Antonio Lorca.– El peligroso viento, otra vez, que tanto incomoda. Sin posibilidad de dominar capotes y muletas, el toreo queda reducido a una lucha contra los elementos que resta fuerza, genio e ideas.

Y la nobleza, esportones de nobleza de una corrida muy justa de presentación de Pedraza de Yeltes, que superó la nota media de la feria en el caballo —alguno, como el segundo, empujó con los riñones al peto y permitió el lucimiento del picador Francisco José Peña, y el sexto acudió de largo y con alegría—, y destacó sobremanera en la muleta con un comportamiento nobilísimo y ciertas dosis de sosería, pero embistió repetidamente con distintos niveles de fijeza.

Y tres damnificados: Chacón, Cortés y Leal. Y el último, con peor suerte, pues resultó corneado por su primero cuando lo pasaba con la mano izquierda; al darse la vuelta para iniciar el pase de pecho, el toro lo levantó por detrás y le infirió una grave cornada. A pesar del percance, y con evidentes gestos de dolor, Leal continuó la faena y aún pudo trazar dos circulares antes de pasear brevemente una oreja y pasar a la enfermería.

No fue un trofeo merecido. Leal destacó por su valor, pero también por sus débiles fundamentos taurinos. Así lo demostró con el capote, que utiliza con muy escaso garbo, y la muleta. Lo mejor de su tarde, el inicio de faena, de rodillas en el centro del ruedo, aguantó el galope alegre del toro y trazó seis muletazos y dos de pecho henchidos de destreza y emoción. Ya de pie, el asunto perdió fuelle; después, llegó la cornada y la oreja compensatoria.

Y la nobleza, esa condición con la que sueñan tanto y tantos toreros, ha dejado en evidencia a los tres señores de luces. Unos, por su patente vulgaridad, y otro, como es el caso de Octavio Chacón, porque se encontró desubicado, con toretes de buen talante que fueron su perdición.

Chacón es un veterano y reconocido lidiador, un maestro de la técnica y del conocimiento ante los toros ásperos y duros, pero inexperto y desangelado ante los toros con aspiraciones de artista. Tres toros mató por la cogida de Leal, y en los tres se le vio como un náufrago, sin claridad en las ideas, mientras el tendido guardaba silencio y añoraba las tardes épicas de este torero con toros fieros. Con razón, Chacón prefiere las corridas duras porque nadie mejor que él conoce sus debilidades.

Y tampoco alcanzó la orilla con soltura Javier Cortés, un torero aún por definir entre el valor, que lo tiene, y la gracia, que parece que no. Qué duro debe de ser que los toros repitan una y otra vez, que tú des pases y más pases y que la gente ni se inmute. Algo se estaba haciendo mal, y la culpa no era precisamente de los toros.

Toros de Pedraza de Yeltes, justos de presentación, bravos, nobilísimos y sosones.

Octavio Chacón: pinchazo y estocada trasera (silencio); pinchazo y estocada (silencio); metisaca, estocada —aviso— y tres descabellos (silencio).

Javier Cortés: tres pinchazos —aviso— y estocada (silencio); dos pinchazos, metisaca, estocada —aviso— (silencio).

Juan Leal: —aviso— estocada trasera y tendida (oreja). Cogido por el tercer toro, sufrió una herida en la región perianal de 25 cm con posible fractura del sacro coxis y orificio de salida en región glútea. Pronóstico grave.

Plaza de Las Ventas. 25 de mayo. Duodécima corrida de feria. Csi tres cuartos de entrada (16.472 espectadores, según la empresa).

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