David_Mora_Madrid27Antonio Lorca.- No fue una corrida de triunfo porque los toros de El Pilar no lo permitieron; no solo eran mansos, sosos y sin una gota de casta en las venas, sino de incierto comportamiento, pegajosos, esaboríos, sin gracia alguna, con ese peligro sordo que anuncia sin decirlo que te puede dar un susto cuando menos lo esperes. Toros exigentes que no ofrecían nada a cambio; mucho riesgo para una muy escasa rentabilidad. Que se lo pregunten, si no, a David Mora, que quiso justificarse de verdad ante su primero, un animal astifino, que lo miraba con mala cara y le propinó un sobresalto de aúpa; le había avisado el toro por el pitón izquierdo, y el torero se cruzó con valentía al pitón contrario con la muleta en la zurda, pero su oponente le dijo que ‘hasta ahí podía llegar la broma’, y le metió el pitón en la taleguilla, lo derribó y lo buscó con saña. No pasó nada, afortunadamente, pero el cuerno acababa en un alfiler.

Pero no fue un festejo desesperante porque hubo actitudes toreras y detalles que quedaron en la retina. Destacable fue la entrega de los tres espadas, muy valientes, aunque su beneficio fue más bien escaso; y hubo algo más: dos pares de banderillas extraordinarios, de los mejores de la feria, de Ángel Otero al segundo de la tarde, dejándose ver, y asomándose de verdad al balcón de unos pitones astifinos; otros dos de buena factura de Domingo Siro al tercero, y otros dos de Jesús Arruga -uno al tercero y otro al sexto-; y un buen puyazo de Tito Sandoval al tercero. Es verdad que no hubo orejas ni faenas de esencia, pero sí torería, y eso puede justificar una tarde sin aparentes alegrías.

El Fandi es el vivo retrato del torero atlético de hace ya no se sabe cuántas temporadas. Sigue recibiendo a sus toros con una larga cambiada de rodillas en el tercio, los banderillea con facultades y siempre a toro pasado, y, muleta en mano, hace lo que puede. Ayer no tuvo muchas opciones. Muy precavido ante el incierto que abrió el festejo, al que muleteó muy despegado, y poco pudo hacer ante el pegajoso cuarto mientras un murmullo ensordecedor cubría toda la plaza, entre los silbidos de unos y las palmas de otros.

Mora no pudo reverdecer los laureles de su reciente triunfo, pero se empeñó en no devolver las orejas que lo pasearon por la puerta grande. A base de valor se sobrepuso a la mala condición de su lote, y tanto se empeñó con su primero que se llevó la voltereta ya consignada. La nula fijeza del toro obligaba a la desconfianza, pero el torero se justificó con creces. La duda estriba en si hay que jugárselas con los toros malos o esa heroicidad debe quedar reservada para los encastados. Una cornada, tan inoportuna como todas, en este momento dulce de su carrera hubiera sido un duro golpe. Tiró de oficio ante el quinto, protestado por gran parte del público, y eso le permitió comprometerse solo lo justo.

Y López Simón suplió con valor las carencias de sus toros y las suyas propias. Se quedó muy quieto, expuso los muslos, fue capaz de ligar alguna tanda a su primero y consiguió la atención del público. Alargó la faena sin motivo -nunca lo hay- y la gente le pidió la hora. Un marmolillo era el sexto, y tantos trapazos le dio que los tendidos le conminaron a que acabara ya el tormento mientras muchos pedían a voces ‘toro, toro’.

Toros de El Pilar, -el sexto, devuelto-, correctos de presentación, mansos, descastados y sin clase; sobrero de Toros de Salvador Domecq, manso y descastado.

David Fandila El Fandi: media estocada (silencio); estocada (silencio).

David Mora: pinchazo, estocada _aviso_ (silencio); estocada (silencio).

López Simón: _aviso_ estocada baja (ovación); casi entera (silencio).

Plaza de Las Ventas. 27 de mayo. Vigésima segunda corrida de feria. Lleno de ‘no hay billetes’.

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