante los mismos medios que los cinco toreros sublevados querían convertir en mensajeros de una rebelión que casi nadie ha comprendido. Había muchas preguntas que hacer y, al fin y al cabo, esa era la verdadera trascendencia del acto organizado por el programa Carrusell Taurino de Canal Sur Radio. Se trataba de galardonar al matador que -junto a Morante- había sido considerado el líder de ese alzamiento que tantas y tantas páginas ha ocupado ya. La presencia de El Juli se producía, además, con los rescoldos de la feria más amarga aún calientes. Teníamos que saber qué opinaba de esos tendidos vacíos; qué valoración podía hacer del hundimiento irremisible de una plaza y un ciclo que costará trabajo volver a levantar. Había que preguntarle por las circunstancias actuales de un conflicto que sólo ha repartido derrotas a todos los actores de este mundillo cainita; teníamos que conocer por su boca qué había de verdad de esas consignas y vetos, de su entrada y salida en algunas ferias. Con todas esas preguntas anotadas, este Observatorio elevó su atalaya en el pabellón de la ONCE en un mediodía de mayo…
Todos para uno y uno para todos. Si hay una clave que pueda resumir la intervención de El Juli fue su afán por subrayar el carácter coral de la decisión de no torear en Sevilla. El torero se despojó de cualquier papel de líder o portavoz del grupo y recalcó una y otra vez, fuera cual fuese el asunto tratado, que la cuota de responsabilidad se repartía por igual entre las cinco coletas del llamado G-5. En ese punto -y eso sí era novedad después de las filas prietas del invierno- Julián abogó por una solución al conflicto. Ha debido pesar la amarga victoria de la reciente Pascua triste para saber que sólo se estaba disparando a la línea de flotación del toreo. El hundimiento del coso maestrante sólo ha sido una andanada de piedras que ha rebotado en el tejado de los toreros. En cualquier caso, Julián volvía a interpelar al cuerpo de la Maestranza y la colocaba en la hipotética mesa de posibles soluciones. El maestro madrileño volvió a dolerse de la falta de respuesta a una carta que sólo podía esperar un mero acuse de recibo. Nada más. En ese punto sigue enredándose un blucle melancólico que se inició con demasiadas vueltas. Pedir a la corporación nobiliaria que escogiera entre Pagés o los toreros era empezar la guerra con pólvora mojada pero sobre todo suponía dejarse llevar por asesores nefastos que sólo quieren ajustar sus propias cuentas.
¿La solución está cerca? Las palabras de Julián -que atendió con exquisita amabilidad a los medios- llevaban a una sola dirección: hay que arreglar el asunto. El diestro mencionó reiteradamente a un actor innominado ¿la Maestranza? como desfacedor infalible del entuerto. El Juli, que negó cualquier responsabilidad en ese veto televisivo que tanto ha resonado, también mostró su pesar por la imagen dixtorsionada que percibía de sí mismo en unos medios de comunicación que se han limitado a narrar los acontecimientos. Pero el mensaje definitivo sigue sin estar en esas calles que no han empatizado con la drástica decisión de los indignados, que una vez más no se han distinguido por el manejo de la comunicación. Llegados a este punto surgen los interrogantes: ¿Existirá una voluntad real de retomar el diálogo roto en aquel otoño en el que nadie estuvo a la altura de las circunstancias? Ni el antitaurino más optimista podría haber soñado con los efectos colaterales de una rebelión que consiguió un dudoso objetivo: vaciar de público los tendidos de la plaza de la Maestranza. El lenguaje popular llama a eso matar las moscas a cañonazos. Si la solución, tal y como esbozaba El Juli puede estar cerca -no lo estará si se mantienen las mismas posturas- hay que tener una certeza irremediable: será complicado devolver a sus sitios de décadas a muchos de los aficionados que han tirado la toalla. Muchos de ellos sólo necesitaban la última chispa para deshacerse de tantos abonos que pesaban como losas en las economías familiares. Pero hay que abrir una puerta a la esperanza y escoger una frase del maestro: “Lo que más importa, lo que más quiero y lo que más deseo por el bien del toreo -por encima de mi beneficio personal- es que esto se arregle”. Que así sea. Y no podemos marcharnos esta semana sin rendir gloria y honor al que todavía es rey de esta vieja piel de toro, aficionado desacomplejado y Hermano Mayor efectivo de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. La historia le hará justicia. Y nos vamos, honrados y agracedidos: el Observatorio Taurino es también la columna vertebral de este blog –La tarde colgada a un hombro-, premiado en la modalidad de fiestas sevillanas junto a la magnífica web del maestro Antonio Petit en la reciente y brillantísma gala de Blogosur. Ese acicate nos anima a seguir levantando el batiscafo -que se reproduce en no pocas webs- cada semana. De corazón, muchísimas gracias. La semana que viene, por cierto, hablaremos de otro hundimiento cantado: el de la plaza de Los Califas.